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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

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Incertidumbre

El gobierno del Pacto Histórico cumple su primer año y los colombianos nos apresuramos a hacer un balance de lo hecho hasta ahora. La primera y más obvia pregunta que debemos hacernos es si el cambio prometido ha resultado cierto y si el insólito viraje le ha servido al país.

Antes de adentrarnos en evaluaciones hay que reconocer que el «ruedo» no ha sido fácil y que el gobierno ha pisado siempre sobre arenas movedizas, que la «derecha» no ha escatimado esfuerzos para desprestigiarlo y combatirlo y que los grandes poderes económicos le han mostrado los dientes. Es importante este análisis porque al contrario de otros gobiernos, el de Petro no tuvo luna de miel y desde la misma posesión presidencial se advertía el ánimo agresivo que asumirían los derrotados.

Petro debía entender que así sucedería y su estrategia debería estar soportada en contrarrestar a sus oponentes. No era un secreto que no tendría a los principales medios de comunicación del país y que los empresarios más ricos iniciarían una contienda sin tregua. También era previsible que armar una coalición en el Congreso de la República sería una tarea titánica y que los afectos expresados por los partidos tradicionales no eran inocentes ni desinteresados.

Sin embargo, ganó el talante altivo y desdeñoso que Petro había mostrado como alcalde de Bogotá. Despreció la popularidad que amasó con su triunfo e inició su mandato con claros enfrentamientos contra toda la dirigencia política nacional. Dio prelación a su discurso de campaña, el que mantuvo durante todos estos doce meses mostrándose más como candidato que como presidente.

En ese marco beligerante otras fuerzas y circunstancias le han cerrado su capacidad de maniobra. La dirigencia política lo derrota al hundirle —en el Congreso— varias de sus pretensiones, pilares de su plan de gobierno, como la reforma política y la laboral, mientras le amodorran el tránsito legislativo de otras no menos importantes como la pensional, la de justicia y la de la salud. Por esta razón ninguno de estos temas figura en los «hitos» que Petro resaltó como logros y conquistas en el discurso de aniversario desde el Puente de Boyacá. Pero adicionalmente, el mal tiempo se transformó en huracán. Cuando el escándalo de Oscar Iván Zuluaga sale a la luz pública y le hubiese servido como en bandeja para arremeter contra la «derecha» y contra la vieja dirigencia política del país, la fortuna se atraviesa irónica para impedírselo y llevarlo a enfrentar otra crisis que cimbra sus esferas íntimas y familiares: el gigantesco embrollo judicial en que se ve involucrado su hijo Nicolás y las enormes sospechas que arroja sobre la financiación de la campaña electoral triunfadora.

Los hitos que el presidente expone como sus logros en estos primeros doce meses suenan más a promesas que a verdaderas conquistas y algunas de ellas, como las relacionadas con el desempleo, parecen más el producto de la dinámica de la economía privada que el producto de sus políticas y de sus decisiones.

Empieza el segundo año de su mandato y la sensación más generalizada es la «incertidumbre». El país no ve un rumbo claro y observa a su capitán zarandeado por el vendaval. Petro no es hombre de arredrarse, pero sabrá Dios cuál será su estrategia para capotearlo.

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