Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA
Felicidad, equidad, privilegios, ganadores, perdedores, capitalismo, socialismo, neoliberalismo, comunismo, palabras que enmarcan los dilemas, las causas y las consecuencias de la sociedad contemporánea.
Todos los políticos ofrecen la mejor vida para sus electores, unos predican la igualdad de derechos y otros la igualdad de oportunidades, los unos pregonan un mundo en la cual el individuo todo lo merece y el estado todas las obligaciones, los otros una sociedad donde cada cual se merece lo que tiene, desconociendo las desigualdades originales que generan privilegios.
Cabe la pregunta si lo que la sociedad busca es la satisfacción de las aspiraciones del individuo y si la felicidad radica en la posesión de cosas y el disfrute de lujos y canonjías, o si por el contrario la felicidad no es una meta sino un camino.
No es posible medir la felicidad con el mismo rasero, algunas culturas consideran que ella se alcanza cuando voluntariamente se desprende de lujos y cosas, otras por el contrario aspiran al confort mediante el consumo, el derroche, el poseer como la meta por la cual se debe luchar para conseguir la realización.
Si fuere posible medir el nivel de felicidad y especular sobre algo tan disímil como la forma de vida de las comunidades nativas en la Colombia de hoy, en un extremo colocaríamos a las pocas que quedan en lo profundo de la selva, en el otro las también nativas, que poseen carros de alto precio, visten jeans americanos y zapatos de marca, mientras que sus mujeres mantienen la tradición: sus trajes e indumentaria; los primeros carecen de lo que les sobra a los otros, sin embargo tenemos dudas si los opulentos son más felices que los que nada tienen.
La educación ocupa, en la sociedad contemporánea, el mismo lugar que ocupó la iglesia en el medioevo, principio y fin de todas las cosas, el hombre nació para conquistar la redención eterna mediante la privación y sufrimiento, todo tenía principio y fin en la religión; hoy es la universidad la puerta de entrada a la sociedad opulenta, es un túnel que muestra al final: dinero, posición, poder, privilegios y prestigio.
Circula en la red el TED de Bill Maher y de Jeremy Boreing, quienes cuestionan al sistema educativo, afirman que la respuesta no es hacer la universidad gratuita sino menos necesaria, dado que no lo es para muchos de los oficios; en efecto hoy las grandes empresas no seleccionan por los títulos y maestrías sino por las capacidades; los super exitosos creadores de emporios como Bill Gates, Steve Jobs o Mike Zuckerberg nunca se graduaron en una universidad.
Afirman los críticos que la educación produce gente que piensa igual, que carece de la creatividad que, si tienen los verdaderos innovadores, afirmaciones que nos traen a la memoria las palabras de prestigioso economista cuando decía que, si la meta es conseguir dinero, poder o fama, quien asiste a la educación superior está en desventaja con quienes iniciaron primero en la persecución de sus metas.
Maher continúa preguntándose si es justo que todo ser humano pueda pasar por la universidad gratuitamente, si quienes no van a la universidad y por ello ganan menos, sean quienes paguen por los que a ella acuden, muchas veces para estudiar unas pocas horas y sobre temas absolutamente irrelevantes
No todo lo que ellos afirman tiene razón en países como el nuestro, bien diferente a los Estados Unidos, nuestra universidad es muy importante en muchos campos del conocimiento, pero con ellos vale preguntar si la universidad de hoy debe re pensarse, hacerla más pertinente, más justa, menos privilegiada, y sobre todo menos egoísta, dado que ella ofrece y en ella abunda lo que es inaccesible para la inmensa mayoría de los colombianos.

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