Recién escribí una columna relatando cómo el gobernador Tamayo dijo en una reunión, que “Al hospital San Jorge se lo habían robado” e inclusive hizo señalamientos de corrupción respaldando el informe de la Corporación Vigía Cívica, detallando contrato por contrato, nombres propios, sobrecostos y otras irregularidades tan evidentes como el texto que usted está leyendo.
El tema del atraco contractual al San Jorge ha conmovido tanto que es probable que, si la indignación perdura de aquí a las próximas elecciones de Congreso, se les pondrá el dulce a mordiscos a quienes han sido señalados de prohijar el saqueo, no obstante, en esta crisis estar saliendo a repartir las migajas del festín de Baltazar, como se ve de manera obscena en las redes sociales.
Lo digo porque no salgo del asombro por la reacción de muchas personas cuando propusimos la donación de dinero para apoyar a un grupo de jóvenes pereiranas lideradas por la diseñadora Laura Naranjo.
Laura (a quien no conozco) había contactado a sus amigas para hacer una campaña dirigida a confeccionar trajes de tela antifluidos (incluyendo escafandra y botas) para donarlos a los médicos y personal sanitario de los hospitales San Jorge y Keneddy y les alcanzó el civismo solidario para donar diez trajes al Hospital de La Virginia, pese a que un funcionario de la Gobernación dijo que “tenían de todo”, lo que ojalá hubiera sido cierto.
Es lo que marca la diferencia. Hay mucha gente que está desplegando silenciosa generosidad y solidaridad sin falsos protagonismos. Personas que apoyan como en los terremotos: están ahí, salvando vidas a riesgo de las suyas propias; o simplemente retornando algo de lo que recibieron.
La respuesta no se hizo esperar. El arquitecto Jorge Enrique Martínez saltó como un resorte, me pidió el contacto de Laura y varios minutos después me dijo al whatsaap “Luis, dígales a la chicas que mañana les transfiero”. (Me parece obsceno mencionar cifras). Martha Elena Bedoya, Martha Manrique sumaron su apoyo ejemplar.
Por temor a quedarse con los crespos hechos, Laura y sus amigas tenían una meta de 60 trajes e hicieron 80. Y las seguían llamando para ofrecerles más apoyo pero tuvieron que parar porque la tela antifluidos se agotó en el mercado.
Ellas nos llenan de ilusión porque simbolizan la esperanza. Nos enseñan que el ADN del civismo nacido en la simiente de la solidaridad y el concepto comunal está extraviado en el mundo de los negocios, pero mientras queden trazas, moléculas o señales del auténtico civismo, la esperanza seguirá viva.
Que belleza y que orgullo pereirano siento, ojalá se sigan sumando esfuerzos 👏🏻
Cada sociedad afronta diferente las crisis.
Es altruismo, lo que desarrollan ese grupo de personas, tan escaso en la actualidad.
Una,sociedad que proyecta acciones de cooperación , es una sociedad de admirar.
Bravo,