Algunos grupos en su lucha por la equidad de género, con su postura por el principio de igualdad de la mujer y el hombre y que es válido en cuanto se busca el reconocimiento de las mujeres como personas y sujetos de derecho, han querido censurar algunos textos bíblicos, por supuestamente promover el rol del patriarcado, creando desigualdades de poder entre varones y mujeres. Quisiera referirme a un texto bíblico, que ha sido mal interpretado por estas corrientes feminista.
En el libro del Génesis se nos narra que no es bueno que el hombre esté solo y Dios crea a la mujer, y su existencia es un regalo que produce una alegría singular; es una buena noticia. Paradójicamente esta gran noticia se ha entendido mal en algunos círculos feministas que piensan que la mujer queda relegada a un lugar inferior porque de todos modos el hombre es primero y porque el ser de la mujer queda en dependencia de sentido con el ser del hombre: ella existe, para darle ayuda y compañía a hombre.
Si observamos detenidamente el texto podemos darle vuelta a ese argumento y decir que el texto a quien hace quedar mal es al hombre, ¿Quién es más fuerte, el que ayuda o el que necesita ser ayudado? ¿Quién es más independiente, el que acompaña o el que requiere ser acompañado? Desde esta perspectiva la más fuerte y más independiente, la más vital es la mujer.
El texto continúa diciendo, el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, la biblia aquí no presenta un encuentro de dos que han dejado a sus respectivos padres; es el hombre, y solo él, quien aparece dejando a sus padres, ¿por qué? Por una razón, porque la mujer es más vital; en ella corren y palpitan las fuentes de la vida. El varón recibe, como también la mujer, su vida: la recibe de la mujer, de la madre. Pero ese impulso inicial se agota y encuentra su límite. La madre también declina y fallece.
Quien es manantial de vida también fenece y aunque nadie es irremplazable, la fuente vital encuentra su renovación en el encuentro, del varón, con la mujer quien se hace carne de su carne, para convertirse en un solo ser, en una sola persona, la mayor fuente y expresión de humanidad; una imagen de Dios que se hace plena en la realidad masculina y en la realidad femenina, signo maravilloso que apunta hacia el infinito de rica complejidad, belleza y fecundidad del ser divino.
Padre Pacho