Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
Los juegos olímpicos son la herencia de la Grecia ilustrada, de aquella raza que deslumbró al mundo no solo con sus ejércitos sino con su pensamiento; la idea de premiar al más sin demeritar al menos.
En Tokio, la ciudad señora, la de la disciplina y el orden, la que construye y donde la gente ofrece más que pedir, donde la verdad y la honestidad son el paradigma, allí se inauguraron los juegos cantando la bella utopía de John Lennon, IMAGINE.
Imaginar un mundo sin codicia, sin hambre, sin ninguna razón para matar o morir, imagine un solo mundo, ese es el sueño de muchos.
Soñemos una Colombia sin cobardes que matan a mansalva, que dan una patada por la espalda a una mujer y salen corriendo, un país en donde los togados sean honrados y no llamen a juicio a quienes se atreven a contar la verdad de lo que al interior de la sala sagrada hacen, imaginemos un país en donde los jóvenes aprendan: solidaridad, ciencia, a decir la verdad, a respetar los derechos de los demás, a no matar ni morir como consecuencia del fanatismo, un país en donde la codicia no sea la madre del comportamiento, de la trampa y el robo, un país que no premie el delito y donde la verdad impere y la mentira no sea el pan de cada día, imaginemos una patria solidaria y sin hambre, imaginemos prosperidad en vez de miseria, en donde compartir sea lo opuesto a merecer.
Quizás el altruismo no sea común a los seres vivos, es posible que la aleopatía, la acción por medio del cual una especie rechaza el derecho a la vida de sus diferentes sea el patrón universal, tal como dice Richard Dawkins en su tesis del gen egoísta, pero soñar con un mundo mejor vale y defender la solidaridad, el altruismo, y rechazar el odio y la mentira como fórmula para lograr el poder y ejercerlo, “dispuestos a todo” como lo declaró el neo dictador cubano y como lo repiten las fétidas cúpulas gobernantes que se perpetúan en el gobierno en todas, insisto, en todas las naciones en donde se han entronizado ofreciendo todo lo contrario de lo que entregan.
Si se me permitiera seleccionar una actitud para moverse en la dirección contraria a la violencia, nuestra fatal compañera desde siempre, pondría a la verdad, sin ella no puede esperarse altruismo, justicia, ni el bien común.
La violencia ha sido nuestra fatal compañera, quisiéramos olvidar a La Violencia, esos dolorosos 20 años cuando cuadrillas asesinaron a cientos de miles por el delito de pensar distinto, entonces conocimos el corte de franela, o acaso podemos olvidar el genocidio producto de la guerra del narco tráfico, o las pescas milagrosas y los secuestros, acaso no fueran unos episodios para olvidar: las cárceles del pueblo, aquellos hoyos profundos, esas alambradas y los inermes amarrados a la selva.
Los muchachos se rompen el pecho en Venezuela y Cuba, en Colombia y Chile, en Turquía y en Hong Kong, en el Cairo y en Afganistán, en Europa y África; quizás los venezolanos y cubanos marchan por algo diferente a los colombianos, los chilenos o los orientales, las razones del lobo solo el lobo las conoce, pero lo que es común es que muchos quieren el mundo de fantasía, el que le muestran en las pantallas y del cual solo disfruta una detestable élite; capitalista la una y comunista la otra, todos son los mismos. mientras tanto los demás arañan la vida lejos de los palacios de los gobernantes vitalicios o de las élites del deporte, las artes, los negocios y la política.