Por EDUARDO MONTOYA PÉREZ
Para contar esta historia me puse a pensar muchas cosas. Una de ellas es cómo la mayoría de hombres homosexuales estamos expuestos al daño de inescrupulosos que, además de violentar, roban y pueden llegar a matar. Pero esta no es mi historia; es la historia de Juan Camilo Ortiz, un hombre de 46 años, profesional, amante de la moda, el diseño y la buena vida que hoy está vivo por fortuna.
Juan Camilo, quien me autorizó para que quienes me leen sepan que no todo en el mundo gay es color de rosa, es un hombre que residía en la ciudad de Medellín. Me cuenta cómo desde niño comenzó a vivir la discriminación. Para Juan fue difícil y doloroso, primero, su autoaceptación frente a su orientación sexual, debido a ser el mayor de sus tres hermanas y el único hijo hombre de la familia, sumado a vivir en la sociedad paisa, patriarcal y conservadora, donde aceptar al diferente en la escuela era espinoso y complicado.
Pasó por el sistema educativo donde se desenvolvió académicamente con brillantez, obteniendo muy buen promedio, pero siendo discriminado y estigmatizado porque, como a muchos hombres, se nos puede notar a kilómetros el “ser maricas”. Esto lo convirtió en un ser solitario, sin muchas personas que lo defendieran de lo que hoy en las escuelas y universidades llamamos bullying (acoso).
Más adelante, se enfrentó a un mundo laboral el cual, sin lugar a dudas y a pesar de que los años avanzaban y nos volvíamos más abiertos, la resistencia por jefes y compañeros era evidente; su forma de vestir lo delataba. Su vestimenta llamativa, por ser amante de la moda y las nuevas tendencias, forzaba esa relación en un mundo que ingresaba al siglo XXI, pero que se resistía a cambiar la mentalidad para abrirse paso a una nueva forma de ver y sentir la vida.
Juan Camilo; un hombre no de muchos amores, pero creyente en el amor, no tuvo mucha suerte en él. Me dijo algo que creo que a muchos en el mundo gay hemos vivido: “Eduardo, yo creí en el amor: en ese simple que nace en una mirada, pero fui abusado en mi buena fe. Elegí siempre mal; a mi vida llegaron personas que se fijaban en lo físico, el apartamento, la camioneta y la chequera”.
Y continuó: “yo me abrí al mundo: entregué mi cuerpo, mi cama, mi casa, la confianza, pero fui abusado. Perdí mi carro y tuve que pagar deudas de otras personas sólo porque creí que eran honestas y estaban a mi lado por lo que soy y no por lo que tenía”.
Esas palabras me traspasaron, ¿por qué? ¿cuántos de nosotros hemos tenido amigos o novios, que sólo se aprovechan de la generosidad de nuestro corazón? Y muchos dirán que pecamos por ingenuos, pero también tendríamos que decir que hemos sido engatusados e involucrados por quienes dicen profesar verdadero amor.
Lo anterior es sólo una parte de la vida de Ortiz, su historia se va diluyendo. Ese color rosa pasa por el blanco hasta teñirse de negro. Es cuando Juan asume un nuevo reto personal y profesional; era no tener que seguir reprimiéndose en las entrevistas laborales y así, logró consolidar su agencia de publicidad, a donde la bonanza, los clientes y empresas reconocidas llegaron.
Un cliente llevaba a otro, y todo marchaba bien. Una tarde de un día cualquiera, recibió la llamada de una persona que requería de su trabajo. Concertaron cita y comenzaron las reuniones: definir líneas gráficas, construir todo el proceso publicitario que el nuevo cliente necesitaba etc. Hasta que, un viernes de las primeras semanas de octubre del año 2017, el cliente nuevamente le buscó.
Juan Camilo, quien tenía su oficina en su lugar de residencia, aceptó la reunión. El cliente llegó y en medio de la reunión le pidió algo de tomar. Juan le ofreció agua o jugo, ante lo cual el cliente pidió algo más fuerte. Juan Camilo aduce que en su casa no tiene ninguna bebida alcohólica, por lo que el cliente decide pedir un domicilio.
El licor llegó, y la reunión continuaba a buena marcha. Después de unos tragos, el cliente le insiste a que Ortiz le acompañe, al menos, con una copa. Juan no es un hombre que consuma licores, a excepción de vino en eventos sociales, por lo cual el cliente le ofreció de su trago.
De ahí en adelante, es que Juan comienza a ver todo negro. Días después, despierta en un centro asistencial de la capital antioqueña, gracias a la alerta realizada por su familia. Su vecina lo halló en su residencia inconsciente; El cliente lo había drogado con un medicamento que se le suministra a pacientes que sufren fracturas para no sentir dolor, según el parte médico. A eso, se le suma que le hurtaron sus pertenencias de valor.
Juan, medio atontado, instauró la denuncia (foto anexa) pero la situación se comienza a complicar meses después cuando reaparece el victimario, quien a través de llamadas telefónicas o apareciéndose en su edificio y lugares de trabajo armado o en compañía de otros hombres, le dice que debe depositarle dinero o, de otro modo, publicaría varias imágenes (fotos y videos) que poseía de la noche en cuestión, y que además difundiría que era una persona que vivía con VIH.
La vida de Juan Camilo Ortiz se partió en dos. Acudió nuevamente al médico para hacerse todos los exámenes de rutina: El cliente y ahora victimario tenía razón, Juan había sido abusado e infectado con el virus de inmunodeficiencia humano – VIH, con la gran fortuna de que la carga viral no era alta. Siguió recibiendo las llamadas de extorsión, que pasaron de ser mensuales a cada quince días. La situación se tornó insostenible y le tocó buscar trabajo.
Me llama la atención cómo, desde el momento en que Juan Camilo ingresó al hospital, no se le practicaron todos los exámenes pertinentes. Ni siquiera fue remitido a Medicina Legal. Aquí el sistema en Colombia falló en contra de la vida e integridad de Juan, a quien, si se le hubiera realizado todo lo pertinente, contaría otro cuento.
Se añade la investigación de las autoridades policiales y judiciales, ya que la víctima había recurrido a las diferentes instancias. ¿Será entonces que por ser gay, sigue siendo un hecho aislado o, como la mayoría de crimines que se comenten contra los sectores LGBT+, para ellos son crimines pasionales?
El panorama era cada vez más oscuro para Juan. A estos hechos se le sumaron las agresiones policiales del cuadrante del sector en el que vivía; muchas veces fue golpeado e insultado cuando regresaba a su vivienda, expresiones como “maricón hijo de puta” eran lanzadas una vez y otra vez.
Acudió a su nuevo jefe y puso en conocimiento la situación por la cual estaba pasando, una por su verdugo que hoy sigue libre quizás haciendo de las suyas en Medellín, y otra por los agentes de la autoridad.
Juan perdió su trabajo y decidió no volver a salir por el miedo que lo invadía; sólo lo hizo una vez más, para huir del país. Esta es una de las tantas historias de muchos integrantes de la población diversa; de las tantas víctimas; de los tantos miedos. Es la historia de quien se le destroza su vida y parece que nadie hace nada para ayudarle; una víctima más del victimario y del sistema. Buena suerte Juan, ojalá desde dónde estés vuelvas a pintar el rosa que el mundo tanto necesita.
Redes Sociales: @edejemope
Muchas veces me he sentido triste, solo. Nunca tuve muchos amigos. La unica manera en que he conocido el mundo gay, es a través del sexo, yendo a sitios clandestinos, y teniendo encuentros casuales en aplicaciones. A veces siento que no pertenezco a nada , me siento muchas veces vacio.
Lo cierto es que historias como esta, las venimos denunciando por muchos años. Creo que las instancias policivas y fiscales, tienen que dejar el estigma de pensar que sinonimo de gay, bisexuales y trans?. Lo somos porque nos gusta es que nos den por……. Este siempre es un pensar de ellos e incluso de la sociedad y por ello es que nos han hecho y siguen todos estos daños al no tener nuestrA poblacion la atencion oportuna y pertinente.
Gracias de todo corazón Eduardo por contra mi historia, gracias por tomarte el tiempo de escucharme y gracias por querer divulgar y que está parte de mi vida sea el anuncio para muchos de mis hermanos de género y de realidades. Para que abran sus ojos y miren primero por el ojito mágico de la puerta de su corazón antes de abrirla del todo. Cuidémonos entre nosotros ya que el gobierno y las entidades que dicen ser nuestros guardianes, se convierten en un enemigo oculto bajo investiduras y uniformes. Gracias y sigue volando alto. J.K
Eduardo, gracias por compartir esta historia de un valiente, pues es una realidad para muchos que a pesar de los avances en la sociedad, existen personas que creen que debemos ser invisibilizados e ignorados, eso ha dificultado mucho que podamos caminar con tranquilidad…
Eduardo que bueno que muestres está realidad en donde todo no es rosa y qué hay otra cara dolorosa de incomprensión, rechazo (familia y la sociedad) y la que se suma los entes de justicia, que apuntan a una doble moral…sigue luchando y liderando para que historias como la de Juan Camilo no se repitan.
Eduardo, gracias por visivilizar esas historias de vida y continuar con las actividades de activismo social que a tantas personas impactan y ayudan. Historias como la de Juan Camilo, están a la vuelta de la esquina y muchas personas ni siquiera se dan por aludidas. Me siento muy orgullosa de lo que eres, haces, sientes y expresas desde temprana edad. Confío en que tus opiniones sean leída por miles de personas abiertas de mente y de corazón. Un abrazo.
Eduardo, gracias por visibilizar esas historias de vida y continuar con las actividades de activismo social que a tantas personas impactan y ayudan. Historias como la de Juan Camilo, están a la vuelta de la esquina y muchas personas ni siquiera se dan por aludidas. Me siento muy orgullosa de lo que eres, haces, sientes y expresas desde temprana edad. Confío en que tus opiniones sean leída por miles de personas abiertas de mente y de corazón. Un abrazo.