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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

CulturaLa sopa de remolacha

La sopa de remolacha

Por ÁLVARO CAMACHO ANDRADE

En el primer lustro del siglo XXI trabajaba como fotógrafo de la alcaldía de Pereira; durante ese 2005 me correspondió registrar la socialización con los habitantes de la invasión El Plumón y el proceso de reubicación hasta ser trasladados al barrio Tokio en Villasantana. Muchas cosas impactantes de la pobreza y miseria de sus vidas me tocaron presenciar, entre ellas la vez que pasando por una de las casuchas de guadua y techo de plástico vi un niño de unos dos años y medio sentado en el suelo de tierra, sucio, semi vestido, mocoso, llorando. La mamá, una adolescente me dijo que debía ser hambre, saqué de mi chaleco una mandarina que llevaba y se la pasé y el niño prácticamente me la arrebató y le dio un mordisco con cáscara y todo.

En diciembre del mismo año fueron entregadas las viviendas a las familias reubicadas, eran casas pequeñas, pero con servicios, dos cuartos, piso en cemento, baño, cocina, un salón y patio. Una semana después con cuadrillas de la secretaría de infraestructura visitamos algunas casas para solucionar algunos detalles y fotografiar el cambio de vida de algunas familias ya acomodadas. La gente no escondía su felicidad y agradecimiento y yo no daba abasto registrando con mi cámara esos momentos, hasta que entré a una de las viviendas de una señora que aparentaba unos cuarenta años, vivía con dos hijos, el mayor de 19 años, consumidor y sin trabajo que durante nuestra visita no se paró de un colchón tirado en el piso y una niña de hermoso rostro de 9 añitos que nos recibió con una bella sonrisa y no se separaba de su mamá. La señora estaba muy alegre, nos contó que era prostituta, que trabajaba en el parque La Libertad, que cobraba entre $2000 y $5000 y que algunos días llegaba a la casa sin un trozo de panela.

Cuando entré al patio, en un rincón vi una olla quemada sobre dos ladrillos y unos palos prendidos, en su interior algo de agua y en el centro una solitaria remolacha, le pregunté a la señora qué era eso y me dijo que era la sopa del almuerzo, la niña apenas frunció los hombros sonriendo. ! ¡No habían comido nada desde el día anterior!  Se me salieron las lágrimas, tenía S10.000 en el bolsillo que le regalé. A pesar de su miseria no dejaban de sonreír. No olvido el bello rostro de la niña, ¿su futuro? !Hummm!.

ALVARO CAMACHO ANDRADE

1 COMENTARIO

  1. humana y sensible reseña, ese es el pan de cada día en el país.
    Ese es el sistema social: someter, explotar y llevar los níveles de pobreza a su mas mínima expresión.

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