Yo me sueño haciendo alabanzas al trabajo honrado y productivo y en favor de quienes producen la comida o el alimento que llaman.
De manera romántica, le hago versos al amanecer, porque a mi parecer se acerca el padre sol a vivificar su terrón.
Me inspiro con palabras de elogio hacia la madrugada, llamada también alba o aurora o alborada.
Siento que hay una deuda con la familia campesina, la razón de ser de la agricultura, el primero y más valioso renglón de la economía, porque muy superficialmente se le ha hecho reconocimientos genuinos y provenientes de razonados argumentos.
A veces, se nos olvida que el progreso humano, este del desarrollo tecnológico y de la innovación científica, se alcanzó porque hubo quienes dieron sustento con la agricultura, básica y fundamental.
Me enorgullece sentirme aún montañero, si como montañero, proveniente de la montaña, sigo teniendo alma de campesino que admira el trabajo rural que comprende los pasos ineludibles de la siembra, los cuidados y la cosecha de un producto que el campesino no siembra para él, sino para que sean disfrutados indiscriminadamente por sus hermanos, los hombres.
Muchos de mis mensajes van dirigidos al joven trabajador del campo; a la mujer rural, su misión como madre, cocinera e inventora de la siembra y en sí de la agricultura, que si no fue la inventora sino la descubridora, a la hora del reconocimiento es igual; porque sus hombres fueron a cazar y ellas en casa observaron la semilla que germinó y dio flores y frutos y aplicó la expansión de su imaginación y sorprendió al hombre con productos para el sustento de la familia, que también crecía.
Cómo no reconocer los frutos de la tierra, el café y sus primeros “traguitos”, los plátanos y su mancha, y el pan comer o el pan coger.
Cómo ser tan olvidadizos con el olor a finca, a campo y a naturaleza, el humo del fogón, uff. Se ahuma la memoria y por eso no debemos olvidar el musgo que todavía llevamos encima.
Cómo no ser consecuentes con el sudor del campesino, su olor a finca, el inmenso valor de sus valientes manos encallecidas.
Cómo no hacer alabanzas al café, al que se siembra y al que se toma. Loas a los niños del campo, porque crecen amando la naturaleza. A todos los amigos del campo, que aman el campo, reconocerlos, y en sí hacer loas y agradecimientos por existir el campo, tan necesario a todo.
Un capuchino, un frapuchino, un latte, solo por mencionar tres formas de exaltar los derivados del café combinados con leche. Entre arábigos y caturros, entre variedades Colombia y las robustas, subsiste el empeño de un hombre trabajador que en compañía de fríjoles, plátanos y yuca defiende su estómago y el de su familia.
Ni qué decir de las gallinas, el gallo, los huevos. El hombre campesino de las fincas ganaderas, con la leche y sus derivados. Ni modo de olvidar a alejar a los perros, los amigos fieles, aunque llenos de pulgas y nuches, ahí están y de los cuales el mismo campesino se entristece con su enfermedad o con su pérdida.
El auténtico campesino sabe del clima, conoce la atmósfera, atisba las nubes y pronostica lluvia o calor. La agricultura o el sector agropecuario, para no dejar por fuera toda la fauna que lo fortalece, aporta a las mediciones económicas nacionales (Eso que totalizan como el PIB, Producto Interno Bruto de la economía) un gran porcentaje de riqueza al país.
Son sencillas palabras en las que se enquista mi agradecimiento y se expande como reconocimiento a algo que no debemos desconocer: Somos de los mismos. Esto es lo que hay. De nada vale ensalzarnos de extranjerismos o ensalzarnos en títulos o sentirnos “alguien” en la sociedad, si queremos desconocer nuestro inmediato pasado (padres, abuelos y tatarabuelos) que fueron y son gente digna de llamarlas nuestros valiosos hermanos por su ancestro campecho, campechano, o campesino o simple y honradamente montañero.
Este es un homenaje al hombre y a la mujer del campo que hago desde las oportunidades que me da la vida a través de la radio; la radio con nobleza campesina. Uy, qué inspiradota, no me agacho porque se me derrama la inteligencia.
Homenaje también a quienes luchan porque se haga justicia en favor del campesinado cafetero. Como el caso del cultivador de Marsella Risaralda, José María González, cuando dice “Pedirles a nuestros dirigentes gremiales bajar en factor de rendimiento de compra a factor 94, el factor 88 afecta la economía de los cafeteros de nuestro país”.
O cuando James William Montes desde Santa Rosa de Cabal le dijo personalmente a la ministra de Desarrollo Agropecuario “Hoy trabajamos por debajo de los precios de producción, las fincas no dan rentabilidad y mucho menos para asumir incrementos en predial del 1.000 y del 1.500 por ciento”.
O cuando el líder de la Unión de Cafeteros de Colombia, Carlos Alberto López Ríos, la semana pasada tomó la vocería ante el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros exigiendo reconocimiento por su histórica labor en bien de la economía nacional.
En síntesis, aquí todos cabemos, nadie debe irse, nadie sobra… todos “por una patria noble y querida, por una Colombia inmortal” como decía mi papá.
Por eso, doy gracias a la vida y a quienes como Marco Aurelio Correa en La Ciber Radio 94.2 FM me permiten producir contenidos informativos con sabor campesino de lunes a viernes de 12 meridiano a una de la tarde en Las Noticias Populares con Gerardo Calderón que también se transmite por www.laciberrradio.com y por la página de Facebook del suscrito.
Por eso, doy las gracias al señor gobernador de Risaralda, Juan Diego Patiño Ochoa, por darme la oportunidad de llegarles a los amigos del campo, sus familias, sus hijos, sus territorios, por la emisora de la gobernación “Risaralda 100.2 FM” no solo a través del magazine “Arriba Risaralda” de lunes a viernes de 6 a 10 a.m. sino también con sentido humorístico, de lunes a viernes, de 5 p.m. a 7 p.m. en el espacio La Chocolera. Escúchenme y disfrutemos la vida equitativa e incluyente, gracias de antemano, mis estimados.
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