En medio de los pasillos abarrotados de los supermercados, la apariencia de opciones saludables se desvanece al enfrentarse con productos cuyos rótulos engañosos ocultan su verdadera naturaleza.
Leche que no es leche y queso que no es queso, se convierten en protagonistas de una historia en la que las advertencias sobre excesos de azúcar, sal, grasas trans y saturadas, parecen caer en oídos sordos.
A pesar de los precios en constante ascenso para productos procesados y ultra procesados, la demanda persiste, acompañada por quejas de los compradores sobre la supuesta «carestía de la vida».
Lo que muchos consumidores ignoran, es que estos productos fueron objeto de un impuesto elevado, diseñado por la ley para disuadir su consumo y combatir los problemas de salud asociados.
En el escenario colombiano, las normas vigentes sobre comida chatarra buscan abordar la creciente preocupación por la salud pública.
Las empresas no han frenado la producción y mucho menos su comercialización.
Mientras tanto, el gobierno recauda los impuestos y el consumidor continúa siendo el perjudicado, enfrentándose a una encrucijada en la que la aparente lucha contra la «comida chatarra» se convierte en un juego de ganancias para las empresas y pérdidas para la salud pública.
Estos productos, más allá de su impacto en el bolsillo de los consumidores, tienen un peso significativo en la canasta familiar y en los cálculos de inflación mensual. Este hecho refleja una realidad innegable: no son los precios los que desestimulan en este caso el consumo, sino la educación desde las etapas tempranas de la vida.
La paradoja se evidencia en que, a pesar de los esfuerzos por gravar con impuestos estos productos, la demanda persiste. Esto plantea interrogantes sobre la efectividad de las medidas implementadas y destaca la urgente necesidad de una educación alimentaria integral, que trascienda las etiquetas y alertas en los empaques.
En el corazón de la cuestión, se encuentra la importancia de inculcar desde la escuela hábitos de consumo saludables.
No se trata solo de combatir la ‘comida chatarra’, sino de empoderar a la sociedad con conocimientos que les permitan tomar decisiones informadas sobre su alimentación.
El engaño en el carro de compras revela una realidad compleja en la que la lucha contra la «comida chatarra» va más allá de los impuestos. Se necesitan políticas más efectivas y una educación que promueva un cambio de paradigma, impulsando hacia una sociedad que elija conscientemente la salud sobre la ilusión de opciones aparentemente accesibles.
«El pueblo perece, por falta de conocimiento».
Javier
Desafortunadamente en esta sociedad de consumo vale más el obtener beneficios económicos por dichas ventas que la conciencia de tener una buena salud. Como tú lo mencionas es falta de educación sobre los alimentos qué se debería consumir y está información se tendría que tener en el hogar y los padres deberían tener un papel protagónico ya que los hábitos alimenticios se obtienen desde la niñez, por supuesto complementada por una política de salud del estado.
Muy bien el llamado de atencion Javier, pero hay que tener en cuenta que ninguna medida solitaria obtiene resultados y menos en tan corto tiempo.
Fue un logro muy importante aprobar la ley del impuesto y aun más las alertas en los empaques.
Ahora toca ka xampala educativa
Es sorprendente la cantidad de productos que hoy tienen rótulos de «alto contenido» de azúcares, sodio, etc.
Pensaría uno «qué honestidad» de los fabricantes, cuando en realidad se trata de los productos que han sido gravados.
Sin embargo, el productor sigue vendiendo, el estado sigue recaudando y el consumidor afectado en su salud y su bolsillo.
El impuesto debe afectar en mayor proporcion al productor para desestimular la producción (valga la redundancia)
Buena nota Javier.
Abunda lo artificial, en este mundo que vivimos desafortunadamente. Y desafortunadamente nos ganan los que llenan todos los mercados para ofrecernos todo tipo de chatarra para embobarnos, embrutecernos y someternos a sus caprichos porque desafortunadamente son los que poseen los recursos económicos, solo para su bien.
Hasta el cine nuevo es impresionantemente chatarrudo y ni qué decir de la información periodística. Vicky Dávila, SEMANA, Caracol, RCN y pare de contar…..
Javier
Es una realidad muy triste que la demanda de estos productos chatarra no disminuyan a pesar de las alzas de este impuesto saludable que refleja una gran realidad y es la falta de educación es en todos los niveles escolares desde el preescolar hasta la universidad en la que ni siquiera las facultades de medicina utilizan un semestre de estudios en la cultura nutricional que hoy las investigaciones contemporáneas plantean queSOMOS LO QUE COMEMOS ABRAZOS
Todo eso es cierto. Resultó peor la cura que la enfermedad.