(lascaravanasdematusalem@hotmail.com)
Quienes creemos en espíritus colectivos, reconocemos que en el norte de Colombia se manifiestan dos grandes espíritus musicales: el Espíritu Sabanero y el Espíritu Vallenato. Muchos creen que toda la música del norte de Colombia y del Caribe colombiano se llama genéricamente música vallenata, y asocian el acordeón como instrumento hecho únicamente para interpretar la música vallenata. No es verdad.
ESPÍRITU VALLENATO: Las fronteras espirituales de este aire fantástico inician en el occidente de la Sierra del Perijá venezolano, pasa por el Sur de la Guajira y el Norte y Centro del Cesar llegando a instalarse hasta el Sur del Magdalena. Los principales ritmos que logran interpretar este espíritu musical son: el paseo, la puya, el merengue, el son, el chicote y el pilón. Los instrumentos necesarios para lograrlo son: el acordeón, la caja y la guacharaca (idiófono de raspado). También la guitarra pudo, siendo la primera, develar la silueta musical de este espíritu rítmico.
El vallenato, sin embargo, no es un ritmo, sino un gentilicio. Inicialmente fue un término despectivo que utilizaban los encopetados del Alto Magdalena contra los habitantes de Valledupar y la gente de su alrededor, por motivo de una epidemia que afectó la piel de los habitantes del Valle que producía un carate de pigmentación blanca y negra y los samarios les pareció que era como la piel del hijo de la ballena. Luego el nombre fue asociado a Valledupar y hasta hoy llamamos también vallenatos a los habitantes de esa zona de Colombia. Este bello espíritu ha sido tan impresionante en quienes lo disfrutan, que con su difusión lograron romper sus fronteras espirituales, llevándolo a muchos rincones del mundo.
En el siglo XX el vallenato alcanzó su primera madurez, gracias al trabajo constante de sus virtuosos creadores y a la efectiva gestión de sus más célebres embajadores. En la política el embajador fue el ex presidente Alfonso López Michelsen y su esposa Cecilia Caballero; en la literatura, Gabriel García Márquez; en el periodismo Daniel Samper Pizano; en la interpretación Carlos Vives y como representante de los juglares, Rafael Escalona, que era el más culto, porque era bachiller y fue guiado musicalmente por Enrique Pumarejo. Rafael Escalona encontró la justa media del lenguaje vallenato y esto hizo que toda su obra literaria fuera memorable. En la construcción administrativa, “La Cacica,” Consuelo Araújonoguera, fundó una sede cultural y con ella, pudo condensar toda una riqueza de esta música, para que fuera aprovechada por los creadores y por toda la región, rescatándola de la dolorosa volatilidad económica en que vivía.
No podríamos nombrar aquí a todos sus creadores, ni diferenciar correctamente los interpretes musicales, de los autores y los cantores, pues en principio se debían integrar las tres virtudes para ser escuchado y, tal vez, lograr recibir alguna retribución económica por la demostración artística. Fueron y son pilares del vallenato: Emiliano Zuleta, Rafael Escalona, Alejo Durán, Nicolás “colacho” Mendoza, Abel Antonio Villa, Guillermo Buitrago, Francisco Rada, Nafer Durán, Juancho Polo Valencia, Bienvenido Martínez, Toño Salas, Lorenzo Morales, Luis Enrique Martínez y Leandro Díaz, entre otros.
La evidencia del espíritu vallenato posado en autores como el guajiro Leandro Díaz, no se puede desconocer. Leandro, nacido en la finca de Alto Pino del municipio de Barrancas (Guajira) de Colombia, ciego de nacimiento, devela en sus composiciones la alta sensibilidad de su alma y la belleza de las imágenes que construye de la realidad, con el imaginario de un creador, encontrando una narrativa lírica depurada, que le resuelve, con suma belleza, el cómo contar y cantar los relatos cotidianos, nacidos de su estancia en Hatonuevo, Tocaimo (corregimiento) y San Diego (Cesar). En su composición de La diosa coronada, entrega además, la facilidad que tiene para manejar, en modo literario, el sarcasmo con apego al humor.
“… Cuando el rey llega tarde
Que mira el jardín florecido,
Cuando la diosa
Mueve el caderaje
Se pone el rey más engreído (bis)”
Gozó Leandro Díaz de la pública admiración que le profesó el nobel de literatura Gabriel García Márquez, quien tenía como canción preferida de sus parrandas a La diosa coronada, y gracias a ello, la llevó a ocupar el lugar de epígrafe en su obra literaria El amor en los tiempos del cólera, pues sentía que esta bella canción también era un canto inmenso a su amado Magdalena.
Sufrió Leandro Díaz, como muchos autores, el robo de algunas de sus composiciones y melodías, lo que obligó al creador musical a incluir en la composición melodiosa su propio nombre y los sucesos más puntuales de su vida, para no dejar ninguna duda de su autoría. Es así, como en Dios no me deja, Leandro empieza a precisar su biografía. Fragmentos:
“¡Ay! Yo nací una mañana cualquiera
Allá por mi tierra/ día de carnaval (bis)
Pero yo ya venía/con la estrella
De componerle y cantarle a mi mal (bis)”
“Si él la vista me negó/ para que yo no mirara,
Y en recompensa me dio/ los ojos bellos del alma (bis)”
Sin embargo, el culmen creativo de Leandro Díaz lo consigue con la canción Matilde Lina.
Si la La gota fría de Emiliano Zuleta es considerada la crónica mejor contada en este género musical, la tercera estrofa del paseo Matilde Lina, es, tal vez, el verso de conformación perfecta de éste aire musical. Siendo Leandro Díaz un poeta primitivo, ciego de nacimiento, ignorante de las estructuras académicas de la música, crea –inmerso en él-, este verso musicalizado que hace reventar las leyes establecidas de la música, las cuales, al verse rebasadas, con Matilde Lina, no les queda más remedio que acogerlo como uno de los suyos, como a uno de los grandes. Fragmento:
“Este paseo es de Leandro Díaz (bis)/ Pero parece de Emilianito
Tiene los versos muy chiquiticos/ Y bajiticos de melodía.
Tiene una nota muy recogida/ Que no parece hecho mío
Y era que estaba en el río/ Pensando en Matilde Lina (bis)”.
En la segunda generación de grandes intérpretes musicales aparece Israel Romero, Egidio Cuadrado y el “Cocha” Molina. De los autores y cantores sobresalen Jorge Oñate, Marciano Martínez, Hernán Urbina Joiro, Rafael Manjarréz, Los hermanos Zuleta, Beto Zabaleta, Omar Geles, Iván Villazón, Gustavo Gutiérrez Cabello, Rafael Orozco, y el gran Diomedes Díaz. El vallenato es esencialmente un ritmo creado para contar historias cantando, con una fuerte carga de lirismo y romanticismo.
Antes de hablar del Espíritu Sabanero debo decir que en litoral, Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, La Sierra y sus alrededores confluyen otros aires, que aunque figurativamente son más pequeños, son a la vez, más variados. Por ahora exaltemos la fusión que se presenta con los aires africanos, árabes, turcos, libaneses, y de toda la música del Caribe que la influye profundamente. Basta mencionar a Joe Arroyo, Wilsón Manyoma, Morgan Blanco, Petrona Martínez, Adolfo Echeverría, y el académico cordobés Francisco Zumaqué que recoge todo el aire del litoral. Pacho Galán y Lucho Bermúdez, tienen espacio aparte. Ellos hicieron del clarinete un rey y de la cumbia el edicto que ordenaba mover las caderas.
En la tercera generación de intérpretes vallenatos se imponen, Jorge Celedón con una voz dulce y potente a la vez, Nelson Velásquez, Silvio Brito, Miguel Morales, Jean Carlos Centeno, Beto Villa, Alejandro Palacio, Beto Zabaleta, y se reinventa musicalmente Carlos Vives. En las mujeres fue notorio y hermoso, el trabajo musical de Patricia Teherán y Chela Ceballos. En esta generación aparece el Vallenato Nueva Ola, y fue Kaleth Morales, quien refrescó la historia contada del vallenato y aceleró su ritmo. Muchos nuevos intérpretes lo han defendido y su trabajo permanece como bella flor de primavera: Daniel Calderón, Orlando Liñan, Martín Elías, Osmar Pérez, Hebert Vargas, Peter Manjarrés, el genial guajiro Silvestre Dangond, y el impecable Pipe Peláez. La participación femenina en el Vallenato Nueva Ola, pudiera adjudicarse a intérpretes como Danny Ceballos, Lucy Vidal y Ana del Castillo.
ESPÍRITU SABANERO: Tiene sus fronteras espirituales en Córdoba, Sucre y el Sur y Centro de Bolívar. Aunque lo reconocen más de treinta ritmos, lo manifiestan especialmente la cumbia y el porro. Tiene carácter festivo y por ello involucra otros instrumentos como la timba, las congas, el marimbol, el bombardino, la trompeta y la gaita. Sus representantes principales son y fueron: Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Lisandro Meza, Eliseo Herrera, Rubén Darío Salcedo, Aníbal Velásquez, César Castro Jerez, “Chico” Cervantes, Aniceto Molina, Dino Gutiérrez, Fredy Sierra, Felipe Paternina, William Molina. Ellos con Andrés Landero, Adriano Salas Manjarrés y Adolfo Pacheco, son los decanos de la música tropical sabanera.
Cuando Antonio Fuentes en 1962 conforma la agrupación musical llamada Los Corraleros de Majagual con Calixto Ochoa, César Castro Jerez, Alfredo Gutiérrez, y después se une a ellos Armando Hernández, el Espíritu Sabanero empieza a pavonearse por la Sabana, pues su silueta la pudo reconocer hasta por el más desprevenido que cantaba y bailaba sus canciones. La canción más memorable, sin duda, fue Festival en Guararé. Fragmento:
“Vamos mi amorcito que te llevaré
Al decimoquinto festival en Guararé…”
En la última generación sabanera, se reconocen sus mejores intérpretes como: Joche Meza, César y Rolando Ochoa, “Juancho” de la Espriella, John Salcedo, Andy Rico, Walfredo Gutiérrez, William Torres, Ever Sierra, Manuel Vega, Julio Cárdenas, Alfredo Gutiérrez Jr., Mario Pérez, Armando Prasca, Luis Alberto Pardo, y el estructurado “Chane” Meza. La cuota femenina sabanera la aportan Aglae Caraballo, Adriana Lucía, Mayté Montero y Martina La Peligrosa (porro-pop), entre otras.
ADOLFO PACHECO: Debido a la decisión que tomaron en Valledupar de fundir la música de acordeón en una sola y llamarla música vallenata, este formidable juglar sanjacintero crea uno de los hitos musicales más memorables de la música sabanera y lo presenta en Valledupar con su compadre Ramón Vargas, proponiendo algo inédito: una piqueria pacífica entre los ejecutantes de los dos espíritus. Una piquería (payada de contra punto) que reconozca los marcadores culturales de las dos regiones, pero que sea capaz de sentar en una misma hamaca al pueblo del Valle y al de la Sabana. La hamaca grande, fragmento:
“Compadre Ramón (bis)/ Le hago la visita
Pa´que me acepte la invitación/ quiero con afecto
Llevar al Valle en cofres de plata/ una bella serenata
Con música de acordeón (bis) / Con notas y con folclor
De la tierra de la hamaca (bis)”.
ALFREDO GUTIERREZ: Juglar sabanero de origen cesarense. Es un artista inconmesurable; interpreta con maestría los aires de las dos regiones y su ejecución es catalogada como magistral. Ha sido tres veces rey vallenato y fue de los primeros en desbordar las fronteras con la música de acordeón. Su maestría no sólo radica en sus virtudes creativas e interpretativas, sino que involucra en su representación un lenguaje kinésico, absolutamente original, impartiéndole la singularidad y belleza estética que busca todo gran creador.
RUBÉN DARÍO SALCEDO: Salí del Museo de arte de Sincelejo acompañado del maestro Salcedo, tomamos un taxi en dirección a su casa, y el taxista al identificarlo empezó a cantar sus canciones: Ay Helena y Ojos verdes. El maestro musical sonreía, fue un momento muy bello y particular. Es creador de ritmo El pasebol que fusiona la música de acordeón con el bolero; es el autor, además de otras cuatrocientas canciones, y del himno de feria más importante del norte de Colombia: Fiesta en corraleja. Fragmento:
“Ya viene el veinte de enero/ La fiesta de Sincelejo
Los palcos engalanados/ La gente espera el ganado
Esta sí es la fiesta buena/ La fiesta de corraleja”.
LISANDRO MEZA: Rey sabanero del acordeón. Es un juglar incomparable. Gracias a los buenos oficios de Joche Meza, su hijo y heredero musical, pude entrevistarme con el juglar en su casa de Los Palmitos (Sucre), en la vía a Cartagena Colombia, y disfrutar del cafecito caliente de La Niña Luz, su esposa, doña Luz Domínguez. Lisandro Meza añade a su creatividad y su inagotable energía, abundantes recursos paralingüísticos, con composiciones de elementos cuasi-léxicos, parece un enredo, pero lo hacen único. Observemos un poco de ello en Baracunatana. Fragmento:
“… Por eso, tu eres/ Turuncunocolo,locurucutu,
Mulata, cucharambí/ Baracunata, baracunatana,
Y con el mono de la moto/ Eran nueve que tenía
Y te ponían serenata”.
CALIXTO OCHOA: Lamentablemente falleció en Sincelejo el 18 de noviembre del 2015. Perdió Colombia uno de sus más grandes tesoros musicales. Nació en Valencia de Jesús (Cesar), pero vivió la mayor parte de su vida en Sucre. Fue el juglar más prolífico del norte de Colombia; grabó más de mil canciones. Como Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa podía mover su alma sensible entre los dos espíritus predominantes de la música de acordeón. En 1970 fue proclamado en Valledupar como rey vallenato, siendo a la vez, uno de los más insignes juglares sabaneros. Padeció en sus últimos años una molesta enfermedad renal que logró detener un poco su trabajo creativo y cultural, y en adelante solo recibía en su casa al gran Diomedes Díaz, a quien consideraba su hijo musical. Privilegiado, me fue concedido estar en la terraza de su casa toda una tarde, escuchando al maestro musical Calixto Ochoa mientras evocaba y cantaba sus canciones. Este momento inolvidable solo fue posible por la bondad y hospitalidad de su esposa Dulsaide del Rosario, y de su hijo Rodrigo, quien todo el tiempo me proveía con cerveza fría. Escribió Calixto Ochoa el himno musical más grande de la música de acordeón, logrando con él, asimilar, sin sobreponer ninguno, toda la apropiación creativa y la belleza de la poesía musical que se manifiesta en el espíritu vallenato y en el espíritu sabanero: Los sabanales. Fragmento:
“Cuando llegan las horas de la tarde/ Que me encuentro tan solo y muy lejos de ti
Me provoca volvé a los guayabales/ De aquellos sabanales donde te conocí”.
Gracias maestro, gracias juglar; el Señor de los Cielos otorgue paz a su alma y fortaleza y unión a toda su familia.
(lascaravanasdematusalem@hotmail.com)
Alex, no se imagina la inmensa sensibilidad que esta maravilla de crónica me ha generado, por el gusto que profeso por la música en general y en particular los aires de la costa norte. Leerla, me ha recreado momentos muy especiales en un viaje que hice recientemente al Cesar, estuve en Astrea, viajando en carro desde Valledupar y pasando por Valencia. Qué hermoso trabajo, valioso por su excelente habilidad para recibir pero mucho más por la experiencia que se colige usted vivió antes de escribirlo. Los demás, los aportes académicos sobre los aires vallenatos y sabanero, son valores añadidos, lo principal es la emoción de leerlo. MUCHAS GRACIAS
Un gusto Don James Cifuentes. Celebro que haya disfrutado la lectura y que haya encontrado una bella conexión con la música y la cultura de una de las regiones más singulares y enriquecidas de Colombia. Un gran abrazo.
Excelente trabajo de investigación. Que buena información,desconocida para mí. Muchas gracias.
Con mucho gusto Juana. Me alegro que haya disfrutado el escrito.
Se desconoce el origen folclórico de los tesoros musicales. Esta reseña histórica, apuntala armónicamente su inadvertencia. Excelente glosa.
Muchas gracias poeta Jairo Castaño por la bondad de la lectura. Un abrazo.
Excelente recreación de nuestra cultura musical del norte Caribeño.
Muchas gracias Don Luis Poveda por su beneplácito.
Muchas gracias la verdad no tenía conocimiento y es importante conocer y entender todo sobre el folclor