Hay circunstancias soterradas que cuando salen a flote por delaciones o pruebas brincadas a la prensa y las redes sociales, y por su naturaleza conclusiva y grave causan deterioros, incertidumbres y desconfianza que hacen palidecer el proyecto de cambio tensado en la transparencia para redimir al pueblo que espera la creación de fuentes posibles y sostenibles en dirección a elevar sus condiciones de vida y la oportunidad de erradicar la pobreza, independiente de su denominación. Tal intención de un gobierno inédito de izquierda se observa en zozobra su programación, es decir en la necesidad de pasar urgente a los hechos constructivos mediante concertaciones con otros actores.
La situación es frustrante en un entramado de dineros non sanctos entrados presuntamente a la campaña presidencial y a bolsillos equivocados, aspectos ampliamente conocidos por la opinión y que no son materia de recuento en el presente escrito. Se trata de inquirir la salud de la República para que no la asfixie y afecte no solo la agenda oficial, sino la estabilidad general, lo cual no es bueno sin que ello signifique el desequilibrio de la Justicia al apodo disuasivo de “verdugo”. La frustración es tan honda que el presidente Petro, en una frase la difundió en su Twitter: “Me duele mucho tanta autodestrucción”. Así afirma la procedencia del incordio de su propia sangre, comprensible a la luz de un verso del argentino Enrique Cadícamo: “hay que estar herido así para poder sentir lo que es este dolor”.
Lo primero, es rescatar con prédicas y ejemplos la lucha contra la corrupción como parte de antañosas costumbres de la politiquería tradicional, acompañada de “generosos” aportantes del mundo criminal y de otros extraños. Devolver la confiabilidad y hacer realidad lo que, con su palabra ferviente de líder opositor, en su momento fue el eco de somatén que llevó al convencimiento de los votantes, a exaltarlo al solio de Bolívar. Pero es importante indicar la posición del gobernante de respetar el papel de la Justicia para actuar con las garantías de rigor, de modo que se investigue y esclarezca lo concerniente en salvaguarda del debido proceso y según las responsabilidades propias. Tampoco que por la borda se deseche su rigor fronterizo, como lo dice Humberto de la Calle: “es nocivo que encumbrados jefes políticos minimicen la situación de la financiación ilegal. El argumento es que eso siempre ha pasado y que no importa”. [Es igual a decir que el ocho mil nunca pasó] pero lo que sí es menester -agrega- “un espacio para deliberar en forma reflexiva sobre las reformas sociales que, por cierto, son necesarias”. Y para reforzar, la Andi expresa que “el gobierno no puede parar la ejecución de su agenda”. De cierto eso hace persistir la institucionalidad porque defendiendo el ejercicio constitucional, se defiende la estabilidad democrática, preocupación de todos y lo anota Mac Master “el país tiene que seguir atendiendo los asuntos prioritarios y estructurales. A pesar de cualquier hecho, el gobierno tiene una gran cantidad de responsabilidades con la ciudadanía que no puede abandonar”. En ese orden, Jaime Cabal de Fenalco y la gremialidad entera, han recogido la formulación presidencial de poner en marcha un entendimiento patriótico para entablar concordancias en los proyectos legislativos, de tal manera que los beneficiados sean los más necesitados. Coincide, en torno a la no parálisis, la senadora María José Pizarro, al puntualizar que el Congreso con independencia debe obrar por lo alto, en consideración a “los intereses de Colombia”.
El resto del cuatrienio no implica entrar en adivinación. Hay que continuarlo en su planificación institucional. El jefe del Estado ha pregonado que el momento no es para “fracturas” y propone un acuerdo nacional [pero sin ambages: unos días sí, otros no] para llegar a consensos. Sostuvo: “De pronto solos llegamos más rápido, pero juntos llegamos más lejos”. Este es el mismo clamor de la Nación en el que está asimismo comprometido el sector empresarial. El acompañamiento general, señor presidente, se encuentra a la vista. Entonces, ¡AVANZAR!