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PolíticaLa hipocresía masculina

La hipocresía masculina

Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ

Que exista «el día de la mujer» es la prueba palmaria del machismo que padece la humanidad y la mejor demostración de la enfermedad que la carcome. Es como si los demás 364 días del año fueran del hombre. Me aflige y me avergüenza que cada 8 de marzo aparezcan millones de mensajes de felicitación para todas las mujeres por su sola condición, que les obsequien regalos y flores, que las adulen. Solo bla, bla, bla. Es la clara expresión del «macho» que se pavonea para reafirmar su superioridad.

Es terrible la realidad que envuelve al género femenino en todo el planeta. Aunque el acoso sexual y la violencia física han sido en los últimos años sus padecimientos más visibilizados es imperativo reconocer todas las demás injusticias e inequidades históricas: la discriminación salarial, la escasa participación política, la falta de oportunidades y reconocimientos, los sesgos educativos, el excluyente papel social, etc.. Han sido las mujeres mismas, en su propia angustia, quienes han tenido que gritar por la equidad, quienes han gestado sus propias organizaciones feministas, quienes han salido a la calle a mostrar sus heridas. Que la sociedad les endilgue a las féminas la responsabilidad de su lucha contra la desigualdad es también otra repugnante forma de maltrato. El varón ha sido un espectador impávido que no quiere bajarse de su pedestal y que poco o nada hace por la igualdad. Solo habrá justicia cuando alcancemos el equilibrio en las esferas de poder.

En Colombia se discute en los últimos años la idea de ampliar la participación de la mujer en todas los ámbitos de la política e incluso se han aprobado un par de leyes en tal sentido: la ley 581 de 2000 (Ley de Cuotas) que señaló que el 30% de los cargos de máximo nivel decisorio en la estructura de la Administración Pública deben ser ocupados por mujeres y la ley 1475 de 2011 en la cual se estableció un porcentaje mínimo (30%) de participación femenina en las listas de los partidos políticos para cargos de elección popular, en donde se elijan más de 5 curules. Mera hipocresía. Convertimos a la mujer en un elemento decorativo con medidas que en nada han contribuido a crecer su presencia en los espacios de poder. Por el contrario las hemos transformado en simples «rellenos», lo que agrede su condición y hace denigrante su presencia en la política. Después de muchos años el panorama es muy pobre: en el Senado las mujeres ocupan el 21% de las curules, en la Cámara de Representantes el 18% y en los concejos municipales el 17%; y solo el 15% de las gobernaciones y el 12% de las alcaldías están en sus manos.

Si queremos un cambio real y una verdadera equidad hay que establecer —como lo han hecho Suecia y otros países— que el 50% de los cargos (y no de los aspirantes) sean para las mujeres. Cambia la mentalidad de la sociedad. Por ejemplo: Suecia con un Parlamento conformado en un 50% por mujeres asumió la prostitución como una forma de violencia masculina contra ellas y decidió penalizar a los hombres que las explotan comprando sus servicios sexuales. El problema se redujo en un 80% en tan solo diez años. También ha sido evidente e inocultable que los países que mejor han manejado la crisis originada por la pandemia son aquellos que están gobernados por mujeres. Más claro es imposible.

Todo se basa en que «las desiguales circunstancias sociales y políticas dan a las mujeres capacidades humanas desiguales». Empoderémoslas en vez de ocultar el problema con una flor.

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2 COMENTARIOS

  1. Maravillo artículo. Lo ideal sería invertir las actuales cifras, pues el patriarcado ha mostrado ser incapaz de administrar eficientemente nuestros asuntos sociales.

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