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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

EconomíaHorcas caudinas

Horcas caudinas

JORGE H. BOTERO

Conviene analizar con serenidad el papel de los bancos para exigirles lo que está a su alcance

Este columnista (o su alter ego ficticio) terminó detenido la semana pasada simplemente porque ya no corre como una gacela: nadie más cayó en el operativo policial. Una comparsa de alegres jóvenes había interrumpido su clase para forzarlo a participar en un evento lúdico -así lo llamaron- organizado por un grupo denominado Primera Línea, entonces para él desconocido. Lo juro. Para rescatarme, mi nieta, que ya tiene diez y ocho años, tuvo que comprometerse por escrito a que su abuelito no volvería a participar en esos jolgorios. Para mí fue como pasar por las horcas caudinas. Los asistentes a mi cursillo de Humanidades recordarán que ese es un mecanismo para humillar a los vencidos obligándolos a cruzar, frente a sus vencedores, bajo un arco de poca altura.

Ya anotamos que el costo del crédito en Colombia corresponde al promedio de un grupo de países parecidos, salvo el destinado a vivienda. Inciden en este resultado la dificultad de otorgar préstamos que pueden ser de hasta treinta años financiándolos con recursos costosos de corto plazo, la reducida competencia en ese mercado y, quizás también, los efectos rezagados de la crisis hipotecaria de 1999.  La cuestión siguiente es establecer qué tan profundo es el sistema financiero en Colombia comparado con otros países. Para estos efectos se mide la relación entre los activos de riesgo de los bancos que integran el sistema (créditos e inversiones) y el PIB. Nos va mal comparados con Chile, cuyo índice es cien, el doble del nuestro, pero mejor que Perú; y aún mejor que México que muestra un pésimo desempeño (23%). Sin duda, es necesario aumentar las colocaciones bancarias, sobre todo en vivienda y crédito pyme; las empresas grandes y los consumidores están mejor abastecidos.  

Lograr ese objetivo es un propósito loable porque existe una estrecha correlación entre el ingreso per capita y la profundización financiera, y entre esta y la suavización del ciclo económico. Me explico: (i) el nivel de vida, medido por el ingreso monetario, es mayor en aquellos países que tienen una banca grande y solvente; (ii) cuando la economía se encuentra en crisis, su reactivación se acelera si los bancos apuran sus desembolsos. Es lo que harán espontáneamente si están bien capitalizados y la regulación es adecuada. Colombia cumple estos requisitos y es lo que está sucediendo. Dotados de abundante liquidez y con una demanda aún lánguida, los bancos han bajado sus tasas activas compitiendo entre si con mucha intensidad, el sector inmobiliario incluido. Por eso preocupan tanto las tendencias populistas y punitivas que profesan algunos políticos. Sin duda, es crucial que elijamos un buen gobernante en el 2022.

No estamos, sin embargo, en el primer día de la creación. La bancarización de la población ha venido avanzando; primero, como corresponde, por la vía de depósitos y transacciones de dinero, y paulatinamente por la de servicios crediticios. En la actualidad, 28 millones de personas tienen una cuenta bancaria, un notable crecimiento; en 2010, eran 17.5. Esta expansión de los vínculos de la gente con los bancos ha facilitado enormemente el flujo de los apoyos estatales concedidos a familias y pequeñas empresas para paliar los efectos de la pandemia. Es justo reconocerlo así; igualmente rendir homenaje a un héroe desconocido: Andrés Mauricio Ramírez (q. e. p. d.), quien tanto ayudó a articular las estructuras logísticas necesarias.

-Profe, me inquiere una de mis alumnas- ¿Por qué tengo que pagarle al banco por mover mi dinero? La respuesta simple sería que es normal que cobre por todos los servicios que presta: es una empresa no una entidad sin ánimo de lucro. El asunto es más complejo. En nuestro país y en muchos otros, los bancos no remuneran los depósitos en cuenta corriente; sin embargo, se lucran de ellos prestándolos, en una cierta proporción, en su propio beneficio. Si pagaran intereses, suena lógico que no hubiera comisiones; como no es así las cobran dentro del margen de libertad que la ley les concede: tratándose de ciertos servicios no se puede recaudar o existen limites en su cuantía. La generalidad de los bancos suministra sin costo las transacciones digitales, en especial las de bajos montos. Una banca enteramente digital -menos costosa, más asequible- es ya una realidad.

Mi clase fluía bastante bien hasta cuando uno de mis alumnos se levantó para repartir un documento titulado “Catecismo Revolucionario” de Mijaíl Bakunin, un anarquista ruso del siglo XIX. Allí se lee que “El revolucionario es un hombre condenado, sin intereses ni sentimientos personales, ni siquiera tiene un nombre propio. Solo una idea: la revolución; ha roto con todas las leyes y códigos morales del mundo civilizado. Si vive en este mundo y pretende formar parte de él, solo lo hace con el propósito de destruirlo más fácilmente”. Ese es el tono general del panfleto que conocía bien desde cuando los jóvenes de mi generación discutíamos, en los recintos universitarios, los problemas sobre la justicia social y el futuro de la humanidad que hoy obsesionan a nuestros nietos.

Todavía tenía temas importantes que quería plantear: si deben existir o no bancos, si han de ser estatales o privados y cuál debe ser el papel del banco central o de emisión. Mis alumnos me pidieron un receso para leer a Bakunin. En eso siguen…

Briznas poéticas, Un fragmento de Petrarca: Si no es amor, ¿qué es esto que en mí siento? / Y si es amor, ¿cuál es su natural? / Si bueno, ¿cómo su efecto es mortal? / Si malo, ¿cómo es dulce su tormento? / Si de voluntad ardo, ¿qué lamento? / Si a mi pesar, ¿el lamento qué vale? / ¡Oh viva muerte, oh deleitoso mal!, / ¿quién te dio en mí poder, si no consiento?

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