En política siempre ha habido malas prácticas publicitarias. Incluso cuando no existía la imprenta los políticos se ideaban las formas de difundir rumores contra sus adversarios.
No me refiero al uso de la ironía en el discurso sutil e inteligente o al humor cáustico hoy tan escaso en los políticos incluso en aquellos que logran posiciones desde donde deberían ser ajenos al insulto y la crítica insulsa”.
Hasta los años 70 en Colombia hubo una generación de brillantes oradores y políticos de artillería pesada. Hoy la política de palabra y obra se ha costeñizado de pragmatismo al extremo, tal cual lo relata la periodista Laura Ardila en su libro La Costa Nostra. En Pereira, con actores similares, venimos por ese camino de tiempo acá y la gente parece no darse cuenta. O le gusta.
En la historia de Roma de la república al imperio, los asesores políticos y ellos mismos eran tribunos, filósofos y pensadores cuyos discursos cargados de tropo literario competían con la intriga, los pactos secretos y las traiciones.
Son apasionantes los episodios de la política en el siglo XV de cuya convivencia con los poderosos el genio político de Nicolás Maquiavelo nos legó la política como ciencia social y humana, creando la yuxtaposición entre el teocentrismo y el antropocentrismo político.
Fueron tiempos en que el poder era una dispensa de la divinidad representada en el clero y le correspondía al papa coronar al rey gobernante. Hasta que Napoleón se auto coronó, resolviendo que la política y la lucha por el poder es laico y un problema profunda y fastidiosamente humano. Casi como un castigo divino.
En estos días de efervescencia y calor electoral, la política se ha refocalizado pasando del agresivo panfleto clandestino a la mortífera propaganda negra en redes sociales digitales.
La caricatura política al estilo de Mheo, Matador y Vlado, con su relieve intelectual, magníficos trazos y humor chispeante, es apenas la prima lejana del meme, del montaje gráfico y la sátira mal intencionada destinada -sin licencia alguna- a hacerle daño a la imagen del adversario político.
En la actual campaña política en Risaralda circulan videos, montajes y textos con historias anónimas, perversas e inicuas que desacreditan y descalifican a candidatos de alcaldías y gobernación.
Es el trabajo manipulador de las llamadas “bodegas”, ese averno donde nace la propaganda negra que llena de tinieblas el escenario político y lo hace el infierno de esta temporada electoral.
Solo los públicos con electores inteligentes y de opinión libre e informada pueden separar el oro verdadero de la escoria mentirosa y perversa. Es la manera como algunos gramos de dignidad, altruismo y decencia se le puede volver a dar a la política.