En el actual escenario de resistencia al cambio, pareciera que el proyecto de ley que regula el uso de la marihuana avanza por buen camino, como se infiere de las declaraciones de Juan Carlos Losada, Representante a la Cámara por el Partido Liberal que, en entrevista con un medio nacional, dio las siguientes declaraciones:
«(…) Desde 1986 se estableció que la dosis mínima en Colombia es legal y se puede tener una dosis personal de hasta 20 gramos y una dosis de aprovisionamiento que es indeterminada, como lo ha manifestado la Corte Suprema de Justicia. Entonces, si esa es la situación del cannabis en nuestro país, es absurdo mantener la ilegalidad de la compra y venta del cannabis. Estamos creando un mercado legal del cannabis que le va a hacer competencia a esos mercados ilegales de los que se han lucrado las bandas delincuenciales durante demasiado tiempo.
Le vamos a poner un freno a la economía ilegal del cannabis y crearemos empleos formales. Un cultivo de cannabis puede generar hasta 71 empleos por hectárea, que, básicamente, son los mismos que genera la industria floricultora de nuestro país. Además, estamos garantizando una libertad que está consagrada en la Constitución, luego este provecto tiene unos beneficios en términos de derechos de los ciudadanos y en la lucha contra el narcotráfico. (…)».
Palabras esperanzadoras para sincerar y poner en su justa dimensión un tema tan hipócritamente tratado por la sociedad colombiana como el del consumo de la marihuana.
Vale decir que el proyecto de acto legislativo, que ya ha superado el sexto debate, de un total de 8 que son necesarios para la reforma constitucional, parte de la base de que el uso personal de ese alucinógeno es legal desde hace 27 años y que en lo que deben concentrarse las autoridades es en regular, para ejercer el control que garantice los derechos fundamentales de los consumidores y de los no consumidores, y de paso, con la formalización del comercio, generar nuevas rentas para el Estado, tal y como sucede con el alcohol.
Ya me imagino un futuro próximo, con el uso regularizado de la marihuana, con multiplicidad de marcas asociadas a diferentes técnicas de cultivo, según las regiones de Colombia y del mundo donde se coseche y con diversos grados de componente activo THC, o sea el que lo pone a uno risueño. Así como los licores que se promocionan en grados de alcohol, en cervezas, vinos, aguardientes, wiskis, tequilas, vodkas y otros, y, por lo tanto, unos embriagan más rápido que otros, habrá tipos de marihuana con los que la traba o la turra será de mayor o menor intensidad.
Sí señor, las cosas por su nombre; así como con una copa de más, los que pierden el control con el trago o chorro pasan de entonados o prendidos a borrachos o rascados, los que se dan un «plon» o un pitazo de más de «bareta», pasan de relajados a turros o trabados.
El hecho es que borrachos o trabados, el resultado es igual: personas bajo influencia, con los sentidos alterados, que ya no son los mismos y temporalmente no son aptos para muchas actividades como trabajar, hacer una cirugía, operar una máquina, manejar un carro, hacer una presentación, dar un discurso o cuidar la familia.
Entonces dejemos la doble moral, el doble racero y ya que no podemos eliminar los vicios de la humanidad, por lo menos generemos las condiciones legales para que todos quepamos, con un campo de juego nivelado en términos de control, de equidad, respeto y tolerancia.
Evocando al humorista Guillermo Zuluaga, una vez le preguntaron a Montecristeso, uno de sus personajes, lo que opinaba de la legalización de la marihuana y el hombre respondió muy espontáneamente: ¡huuyyy, cómo así llave! ¿más legal la quiere?