Existe una percepción sobre la situación que se siente actualmente en el carácter de la fuerza pública que preocupa cada día más a la ciudadanía por cuanto se trata de algo insoslayable a su confianza y al suscitado patriotismo en procura de recibir seguridad y pundonor. Ahora, en su ordenamiento supremo jerárquico, no se ve la moral alta, sino el desgarramiento en la reducción intensa del pie de fuerza, el cercenamiento de alrededor de 70 generales de la República largamente formados, idóneos y experimentados oficiales de insignia que junto a mandos superiores, subalternos, suboficiales, soldados profesionales curtidos en combate, policías a los que la dirección de capacitación ordena extirpar mensajes que expresaban que “ser policía es un honor”, quitándoles así sentimientos de orgullo y pertenencia, son muestras de restar poder y capacidades estratégicas y tácticas contra fortalecidas estructuras criminales las cuales, en gran parte de ello y las nuevas consignas para orientar “la acción”, se han multiplicado de manera inusitada, dotadas de armamento más moderno y letal que el de los ejércitos de ley. Súmese la falta de dotaciones, atalajes, equipos tecnológicos y desarrollo eficaz de la inteligencia, aviones, helicópteros sin reparar, obsoletos y lo más grave, sin mantenimiento adecuado ni contratos pertinentes que, cuando no varados por esa causa, se han venido a tierra trayendo muerte a valientes militares, razones que son materia de investigación. El presupuesto no posee el carácter de prelación aumentativo y lleva a que los apoyos, la movilidad, el avituallamiento, el ataque y la reducción bandoleril de quienes ignoran los acuerdos de “cese al fuego”, no sean oportunos y agravan la protección ocasionando masacres, asesinatos a líderes sociales, desolación, miseria y desplazamientos de la población inocente y trabajadora.
Igual desbarajuste, al parecer político, involucra el retorno de oficiales ya en uso de buen retiro. Aunque tiene un antecedente en el gobierno de Uribe con el general Teodoro Campo, en este mandato se vuelve a uniformar al general Salamanca como director de la Policía, quien venía de ser activista del Pacto Histórico y por esa vinculación nombrado en cargo consular. Esta semana se designa al también retirado en la purga inicial, general Cardozo, en reemplazo del comandante del Ejército, general Ospina, discutido personaje que se saltaba a la garrocha el conducto regular y daba datos imprecisos al presidente Petro. Lo cierto es que esos reintegros no son de conveniencia; quién ya salió por cualquier motivo y probó otras mieles, no augura nada bueno como se ha demostrado con el fomento de resquemores, atenta la relación de fila y divide a la respectiva fuerza. Hoy existe descontento entre los que vienen en la línea de mando por el desconocimiento que se hace de la doctrina castrense, además de ignorar sus carreras y sacrificios de tantos años.
No es de extrañar entonces el caos, la sensación de derrota, los desmanes en cuarteles de tipo corruptivo, el espíritu de cuerpo en el suelo, la desconfianza, la ignorancia de valores patrios y hasta el desvío de la misión en que se amarra la Nación con gran devoción.
Un ejemplo de la gravedad se observa en lo manifestado por las autoridades civiles del Cauca a raíz de las atrocidades de los ilegales que cada vez son más violentas y mortíferas: “esta guerra parece perdida”.