Aún no cesa la polémica en torno a la plaza de Bolívar de nuestra ciudad y a su última remodelación en 1994. Algunos románticos, en actitud nostálgica, añoran el concepto de parque que existía antes de ese año y que se adornaba con una cruz de Malta. Bien vale la pena una reflexión sobre los argumentos que pesaron en su nuevo diseño a propósito de los sesenta años de la celebración del primer centenario de Pereira engalanada con la instalación del maravilloso monumento «Bolívar Desnudo» del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. La magia empezó con Lázaro Nichols, alcalde de la ciudad entre 1955 y 1956. Este visionario líder se adelantó varios años a la conmemoración del centenario y contrató con el artista antioqueño la construcción de «un Bolívar distinto». La osadía de Nichols, quien quería apartarse del concepto icónico, frío y tradicional de las esculturas de todas las plazas centrales de las ciudades de los países bolivarianos, caló en el espíritu liberal y libertario del maestro, quien rompiendo todos los esquemas humanizó con su idea la imagen del Libertador. «Quedó desnudo el hombre, tal un Cristo a caballo. Desnudo el caballo, desnudo el fuego -como en las manos de Prometeo- desnudas las banderas. Nada más, nada menos que un Prometeo: el hombre volando con el fuego, sobre la bestia y sobre las montañas en donde los hombres duermen y engendran. Ciegos que buscan la luz. Esclavos que buscan la libertad, Bolívar-Prometeo, Bolívar-tempestad, Bolívar-incendio. Tal es mi estatua. No otra cosa fueron las guerras de independencia…un anhelo de libertad para conocer, para vivir, para crear», fueron sus palabras para describir su magnífica obra.
Pereira orgullosa y altiva, venciendo a la ortodoxia que se oponía con brío, aceptó la provocación conceptual que le ofreció el artista y proclamó a los cuatro vientos el espíritu abierto y librepensador que la adorna desde sus albores. Abrazó el concepto lírico de Arenas y lo estampó en su biografía como huella digital, para cantar así otra victoria de su idiosincrasia.
El maestro no se circunscribió a la estatua misma y propuso un entorno acorde; pidió una plaza que se rindiera a los pies del Bolívar-Prometeo y fue solo la carencia de recursos, producto de la exorbitante celebración de los cien años de la segunda fundación de la ciudad —financiada «sin fuerza extraña que agradecer»— la que impidió darle gusto al escultor.
La energía y la vitalidad de la plaza se acentuaron a partir de aquel momento y su papel de lugar aglutinante se consolidó. Toda manifestación social, cultural y política de la pereiranidad tenía asiento en su solemne marco. Fue esta la razón principal para que cada alcalde de la urbe que tomaba posesión se apresurara a repararla ante los destrozos y daños que estas aglomeraciones causaban. Inevitables y enormes eran las cifras de dinero que costaban tales refacciones.
Con la prioridad de acercar el diseño de la plaza al pedido del maestro Arenas y en el afán de facilitarle su papel de centro de cohesión y aglomeración, la ilustre dama pereirana Amparo Jaramillo de Drews, quien ejercía como directora de Parques y Arborización durante mi administración como alcalde de Pereira 1992-1994, emprendió la tarea de remodelarla. Siempre de la mano del artista y con el apoyo financiero del gobierno del presidente César Gaviria Trujillo y de su ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, enfrentamos el reto.
Era claro que no sería una tarea fácil. Se revivió aquella polémica inicial que precedió a la instalación de la efigie y que desbordó los marcos patrios. La prensa mexicana había escrito en aquel entonces: «La plaza de Bolívar en la cálida y pequeña ciudad de Pereira, Colombia, es una clásica plaza de provincia hispanoamericana, de estilo español antiguo sembrada de geranios y otras flores tropicales. En las noches una tibia brisa esparce su aroma incitante. También tiene una frondosa arboleda de mangos… Durante años los habitantes habían soñado con un monumento a Simón Bolívar en el centro de esta plaza». En la Junta del Centenario se había cuestionado casi todo sobre la escultura, hasta la ubicación misma,lo que obligó al maestro Arenas a venir a Colombia en 1961 para defender la obra y su entorno: «Es muy urgente para la ciudad hacer mejoras en muchas partes, pero es de primordialísima importancia mejorar y modernizar la plaza de Bolívar que de ninguna manera podrá dejarse así como está para la celebración del centenario. Las plazas duras o plazas cívicas para grandes concentraciones, para desfiles o manifestaciones existen en todas las ciudades del mundo en derredor de los centros cívicos reales, esto es, en donde se encuentran efectivamente situados todos los poderes civiles, militares, eclesiásticos y económicos. La estatua-memoria de Bolívar presidirá todos los actos públicos de solidaridad o de protesta, de homenaje o de agravio, de confirmación o de repudio a la estructura legal del país… Respetuosamente me atrevo a insinuar a las autoridades de Pereira que se estudie este problema teniendo en cuenta que es posible realizar un proyecto para la adaptación de la plaza», escribió. Con su presencia el escultor logró que los pereiranos y sus autoridades acogieran la ubicación de la estatua, pero ante las afugias económicas y la premura del tiempo vio postergada la necesaria remodelación de la plaza.
Sin vacilaciones y con la oportunidad histórica de tener un hijo de nuestra tierra en el solio de Bolívar emprendimos entonces, en 1994, la tarea de remodelar la plaza y cumplir el sueño del maestro. Y así fue. Rodrigo Arenas Betancourt falleció un año después con su obra concluida y los pereiranos ufanos la presentamos ante el mundo como expresión de nuestra idiosincrasia y como majestuoso símbolo de libertad.
Muy buena columna, ojalá a través de la Sociedad Bolivariana de Pereira y el museo Arenas Betancur, que ud lidera, los gobernantes aporten a estas dos causas
Este excelente «Toque a Rebato» sobre nuestra última joya de la corona, debe ser tomado con la seriedad y gravedad que la situación amerita.
Dirigentes cívicos, gremiales, políticos (exceptuando los causantes de la catástrofe), organizaciones sociales y especialmente los candidatos a la alcaldía deben en forma inmediata, sentar su posición en defensa de la empresa.
Y conformar Comités de Defensa de nuestra gran empresa.
Muy buena columna, querido Ernesto, es una pena que hoy todo dictador o guerrillero se quiera personificar del Bolivar libertador, viva Pereira