Me cuenta un amigo radicado en Los Ángeles, dedicado al sector de la construcción, que tenía arrugada el alma al ver que uno de los trabajadores que le había servido durante varios años, de origen guatemalteco, de 67 años, había sido retenido por funcionarios de migración y devuelto a su país. «No tenía papeles, es un buen hombre. Me siento culpable de esta situación por haber votado por Trump, creyendo efectivamente que lo mejor que le podía pasar al país era apoyar sus políticas contra los inmigrantes irregulares. Oímos el discurso, nos convenció, pero no alcanzamos a comprender el drama humano», me dijo.
El periódico El Tiempo publicó a comienzos de esta semana, la reacción de una mujer latina, que en medio del llanto se mostraba decepcionada de haber votado por Trump, luego de conocer que uno de sus familiares había caído en una redada de migración y era devuelto a su país. «Fue un error imperdonable de mi parte. Ahora tengo miedo por mi familia», manifestaba ella.
Las redes sociales se han inundado, durante estos días, de videos mostrando en varias ciudades de Estados Unidos, cómo las construcciones permanecen vacías ante la falta de trabajadores, mientras camiones mezcladores con concreto hacen fila para depositar el pedido. «Aquí no vemos a nadie», dice una mujer en una entrevista televisiva en Los Ángeles, donde 11,000 viviendas fueron destruidas por incendios este mes de enero y donde se requieren cerca de 80,000 trabajadores para el proceso de reconstrucción, pero estos no están disponibles.
Lo que ocurre con la construcción, también está sucediendo con la agricultura, pues están faltando recolectores de soja, trigo y maíz. Empresas manufactureras dedicadas a los alimentos, confecciones y productos metálicos, empiezan a sentir la ausencia de trabajadores. Eso mismo pasa con los restaurantes, servicios domésticos y personal de cuidado.
Ante las altas posibilidades de ser retenido en la calle, los migrantes indocumentados prefieren ocultarse y esperar qué ocurre en las semanas y meses venideros frente a las actuaciones de las autoridades.
La falta de mano de obra no calificada era una situación que se tenía prevista, pero que los votantes de Trump prefirieron ignorar y no se detuvieron a analizar las consecuencias económicas que tendría la persecución de once millones de migrantes irregulares en Estados Unidos, que por ahora están tomando medidas para hacerse invisibles.
Los empresarios que se ven perjudicados por las deportaciones masivas, empiezan a hablar de su inconveniencia, dado que este grupo de migrantes realizan tareas rudas, agobiantes, sofocantes y mal pagas, las que serán casi imposible de reemplazar con mano de obra de nativos estadounidenses, mientras que los trabajadores extranjeros con regularización migratoria, podrían ejecutar estas labores, pero su asignación salarial tendrá que ser mucho más alta.
También se debe que tener en cuenta que muchas personas extranjeras con documentos en regla, tienen temor a las actuaciones de los agentes migratorios y al comportamiento xenófobo de amplios grupos supremacistas blancos, ahora muy empoderados por las decisiones de gobierno. Ese miedo también redunda en la escasez de mano de obra en ciertos sectores de la producción económica.
¿Cuánto tiempo resistirá la economía norteamericana esta política de deportaciones masivas?