Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

CulturaLa palabra suelta en el filo de la noche. Segunda parte.

La palabra suelta en el filo de la noche. Segunda parte.

Por JERSON ANDRÉS LEDESMA

Juana se hallaba en un mar de preguntas que atizaban su fuego interno; mientras apuraba su paso para llegar al punto de sumergirse en la entrañable locura que acompañaba el deseo perdido de aquel objeto. Afuera, el frío golpeaba con violencia, arremetía a empujones de lado a lado para socavar tal vez la voluntad que estaba al frente, el destello iluminado había encendido las flores del camino presas de un rojo abominable, reflejo de su halo ardiente; pero extraña circunstancia se daba a la hora, pues su retorno a la vieja vivienda era lejano, distante, casi inexistente. Era un camino matizado por la penumbra y en sus orillas vivientes temores que inundaban cierta desesperanza; la pequeña inocencia pura divagaba con sus agigantados pasos, mezclando su intrépida imagen con el negro y rojo que arropaban un fondo sin luz; el frío caliente de la hierba creciente  penetraba como una aguja, sus puntadas hilvanaban sus pedazos de alma maltrecha. ¿A dónde la conducía su abuelo? ¿Por qué su familia mostraba indiferencia frente a la historia del hombre? ¿Dónde podría encontrarse el valor de aquél tesoro escondido? Aunque había querido detenerse para beber a cántaros en una ola imaginaria de agua fresca, no mitigaba su sed, esta última bajaba áspera por su garganta y allí quedaba como una piedra que impedía cualquier exhalación; su aliento impregnaba el olor de una senda muerta pero que prometía volver a vivir una vez concretara su objetivo. El misterioso atuendo revoloteaba a lo lejos, como lo único entre la nada, girando como un péndulo entre esqueléticos árboles que pintaban una vez más de negro el paisaje; pero era allí donde debía estar, su inhóspito lugar, su hábitat memorable, el silencio que ahondaba el dolor de su pena, en medio del caos avizoraba a sus tíos, hermanos, sus varios padrastros, la madre, la ropa de la abuela; los rincones de la inmensa casa; pero también su abuelo, aunque nunca lo llegase a ver. Solo quedaban de él frases cortas que viajaban en un tren generacional, historias, anécdotas y ahora la semblanza del no retorno; que se dibujaba como una palabra liberada, despierta de su boca que la apresaba con vehemencia para devorarla. Así que, seguía su marcha incontrolable, detrás de la estela que la convidaba tal vez a un derecho inalienable: morir y ser parte del mismo camino construido, porque a eso tenía derecho. El crujir del ramaje seco, las víboras que emanaban salvajes de los hoyos carreteros, el azul pálido que despedía la fiera noche; adelante, solo adelante quedaba, ella era él, rojo y negro en la víspera de la orilla del camino.

Artículo anterior
Artículo siguiente

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Más articulos