PENSANDO EN VOZ ALTA.
Pero, como amor no quita conocimiento, aquí lo prometido: Le pregunté, José Daniel, usted es conservador, ¿verdad? Sí, claro; me respondió con una sonrisa de satisfacción. Bueno, ahora que los dos estamos viejos, hasta yo que he militado toda la vida en la izquierda-él sabía de eso-, podría ser conservador y nada de raro tendría. Cómo no, reafirmó. Siguió el diálogo sólido, respetuoso y tranquilo. Le lancé la segunda descarga: pero ¿en su juventud, usted fue conservador? Claro, lo fui. Yo, y ¿no sintió vergüenza? Por qué habría de sentirla. Es que usted, me respondió, es muy visceral. Ah, sí, dígame una sola cosa buena del partido conservador y me convierto. Tengo 19. Solo una que resista el análisis. En el año 46, el seguro social, con Ospina Pérez. Por favor, esa era una corriente mundial y hasta las republiquetas bananeras del Caribe aupadas por los gringos lo tenían. Aquí, lo habían intentado los gobiernos liberales de Olaya, López y Santos; los conservadores con la iglesia se opusieron, combatieron sus reformas progresistas y, además, los calificaron de comunistas, ateos y masones. No, no, no, es que usted es muy visceral, repetía.
Le conté que cuando me nombraron rector en Santuario, el formulario de los datos biográficos finalizaba con “filiación política”. Lo dejé en blanco y el funcionario dijo “tiene que llenar el renglón”. Con lo que yo quiera, le pregunté. No, conservador o liberal. Póngale a eso liberal, le dije, porque uno tan joven y conservador, me parece una vergüenza.
**¿Dónde estaban las autoridades durante las aberraciones del conflicto? Preguntó La Comisión de la Verdad. El señor ministro de defensa y todo el establecimiento acudieron al destemplado y mentiroso lugar común: “es un informe sesgado”. Sean serios.
***Don Alberto Zuluaga, no es que sean “traidores tan leales”; van poniendo en paz su conciencia y vienen a abrazar las grandes reformas democráticas para beneficio de todos. Bien venidos, son nuevos patriotas.
****El presidente dice que Dios y la Virgen de Chiquinquirá lo guían. Entonces, o él no les obedece o ellos no quieren o no pueden, pues, ¿cómo se explica el desastre de país que deja?
Jaime Bedoya Medina