Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
Esquilo dijo 500 años AC, que “la primera baja en una guerra es la verdad”, aserto repetido a través de la historia tantas veces como enfrentamientos se han dado.
El uso de la información al servicio de una causa es cuento viejo y muy contado; adicionalmente los acontecimientos son afectados por el observador, quien con su presencia modifica el entorno y lo que allí ocurre.
Conseguir un corresponsal de guerra objetivo, veraz y sin prejuicios, no es fácil, y más si se preocupa por mostrar lo que le acontece a la gente del común, sujetos pasivos a merced de los combatientes, dice Lafontaine que cuando luchan los toros quien más sufre es la hierba.
La fotografía de una niña desnuda huyendo de las llamas en Vietnam, el video que muestra a policías torturados cuando inermes se rendían al salir del infierno de las bombas, la puesta en escena de un profesor mostrando falsa sangre en el rostro, las imágenes de los caídos en el Viaducto de Pereira, uno de ellos ya famoso los otros dos ignorados, todo ello genera horror y solidaridades.
El balance es espantoso, acumulamos más muertes que Chile, Ecuador o los Estados Unidos cuando padecieron situaciones similares: heridos por centenares, destrozos, robos, empresas que no se recuperarán, violencia pasiva que causa muertes, bloqueos como arma milenaria, hambre para sumar al hambre como si el de muchos mitigara el de los otros.
No son unos matando a otros, son los asesinos de los dos bandos, la única diferencia es adónde apuntan o los puñales, o las bombas incendiarias, o los fusiles, o la paz para unos que es violencia para otros, todos a una son víctimas y victimarios, enviados al campo de batalla por los veteranos desde donde no corren peligro, bien lo decía el siquiatra Arnaldo Rascovsky que son los jóvenes quienes sirven de carne de cañón en todas las guerras.
Hay una pandemia de inconformidad; mucho se parecen los muchachos en las calles de Venezuela a los colombianos en las mismas. España, Chile, Ecuador, Alemania, Bélgica, Francia, Turquía, la primavera en el mundo Musulmán, son explosiones sociales que se suceden sin tregua, ellas tienen singularidades pero un denominador común, están empañadas por la violencia.
Que el gobierno Colombiano hubiera presentado un mal proyecto de reforma tributaria en el peor momento, no explica esta violencia ciega que tiene raíces más profundas; como afirma el rector Alejandro Gaviria, la prensa y las falsas noticias han jugado un papel predominante; redes sociales afirmando que hay policías vestidos de civil matando enfrentan a otras ilustrando cómo civiles usando prendas militares hacen lo mismo, a todo ello se suma la imagen que de Colombia crean unos periodistas sesgados, como dijo Gaviria, muestran solo la suela de los zapatos para presentar una imagen deformada de un país que es más que un mierdero de corrupción y asesinos, y así quienes posan de moralistas y luchadores contra la corrupción son fariseos que de ella se lucran y logran que la gente, desde la gradería, llegue a no cree en nada.
Malditos todos los que hacen la violencia, los que asesinan cuando no permiten que los enfermos lleguen a los hospitales, los que buscan que el hambre juegue en su favor, los que abusan de lo que el estado les ha dado y con ese poder hieren, todos ellos son parte de la violencia con la cual desequilibrados mentales laceran a Colombia, porque qué carajos importa si la víctima está vestida de verde o de azul, si es un padre de familia o un hijo que es esperado en su casa por una madre angustiada, todos sufren, todos son víctimas de quienes de ellos se sirven, políticos y oportunistas para quienes todo vale.
Una real radiografía de lo que está tristemente sucediendo en nuestro país, muy buena columna 👌