HISTORIAS LIGHT PARA NAVIDAD.

En estos días finales del 2024, tiempo de turbulencias y avisos apocalípticos, veamos algunas noticias: Trump amenazó a Maduro y, este parece estar negociando una salida decorosa y empacando maletas, el que Maduro llame las Milicias Bolivarianas a ser parte de su seguridad, parece confirmar que está asustado y perdiendo el apoyo de los militares corruptos y rapaces que lo han sostenido en el poder. Trump aspirante a dictadorcillo caribeño supone que puede invadir el Canal de Panamá como lo hizo antes Theodore Roosevelt ¿podrá? Putin a usanza de los viejos zares desafía a Europa y a USA y amenaza con sus misiles supersónicos ¿le tomarán la apuesta? El régimen de Bashar Al Asad fue finalmente derrotado por su pueblo, después de una cruenta y larga guerra civil. La “invasión de drovnis” en USA causa relatos sensacionalistas que -aseguran- es el preludio de una invasión extraterrestre ¿si será? El salario mínimo vuelve a la palestra como todos los fines, de todos los años. Se hundió en el congreso la” Ley de financiamiento” que provocó diferentes reacciones, según los intereses de cada orilla política; todo impuesto es detestable si atenta contra bolsillos pobres, y para, los por lo general, adinerados y evasores estratos seis, una verdadera amenaza.

Ya se da como un hecho la aprobación al Sistema General de Participaciones (SGP), los honestos se imaginan raudales de dinero llegando a sus comunidades para solucionar sus necesidades; yo, escéptico y observador de esta “patria boba”, me inquieto porque en un país de detestables avivatos, bribones y rateros haciendo política y “cargando trapo para robar mojados”. Me pregunto ¿este será el mejor escenario?  Aquí se aprueban leyes para Dinamarca, pero se aplican en Cundinamarca. Me imagino la emoción de estos politiqueros tradicionales: rapaces, aliados con narcos y neo- paracos (insultando el legado de Gaitán), ingeniando estrategias para engordar sus billeteras con el dinero enviado a las regiones para solucionar sus problemáticas. Como “Cada día trae su afán”, por ahora dejemos esos temas en remojo

Llegó diciembre, mes para recordar nuestros años de infancia, cuando llenos de emoción nos dedicábamos a armar el pesebre, hacer las novenas y esperar la llegada del niño Dios con los regalos, eso sí previa advertencia que quienes fueran groseros desobedientes o díscolos, no recibirían nada (El viejito canoso, bonachón y barrigón al cual hay que escribirle cartas, para conseguir un regalo, no era conocido por estas tierras); aunque no crean la mejor cosa de la navidad era salir a recoger musgos para hacer el pesebre (cuando no era prohibido y no existía la CARDER ¿ Existe la CARDER?).

Pasamos algunas navidades con los abuelos maternos en su finca en el Zurrumbo, vereda de Marsella, éramos acogidos festivamente por nuestros cuatro primos huérfanos de madre y criados con amor y bondad por los abuelos, Héctor el hijo masculino, casi adolescente no era buen compañero de juegos por ser mayor que mi hermano Gustavo (q.e.p.d.) y yo, mis tres primas mujeres Rocío, Adíela y Lilia eran entusiastas para salir por los musgos, palitos, pedazos de césped y toda la materia prima necesaria para armar un pesebre con todas las de la ley, y obvio, siendo nosotros niños inocentes, nos ilusionábamos esperando la maravillosa noche de regalos. Por cierto también, como la mayoría de niños, descubrimos con desencanto que el “Niño Dios” era mi papá, comprando cualquier pequeño juguete con su menguado bolsillo; este descubrimiento fue un trauma generacional, mi papá también recibió la misma decepción en su lejana infancia; como nosotros, papá también descubrió que a pesar de ser juicioso, obediente y buen hijo no le traían el regalo que pedía, y que por el contrario, muchos malcriados y malos muchachos recibían maravillosos regalos: mi padre entendió el asunto (como lo entendimos nosotros), cuando le explicaron quién traía los regalos.

Compartiré tres historias, La primera la escuché de boca de mi mamá: una abuela residente en Pereira, empezó a tener problemas de salud por lo que decidió viajar a Cali, visitar a algunos de sus parientes, con los que pensaba vivir durante algunos meses en tierra caliente hasta recuperar su salud: pasados uno o dos meses, los nietos con quienes residía habitualmente recibieron de sus parientes vallunos la inesperada noticia que la anciana había fallecido en Cali, y que esperaban instrucciones acerca de qué hacer con el cuerpo, si se hacía el sepelio en Cali o, se traía el cadáver a Pereira para las honras fúnebres correspondientes.

La primera intención fue sepultar a la anciana en Cali, los parientes pereiranos sentían que tenían derecho a enterrarla en el cementerio San Camilo de Pereira, porque había vivido con ellos sus últimos años;  enterrarla en Cali evitaría los tramites del trasteo del cadáver, que además de ser engorrosos debían ser caros, después de intensas consultas y charlas telefónicas, uno de los nietos decidió que la solución era traer la difunta a Pereira y que, para evitar engorrosos trámites burocráticos, viajarían a Cali a traerla en una camioneta y regresarían a media noche cuando no hay retenes en carretera, así lo hicieron, embalaron a su preciosa carga en una gran caja de cartón y la echaron al platón del vehículo, todo iba viento en popa, hasta cuando en horas de la madrugada, decidieron parar en Cerritos (en las afueras de Pereira), vaciar las vejigas y tomarse un tinto caliente para reanimarse antes de continuar ese viaje tan apresurado y con carga tan desusada, al salir reanimados por la bebida caliente, antes de abordar el vehículo notaron con gran sorpresa que la caja había desaparecido. Lo que sigue de la historia: ¿Qué pensaron los ladrones que contenía en la caja?, ¿Cómo reaccionaron cuando descubrieron el macabro contenido? ¿Qué hicieron con el cadáver?  ¿Cómo reaccionó la familia ante la pérdida del cadáver?, ¿Denunciaron el caso ante las autoridades?  ¿organizaron búsquedas en el sector de Cerritos? ¿apareció la abuela? Esas y todas las preguntas que se formule quedan a su imaginación querido lector, mi mamá solo me contó esta historia, hasta la pérdida de la caja.

Una dama entrada en años y viuda, residenciada en Buenaventura, Valle, contó en alguna ocasión, en una celebración navideña, a un  pequeño grupo de personas, entre familia y amistades, y en tono bajo y misterioso, lo que a nadie, hasta ese momento había contado, un gran secreto del que era poseedora, tenía enterrado bajo las baldosas de la sala de su casa, un gran tesoro del que era guardiana; la dama (en tiempos de menos rateros y otros delincuentes intentando vivir lujosamente del trabajo honrado de los demás), siguió con su vida normal durante otros años, hasta que por complicaciones de salud, para un procedimiento de una cirugía mayor debió ser trasladada a Cali, donde permaneció hospitalizada unos días hasta que se repuso completamente; ya restablecida, al llegar a su casa observó con consternación que habían hecho un gran agujero en el piso de su sala, había tierra y los escombros esparcidos como testimonio de la  clandestina excavación, después de unos momentos soltó el llanto y a todo berrido contó a los cuatro vientos su secreto y el robo que le habían hecho, no podía entender como había personas tan inhumanas, como las que robaron lo más preciado, no se consolaba pensando cómo lograría vivir sus últimos años sin su tesoro: ¡las cenizas de su difunto  marido¡ Esa historia me la contó mi tío Félix Ríos, jubilado de Puertos de Colombia.

La tercera historia pertenece al reino de las leyendas urbanas: ¡esto me lo contó el mejor amigo de un primo lejano, a quien se la contó su bisabuelo, que murió hace muchísimos años ¡ El relato, escuchado en varias ocasiones y versiones variadas, asegura que por una de las viejas vías colombianas sin pavimentar, en el transporte de los años de antaño, la típica chiva de pueblo ( no la moderna y escandalosa chiva rumbera), llevaban un ataúd comprado en un pueblo vecino, pues aunque en el pueblo había muerto, no había funeraria que vendiera esos artículos; la chiva se llenó de pasajeros, incluso algunos se subieron a la tabla que esos vehículos tienen en la parte trasera, donde se viaja de pie (montar en la tabla, era lo mejor cuando de niño viajaba a visitar a mis abuelos), a mitad del camino, cuando empezó a caer una leve brisa, muchos se apeñuscaron en el interior de automotor, cuando la brisa se volvió aguacero, todos se metieron dentro del vehículo, el chaparrón pasó y pronto volvió a brillar el sol y, la tabla se llenó de pasajeros; pasado un rato, la tapa del ataúd (que iba en la parte superior de la chiva) se abrió y emergió una persona preguntando ¿ ya escampó?, uno de los ocupantes de la tabla pensando que un muerto había resucitado, se llenó de terror, saltó ¡y se mató ¡ La chiva llegó a su destino con un muerto fresco y un ataúd que no pudo usar e finado, porque ya tenía dueño asignado.

Terminando mi escrito, noté que conté, en época de jolgorio tres relatos sobre muertos, no me disculpo porque la vida y la muerte son las dos caras de la misma realidad, Pero si les deseo a pariente, amigos y lectores (¿será demasiada vanidad decirlo?) una feliz Navidad, un próspero año 2025, lleno de amor, éxitos, salud, prosperidad y el logro de metas largamente acariciadas y pospuestas.