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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLa cuarta guerra mundial

La cuarta guerra mundial

La historia humana está llena de paradojas. A lo largo del tiempo, el hombre ha logrado hitos increíbles como la construcción de los canales de Suez y Panamá, las colosales pirámides egipcias, la gran muralla china, el Taj Mahal, Machu Pichu, la torre Eiffel, la conquista del espacio —incluyendo poner pie en la luna, nuestro único satélite natural— y muchos otros que cambiaron (?) la historia. Nos ufanamos de grandes descubrimientos como el avión, la electricidad, la energía atómica, internet y miles de avances tecnológicos. Sin embargo, otra cara de la moneda es la irracionalidad que envuelve la convivencia. La biografía humana está plagada de conflictos que desde siempre han acompañado los aconteceres de las naciones. Las diferencias raciales, las creencias religiosas y los tesoros naturales han sido los principales detonadores de todos los males de la humanidad. Un eterno conflicto entre el bien y el mal en el que llevamos siglos esperando a que el primero triunfe sobre el segundo.

El camino ha estado lleno de ambivalencias: la ambición se convierte en codicia, la curiosidad en desenfreno y el respeto en traición; se oscurece la conciencia y se distorsionan los intereses. La envidia, sentimiento que prevalece y que da lugar a muchas otras formas de maldad, surgió en la primera página del Génesis cuando Caín mató a Abel. Se estima que desde la aparición del homo sapiens y hasta la fecha, el 10% de todos los seres humanos murieron a causa de la violencia. La cifra es aterradora, pero lo es más aún el hecho de que esta proporción se haya mantenido durante los últimos dos siglos. La barbarie humana parece no tener límites: una sola batalla, la de Stalingrado en 1942 duró cuatro meses y en ella murieron entre tres y cuatro millones de personas.

Ni los grandes desarrollos tecnológicos, ni los portentosos descubrimientos médicos, ni la revolución industrial han aplacado los afanes asesinos del ser humano. No lo han logrado tampoco aquellos «avances» que hacen parte del razonamiento y del intelecto como los Derechos del Hombre, la Democracia, el Estado de Derecho, las Constituciones Políticas, la Sicología, la Organización de las Naciones Unidas y muchos más. Por el contrario, la violencia se ha profundizado al interior de las mismas sociedades: más de medio millón de personas murieron en el mundo el año pasado por homicidio simple.

En la actualidad, casi que no hay país que no padezca un conflicto armado. Algunos con efectos mundiales como la guerra de Ucrania, las de Siria, Yemen y Afganistán o la confrontación entre israelíes y palestinos. Otros «intestinos» como el de México, Haití o el nuestro y muchos más latentes a la espera de algún pretexto para estallar como Taiwán vs. China o Rusia vs. vecinos.

Primero fueron las flechas y lanzas, luego la pólvora y las armas de fuego hasta que apareció la bomba atómica. Siempre los vencedores fueron quienes poseían las mejores armas. En la actualidad los avances tecnológicos están cambiando la forma en que se desarrollan los conflictos. La Inteligencia Artificial —IA— está intensificando los ataques cibernéticos, físicos y biológicos haciéndolos más selectivos y más anónimos y cambiando la naturaleza de las amenazas. Avanzan las armas autónomas letales, los vídeos «ultra falsos» que alimentan la desinformación y fomentan la inestabilidad política y muchas otras formas de violencia virtual. El terrorismo tampoco tiene límites. Pareciera que cada día estamos más cerca del apocalipsis.

«No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la Cuarta Guerra Mundial: palos y mazas». —Albert Einstein—

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1 COMENTARIO

  1. Es una realidad aplastante y que fácilmente sale de nuestro control. Por eso, en mi caso, decido disfrutar y agradecer cada día, tratando de dar lo mejor de mí a quienes les sirva (aquello del granito de arena como aporte a la familia y a la sociedad), y orando por un mundo mejor donde el hombre adquiera la consciencia de la grandeza a la que está llamado.

    La vida es solo este momento.

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