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J.A: ¿Qué lectura haces del anonimato contradicho? Es decir, el que te presentes en un lugar público, que suelen ser tus escenarios más comunes, y allí pocos o nadie te conozca, pero todos te observan y de algún todos hacen relación contigo, la relación de oyente. En tanto interactúan te conocen pero no te conocen.
J.P: La lectura que hago es que en general las personas se sienten muy sorprendidas. Siento que a las ciudades les falta mucho la parte cultural, en las calles o en sitios específicos donde puedan ir a apreciar la música y el arte. Porque cuando salimos a la calle y tocamos, hacemos pintura en vivo y hacemos toda la parte artística de la rueda, muchas veces hay una sorpresa de no haber visto nunca una expresión así, o saber que existe pero no haberlo visto nunca en vivo. Para la gente es de mucha sorpresa, y la expresión por lo general es de mucho agrado; a las personas en Santa Rosa les gusta mucho cuando salimos a tocar. Personalmente siento que les agrada mucho la música que hacemos, y bailan, y nos ayudan con algo de dinero. Me parece que es de mucha sorpresa y de mucho agrado.
J.A: Si no me equivoco, tus sitios más comunes de presentación, ya individual o ya en grupo, están entre Pereira y Santa Rosa. Entre las dos ciudades, ¿cuáles son las particularidades de los sitios para tocar? Si pudieras tener un preferido, ¿cuál sería? ¿por qué?
J.P: La rueda de tambores empezó con la rueda de Pereira, con el grupo Son de Fuego, despuesito de las marchas que se hicieron durante la pandemia, y digamos que esto allí siempre fue algo más popular. Entonces el público de Pereira es un público mucho más del pueblo, mucho más de la gente, mucho más de ir a parchar, de ir a tener un viernes cultural…
J.P: Pereira es un lugar donde la gente ya sabe que hay música en vivo gratis; generalmente no se pasa el sombrero, solo se va a tocar por diversión, y en ese sentido también hay mucho más movimiento de los músicos, muchos más tamboreros, muchas más personas que están dispuestas a tocar. Al contrario, la rueda de Santa Rosa es una rueda mucho más turística, generalmente la hacemos los domingos, porque no es una rueda para nada popular, o sea, la gente que se acerca, locales, de Santa Rosa, es muy poca, pero sí se mueve mucho el turismo, se mueve mucho los domingos, día que hay bastante turismo en Santa Rosa; Santa Rosa es una ciudad muy turística. Entonces los dos lugares son bien diferentes en ese sentido, y en la rueda de Santa Rosa, generalmente, sí se pasa el sombrero, se hace mochilazo para recaudar fondos, ahí también es diferente.
J.P: No sé si tendría un favorito. El público de Pereira está mucho más enseñado a la rueda, entonces en ese sentido cuando uno toca se siente a veces, incluso, un poco presionado, a nivel artístico, de hacerlo bien, de estar acompañado de gente muy profesional; en Santa Rosa no es lo contrario, o sea, la gente que está también es muy profesional, pero no hay un ambiente tan diverso en cuanto a los músicos y los bailadores. Entonces, por ejemplo, en la rueda de Santa Rosa, generalmente pasa que somos muy pocos, donde yo a veces soy el único tamborero, o donde Nathaly es la única cantante, entonces nos toca resolver como podamos, diferente a la rueda de Pereira que son muchas más personas. Entonces yo creo que son dos ambientes que no se pueden comparar, a pesar de ser la misma música y la misma intención con la que se hace, los ambientes son muy diferentes.
J.A: ¿Has llevado tu música a otras ciudades fuera de Santa Rosa o Pereira?
J.P: No hace mucho estuve en Cartago haciendo un taller que se llama “Movimiento y Tambó”, que es un taller que hago de música de medicina, donde exploramos un poco el cuerpo y buscamos el niño interior. Fue súper bonito, a la gente le gustó mucho. Pero así como en toques, no, por el momento solo Santa Rosa y Pereira.
J.A: De esto hemos hablado antes. Tu música va al sentimiento, ¿qué humor notas en las personas que te escuchan? ¿O cómo ves que se transforma a medida que transcurren los toques?
J.P: Yo siento que, en general, ha faltado mucha difusión, porque la gente que nos escucha siempre se queda siendo como fan de nosotros. Sacadiablos viene precisamente de eso, “sacar los diablos”, que es una expresión popular colombiana, que uno dice cuando está sacando todo lo que le sobra de la casa, o está limpiado todos los lugares más recónditos del cuarto, de la sala, de todas las partes donde a veces la escoba no llega, o bajo ciertos muebles que uno tiene estacionados y no mueve, pues ese día que va a sacar los diablos, los mueve y mueve todo que hay, para limpiar y sacar todo lo que uno no necesita. Entonces siento que hacemos esa labor cuando tocamos, porque la gente lo expresa así de otras maneras, pero el mensaje que nos hacen llegar es el mismo: como que de verdad sintieron que les ayuda, que los deja más livianos. Incluso hay algunas personas que nos dicen algo así como “no sabía que necesitaba esto”, es la frase más bonita que nos han dicho, y nos la han dicho varias personas.
J.A: Siendo así, ¿cuál es el público para tu música de exorcismo?
J.P: Yo creería que cualquier persona que esté dispuesta y con la voluntad para dejar que eso pase, porque para sacarse los diablos se necesita mucha valentía, y mucha entrega para dejar la vergüenza, la pena y los miedos, y estar en sintonía con lo que se necesita que es dejar que todo fluya, y dejar todos los apegos. Entonces creo que es para cualquier persona que esté dispuesta a eso.
J.A: Hablamos de los receptores, que es el público. Hablando ahora de los emisores, ¿cuál crees que es el eje artístico de un grupo musical?
J.P: Yo creo que una de las cosas que le falta a nuestra generación, y por eso es que en estos momentos la música, culturalmente hablando, ha perdido mucho, es el tema del compromiso. En la música de gaitas, hay una palabra que utilizan para definir esa voluntad de estar ahí para la música de una manera respetuosa, y esta palabra es el asunto. Esta palabra es como ese nivel al que uno llega, espiritual y mental, en donde hay una conexión completa con la música y con los otros intérpretes que hay en ese momento. Entonces para mí la música como lenguaje, sobre todo esta música que es tan ancestral, la entiendo como un lenguaje hablado: entonces cuando uno se sienta a tocar el instrumento hay un lenguaje y ese lenguaje tiene que ser acorde con todo lo que está pasando a nivel de baile, de momento, de público. El asunto es estar ahí para el otro. Recuerdo a un amigo, se llama Pablo Posada, que me decía que el asunto es colaborar con lo inevitable. He visto a muchos colectivos y muchas sociedades con esa disposición de colaborar con lo inevitable en el sentido de poder estar ahí en la disposición del hacer, en la disposición de poder cambiar con el otro, de poder ser con el otro y fluir, fluir como el agua, de la manera más clara y sincera posible.
J.A: Bajo esa premisa ¿qué resulta más importante entre la habilidad y la integración musical?
J.P: No, la integridad es mucho más importante porque la habilidad musical se construye, la habilidad musical no es una habilidad mágica donde tú naces con eso, eso es un mito; si así fuera yo no tocaría nada ni cantaría, ni nada. Yo le digo a la gente que si yo pude cantar cualquiera puede. Y lo mismo con el tambor, el bajo, todos los instrumentos que interpreto, siento que ha sido también fruto de un compromiso, de querer hacer las cosas bien y de estar dispuesto a equivocarse.
J.A: Se trata de estar en el asunto, entonces.
J.P: Sí, al final el tema del asunto creo que también tiene mucho que ver con aprender a reconocerse, porque a veces en la música uno cree que el instrumento que uno escogió es para todo la vida, y no es así necesariamente: tal vez uno cree ser guitarrista, pero con el paso del tiempo se va dando cuenta que le gusta más, no sé, la trompeta, u otro instrumento, entonces aprender a conocerse y reconocerse en el otro es lo más importante.
J.A: Hablemos del bullerengue. ¿Qué es? ¿Cuáles son sus orígenes?
J.P: El bullerengue es como la madre de todos los ritmos afrocaribeños, fue el primer ritmo que se tocó luego de que las personas negras esclavizadas, traídas desde muchas partes de África, del continente africano, llegaran a las costas del Atlántico de América – obviamente según la región tiene sus diferentes nombres -. En Colombia se le llamó bullerengue porque viene de bulla, porque se les conocía así, las personas negras esclavizadas, según los colonos españoles, eran personas muy bullosas. Es una música que en sus orígenes empezó como una forma de expresar todo el malestar que tenían sobretodo las mujeres, cuando eran esclavas; entonces se reunían a escondidas del amo, de noche, y por medio de cantos y gritos expresaban sus dolores; ya luego fue que el hombre las acompañó con el tambor, haciendo los tambores más parecidos con las maderas y los cueros que tuvieron.
J.P: El primer ritmo se llama bullerengue sentado, que es el ritmo más lento, es un ritmo muy muy de lamento, de dolor; luego cuando ellos lograron escaparse – muchos negros lograron escaparse – fueron por el río Magdalena a bordo de unas canoas que se llaman chalupas y ahí nació el segundo ritmo que se llama chalupa, ese es un ritmo mucho más rápido y en general hace alusión como a esa escapatoria, a esa huida; y por último, cuando lograron establecerse en los palenques, que el palenque estaba generalmente dentro de la selva, en lugares donde los españoles no se atrevían a ir, entonces se volvieron personas libres y nació el último ritmo que se llama fandango, también se le llama fandango de lengua para diferenciarlo de otros ritmos caribeños que también se llaman fandango, este ritmo es mucho más fiestero, mucho más de libertad.
J.P: El baile en los tres ritmos es diferente con relación a esta historia: en principio el bullerengue sentado, que es el más lento, se baila con los pies muy pegados al suelo porque eran personas que estaban encadenadas; luego el bullerengue chalupa, se baila también con los pies pegados al suelo, pero mucho más rápido, entonces en la huida; y el fandango ya, por el contrario, es un ritmo que es mucho más libre de bailar, y las personas sí levantan mucho más los pies, hay mucho más faldeo por parte de las mujeres, se mueve mucho más. El bullerengue incluso, como ritmo, como familia rítmica en estos tres ritmos, es una historia de liberación.
J.A: ¿Qué posición tienen estás músicas en la actualidad?
J.P: No, estas músicas a nivel general han sido popularizadas en lo comercial. Entonces lo que queremos con el grupo – y yo sé que Son de Fuego, el grupo de Pereira, también – es volver a la ancestralidad y hacer música que vuelva a convertir al ser humano en algo más humano.
J.A: Sobre ti con respecto a la música, ¿cuáles son tus influencias?
J.P: Yo creo que tengo influencias de todo. Me encanta, y en un principio fui muy rockero, cuando estaba en mi adolescencia, como muchas personas en Colombia que nos gustaba mucho el rock latino; luego fui metalero; luego fui muy influenciado por la música andina colombiana; toqué en la estudiantina de la Universidad Tecnológica de Pereira, por dos años; luego toqué en Trietnias, que es el grupo de música folclórica de la Universidad Tecnológica de Pereira, por otros dos años, ahí tocábamos parranda, tocábamos música caribeña. Y ya luego me dejé llevar por el jazz, estudié jazz por varios años; luego me dediqué a escuchar mucho música clásica; y ahora último con bullerengue. La verdad es que yo en mi lista de Spotify tengo de todo.
J.A: ¿Qué opinión te merece las maneras y las temáticas convencionales de las músicas populares de la actualidad?
J.P: No, para mí la música popular o comercial es simplemente como un producto en masa, como ir a comer a cualquier restaurante de cadena. Para mí la música se puede comparar de alguna manera con la cocina, entonces cuando uno quiere algo bien hecho uno va a una comida casera, que sería bullerengue, como algo casero, algo hecho por las manos de la abuela, por las manos de varias personas en comunidad, en cambio esta música es como un producto hecho por máquinas, un producto hecho por la industria, que la intención no es alimentar, sino simplemente llenar la cabeza de ruido, pero sin ningún otro propósito más que el dinero.
J.A: Finalmente, mi amigo, ¿te consideras buen músico?
J.P: Sí.
J.A: Gracias por la entrevista, Juan.
J.P: Con gusto, Jesús.