Por LUIS GARCÍA QUIROGA
Algún día, alguien que no seré yo porque nunca estuve en ese vergonzoso proceso extradeportivo, contará la historia negra del equipo de fútbol que, en sus inicios, pagaba a sus jugadores por la ventanilla de tesorería del Municipio de Pereira, o lo que es igual: con los impuestos de los pereiranos.
El que escriba ese entramado tramposo y mafioso tendrá que decir también que es lo más parecido a la decadencia ética, detrimento patrimonial y aflojamiento moral que permeó a casi toda la sociedad pereirana, o lo que es igual: la coexistencia o complicidad con la corrupción.
La pasión por el fútbol casi siempre nos impide ver la turbulencia y oscuras maniobras de sus dirigentes. Un deporte víctima de los negocios sucios, tal como ocurrió con el Deportivo Pereira a lo largo y ancho de las últimas cuatro décadas durante las cuales se pueden contar los muertos, los engañados y los prófugos.
Las frustraciones deportivas las hemos sufrido en carne propia, pero las empresariales como aquella de “llevar al Pereira a las grandes ligas”, o la que propuso y ejecutó sin beneficio para la ciudad el entonces senador Habib Merheg en plena plaza de Bolívar, poco, casi nada se sabe.
El Deportivo Pereira es el equipo que pasó de cartel en cartel de mafiosos como ninguno otro en el fútbol profesional; y al parecer terminará con la intervención judicial cuya valoración de activos fue tasada en $31 mil millones, algo así como diez millones de dólares, siendo su activo más valioso los clientes, o lo que es igual: la sufrida hinchada.
¿Dónde comenzó la destorcida ruinosa del Pereira? Casi todos sabemos que el fenómeno “inversionista” se inició con la vinculación de “Don” Octavio Piedrahita, quien entre sus extravagancias ofreció comprar el estadio Hernán Ramírez Villegas, hombre hábil el tal “Don”, quien ya advertía que nuestra clase dirigente, incapaz de administrar con eficiencia, es proclive a vender lo que sea.
La caída del equipo a la segunda categoría no impidió que siguiera secuestrado por oscuros intereses incluido el nefasto período del “Doctor” Ramón Ríos Bernal a quien -protegido por la política- los medios le rendían pleitesía mientras él hacía del deporte risaraldense su propio negocio, llegando a ser al mismo tiempo presidente del Pereira y director del deporte departamental, sin que importara la resistencia de unos pocos. Todo terminó con un proceso que aún no se cierra en la Fiscalía y en el que el Departamento de Risaralda vio desaparecer más de mil millones de pesos provenientes de los impuestos de tabacos y licores.
En agosto de 2004 la crisis del Pereira tocó fondo (como cada rato). Los medios presionaban al alcalde Juan Manuel Arango y al gobernador Carlos Botero para que “salvaran” al equipo del naufragio financiero a que lo llevó Ríos Bernal.
Por circunstancias de la vida, fui protagonista oculto de ese episodio deplorable cuando estando yo en la presidencia de la Liga de Natación, el alcalde Arango Vélez me llamó a preguntarme qué pensaba sobre esa presión de los medios, de la crisis y qué le podía proponer, si lo que quería Ríos era que le metieran plata buena (patrocinios de las empresas públicas) a la pésima administración y al derroche, pues era vox pópuli que el “doctor” gastaba y gastaba y gastaba, en cosas indecibles.
Conocedor como muchos del desorden imperante en el Pereira, le propuse al alcalde Arango un comunicado formulando la posición del Municipio, pero respecto del Deportivo como institución. Lo que es igual a decir que si el Deportivo podía demostrar una contabilidad certificada, un patrimonio comprobable tanto en bienes inmuebles como en jugadores del equipo profesional como de las divisiones inferiores y de quién o quiénes eran los derechos deportivos en cada caso, todo ello con una rigurosa auditoría que permitiera un proceso de resiliencia, se podía evaluar la posibilidad de brindar apoyos económicos vía publicidad.
El comunicado fue muy conciso y preciso. El alcalde Arango llamó de inmediato al gobernador Botero quien estaba en un evento en la UTP. Le leyó el comunicado y el gobernador dijo que él también lo firmaba, tal como ocurrió, pues fui yo quien llevó al gobernador el documento para la firma en cuestión. Huelga decir que a partir de allí ni los medios ni el “doctor” volvieron a hablar del asunto.
Lo que tiene valor agregado en esta historia es que el comunicado mencionó un asunto que casi siempre olvidamos. Que a finales de la década de los años 90 tanto la gobernación como la alcaldía perdieron misteriosa y miserablemente jurídicamente los aportes que por años fueron orgullo de los pereiranos. Desde allí, la historia fue otra, hasta nuestros días en que, si alguien tiene nueve millones de dólares, compra el equipo y se lo puede llevar para donde le dé la gana. Otro Cúcuta Deportivo errante, sin ley y sin norte.
Como entre cielo y tierra no hay nada oculto, algún día sabremos más verdades y sus protagonistas por acción y omisión, sobre la historia negra del Deportivo Pereira, para que ojalá, no haya repetición.
Mientras tanto, ya conocida la valoración económica del Pereira, veremos dónde va a parar este globo vestido con los colores rojo y amarillo de nuestra ciudad.
Pereira, octubre 11 de 2020