Por Lisandro López Martínez
Economistas ambientales han planteado que después de esta calamidad, es hora de restaurar los bosques, detener la deforestación, invertir en la gestión de las áreas protegidas e impulsar mercados para los productos sostenibles. Donde exista la cadena legal de comercio de vida silvestre, es crucial hacer un trabajo mucho mejor para elevar las condiciones de higiene. Y, por supuesto, urge abordar el tráfico ilegal de vida silvestre, el cuarto delito más cometido en todo el mundo y una de las causas potenciales de la pandemia existente, como lo manifesté en mi columna del pasado abril 25.
Cuando se gestiona de mejor manera la naturaleza, mejor es la gestión de la salud humana. Por tal razón es fundamental el marco mundial de la “Diversidad Biológica Post-2020” que se espera aprueben los países de todo el mundo este año. Un pilar importante en el plan mundial de recuperación post-COVID según los expertos, debe ser desarrollar un marco ambicioso, medible e inclusivo, porque mantener la naturaleza rica, diversa y floreciente es una parte fundamental del sistema que sustenta vida de todas las especies. Aún más, cuando se considera que entre 25% y 50% de los productos farmacéuticos se derivan de los recursos genéticos.
Y a medida que los motores del crecimiento prenden, necesitamos ver cómo el manejo prudente de la naturaleza puede ser parte de esta nueva economía que debe surgir, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del planeta son una y la misma cosa, y ambas pueden prosperar en igual medida.
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