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Director Fundador

PolíticaLa sensación de inseguridad

La sensación de inseguridad

LUIS GARCÍA QUIROGA

Entre la preocupación de los alcaldes como supuestos jefes de la policía y el miedo de los ciudadanos a ser víctimas de la delincuencia, pierden las autoridades territoriales, la justicia, los congresistas incapaces de reformarla y la impotencia de los organismos de seguridad porque la espina dorsal del problema, es social.

Y de paso se juntan tres miedos: el miedo a la inseguridad, el miedo a la profundización de la crisis económica y el miedo a la pandemia que ya prende alertas tempranas con la fronteriza cepa brasilera. Y sumemos el eventual desbordamiento emocional de la gente con la Semana Santa venidera, que si no hay prudencia y control, nos mandará al carajo con un tercer pico de pandemia.

El pasado jueves se conoció como noticia que el alcalde Carlos Maya y el secretario de Gobierno Álvaro Arias Vélez convocaron el recurrente “Consejo de Seguridad” porque, honestamente, qué más pueden hacer un alcalde y su secretario, por más buena voluntad que tengan.

Maya y Vélez analizaron el contraste estadístico que se registra en los casos de delincuencia denunciados por la ciudadanía ante las autoridades y los robos, atracos, lesiones personales, homicidios denunciados en las redes sociales, (las redes del desahogo) donde son mayores, más preocupantes y más reales, como lo reconoce el propio alcalde Maya. Sí, porque pa´qué denunciar, dice la gente.

La gente no denuncia en los despachos públicos y es paradójico que confíen más en las redes sociales, quizás porque, aunque allí no pase nada, al menos se sienten escuchados. El desahogo social temporal es un caldo de cultivo muy peligroso y parece que Maya y Vélez lo saben.

Sería bueno saber si en ese Consejo plantearon la complementariedad y la articulación, dos decisiones que en materia de política de seguridad son como el agua al sediento. Porque toda medida que anuncie garrote, si no se complementa con suficiente zanahoria social, se vinagra rapidito. Y ahí sí, vuelvo y no “Te veo bien”.

Es evidente que si una política de seguridad ciudadana solo se instrumentaliza con los organismos de seguridad -le pueden meter los cañones del ejército- pues si no se articula con la institucionalidad y la ciudadanía, será otra acta del Consejo de Seguridad para sumarla a los centenares que se han hecho desde que carecemos de sindéresis para garantizar el principio constitucional de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos.

Cuando hablamos de la institucionalidad, no nos referimos a esos entes líquidos que solo se acomodan a sus intereses personales o de grupúsculos. Se requieren instituciones fuertes pero solidarias. Exigimos dirigentes que vayan más allá de jactarse de tener una entidad “con un sólido ($) patrimonio”. Patrimonio que debería estar al servicio de las soluciones efectivas a una crisis que sigue viva.

Olvidan estos dirigentes que ese es un patrimonio recaudado del público en épocas de vacas gordas. Ahora con las vacas flacas se limitan a hacer publicidad para que los famélicos comerciantes renueven la matrícula mercantil de empresitas que quizás ya se las tragó la pandemia.

Y cuando anotamos que las decisiones del ejecutivo municipal o departamental deben tener el músculo del respaldo popular, de la fuerza solidaria de la ciudadanía y de la debida articulación con esa fuerza, nos referimos a la visible ausencia de una política pública de cultura ciudadana, como una red humana conscientemente incorporada al tejido social.

No se entiende porqué una ciudad hermosa y una gente hermosa no merezcan de sus alcaldes, gobernadores, diputados y concejales una política pública, sustentable, sostenible y perdurable en el tiempo, soportada en una estrategia de corto, mediano y largo alcance; con un presupuesto robusto, con una operación ajena al cálculo electoral; y claro, articulada con la institucionalidad pero liderada por el alcalde (incluso por el gobernador) como responsables de la administración pública. 

Una alianza que promueva, haga pedagogía y le dé ejemplo al país de lo que representa para los pereiranos una ciudad con percepción de confianza en sus autoridades y sus instituciones. Una alianza con la gente para blindar un ambiente de calidad de vida y un estado permanente de buenas sensaciones en la seguridad y la convivencia ciudadana, gracias a uno de los fenómenos sociales que históricamente ha hecho feliz al ser humano: la cultura.

No seríamos diferentes a los tigres de sable y las hienas si no fuera porque como homo sapiens cultivamos formas de convivencia humana y comportamiento social disciplinado fundamentadas en la ley, la moral y la cultura.

Sé que como columnista estoy arando en el mar y predicando en el desierto. Por 25 años lo hice en la radio y por un tiempo similar lo hago escribiendo. La diferencia radica en que lo escrito, escrito está; lo que, mirado en forma negativa, podría ser un símil de las actas de los consejos de seguridad; pero con mirada positiva, nos da la esperanza (esa luz de ilusión que siempre brilla) de que nuestros dirigentes escuchen y ejerzan como líderes y no como curanderos coyunturalistas.

En todo caso Maya anunció el retorno del alcalde nocturno (creado hace 20 años por Martha Elena Bedoya), quizás porque de noche todos los gatos son pardos y la oscuridad genera más sensación de inseguridad. Al menos en mi casa fuimos visitados por tres gatos nocturnos que huyeron como ratas cuando mi vecindario solidario prendió las alarmas. Pero la sensación de inseguridad, sigue ahí.

Podemos seguir haciendo avenidas, pavimentando calles, construyendo nuevos edificios, hagamos todos los sueños de cemento que queramos, pero ninguna política de seguridad pública prosperará jamás con tantos miedos y tan poquita coherencia social y ciudadana.

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