Por: Luis García Quiroga
“Y me quedé soñando, con la ilusión a cuestas, con la esperanza guardada en el bolsillo roto de un pantalón”. Dice así la balada de Montaner. Podría ser la frase para representar la frustración de los jóvenes, cuyo indicador de desempleo llegó al 30 %, según el DANE.
Si al caótico desempleo juvenil sumáramos la terrible pérdida de confianza que la muchachada tiene en las instituciones, especialmente en la justicia, políticos, organismos de control, cuerpos de seguridad pública, podría ser mayor el indicador estadístico del enorme ejército de desesperanzados cuyas vidas económicamente productivas están hoy contagiadas por la frustración.
El fenómeno del desempleo juvenil no es asunto de poca monta porque a una nación no podría sucederle algo más grave que la nueva generación se encuentre económicamente inactiva. No es un problema transitorio o causado por la pandemia del Covid-19.
Antes de la pandemia el desempleo estaba en el borde del 10 % y el desempleo juvenil superaba el 17 % pero con la crisis sanitaria se duplicó en buena medida porque con la deserción en colegios y universidades, los muchachos salieron a buscar trabajo.
Hemos leído los informes sobre las masacres de jóvenes en varias regiones. Vemos los centros de reclusión infestados de muchachos, casi niños que apenas les sale yerba en el yarumo. Se sabe de casos de familias no solo de estratos vulnerables sino también de estratos medios que pasaron de la desesperanza a la desesperación.
Duele saber que el Estado ha sido impotente y que ningún gobierno ni local ni nacional ha sido capaz de asegurarles a los muchachos una vida laboral digna. Una dignidad que vaya más allá del paupérrimo ingreso solidario de $160 mil pesos mensuales.
Gobiernos capaces de hacer ruido y escándalos con cualquier estupidez pero incapaces de dar soluciones a uno de los segmentos más sensibles de la sociedad contemporánea. Los veremos crecer en la frustración y la desilusión.
“En mi país no hay oportunidades para los jóvenes”, lo dicen jóvenes incluso con estupenda formación profesional. Las redes sociales están infartadas con la demanda de empleo.
Ellos no entienden cómo todas las políticas anunciadas de empleo para los jóvenes se han convertido en saludos a la bandera. Tampoco entienen cómo en los créditos bancarios son más baratos para comprar carro que para montar una empresa. Pero ellos ya saben, que mientras el gobierno propone trabajo por horas y entrega los recursos más gruesos a los bancos y a los cacaos empresariales, los jóvenes, ya sin expectativa de una vejez segura, harán parte de la creciente bomba social que en días no lejanos recrudecerá las marchas, la protesta social, el vandalismo y todos los parientes cercanos y lejanos de la violencia.
Claro que también existe el segmento social indiferente y ajeno, que no supone sino que asegura que por grave que sea la cosa, al final no va a pasar nada. Como siempre.
Por eso, si no fuera dramático sería chistoso ver las sesiones del Congreso, Asambleas Departamentales y Concejos Municipales ignorando a la juventud y sus frustraciones laborales mientras muchos muchachos engrosan grupos delincuenciales, pandillas, guerrilla, paracos o simplemente se dedican a actividades de rebusque que les permita llevar a sus familias algo de comer.
Es la verdad reflejada en la ola de inseguridad que afecta a ciudades como Pereira. Es inevitable pensar que tendremos más cárceles y tumbas que escuelas y fábricas.
No quisiéramos suponer que esa indiferencia es aparente y en el fondo sea solo una trampa de pobreza inducida, para que el espectro de la necesidad crezca tanto, que los jóvenes no necesiten política sino carnadas para el endiablado tejemaneje electoral de siempre, en el que los políticos dicen amar tanto a los pobres y vulneables, que procuran tener más de ellos.
Eso suele ocurrir cuando se echan las esperanzas en el bolsillo roto del pantalón.
Que tristeza ver unas generaciones de jovenes sin esperanza de vida, ver una fuerza de inteligencia y trabajo que se pierde por culpa de las malas politicas de los gobiernos que hemos tenido desde hace 30 años que no han tenido continuidad en la atencion de este sector. Definitivamenre estamos gobernados por cavernicolas.
De acuerdo. Las cifras de cobertura en educación media (Grados 10/11) son del orden del 51%, esto es, solo uno de dos jóvenes esta escolarizado en Pereira. y de ellos solo la mitad ingresa a la educación terciaria, y de ellos solo el 60% se gradua. Conclusión solo uno de cada ocho (1:8) jóvenes concluyen la educación superior. Así es muy difícil crea runa economía con una demanda de alto valor agregado. Condenados a importar y depender, a vivir del subsuelo. Y cuando se acabe… (las reservas de Gas se terminan en 8 años, las de petroleo un poco mas…)