Por ÁLVARO CAMACHO ANDRADE
En 1995 visité por primera vez la enigmática e imponente laguna del Otún.
Llegar a lomo de mula al punto llamado La Asomadera después de 12 horas del difícil pero espectacular ascenso es una experiencia similar a la de Balboa cuando diviso el océano Pacífico.
Un grupo de doce exploradores salimos en mulas y yeguas desde El Cedral a las 5 am, completamos la primera etapa de dos horas en camino de herradura hasta La Pastora para desayunar y reiniciar el ascenso, cada uno cargaba un morral con el kit recomendado por las EEPP compuesto entre otras cosas por una capa para la lluvia, una manta, ropa de cambio, alimentos enlatados como salchichas, atún, leche, condensada además de huevos cocinados, bocadillos de guayaba, chocolatinas, agua o hidratantes, yo cargaba además mi cámara Canon AE1 con dos lentes, Flash, una buena provisión de rollos a color y baterías que dispuse en empaque de plástico especial, aunque todo el viaje lo hice con la cámara al cuello para ir registrando el hermoso paisaje que cambiaba a medida que subíamos.
Más o menos a la 1 pm llegamos a El Bosque, pequeño caserío con escuela, sede social y punto de salud para los pocos habitantes del lugar, casi todos campesinos cultivadores de papa, después de pasar por Peñas Blancas que es un paraje con inmensas piedras volcánicas.
En El Bosque almorzamos extenuados, pero con el ánimo de seguir el camino ya que la laguna queda a dos horas y el terreno en leve ascenso es menos agreste. en media hora logramos ver el primero de miles de frailejones, señal de que ya estábamos en terrenos de páramo. Nos tocó un clima benigno con sol intenso y picante, la vegetación a esa altura es completamente distinta al bosque tropical húmedo de El Cedral, la vista es la de una inmensa pradera o más bien, un jardín del paraíso adornado con miles de flores de árnica amarilla y morada y al fondo uno de los bosques de frailejones más grande del mundo. Cuando llegué a La Asomadera y logré ver por primera vez la laguna del Otún me sentí afortunado de estar en uno de los lugares más lindos de la tierra. He subido unas diez veces y siempre quiero volver a ver las cascadas que la alimentan, la azufrera, las águilas cazando liebres, o como en una o dos ocasiones avistar un majestuoso cóndor solitario y…hacer fotos y fotos y fotos.
Pienso que cada Pereirano debe visitar la laguna del Otún por lo menos una vez en su vida.
ALVARO CAMACHO ANDRADE