Mi hermano Julio y yo éramos insoportables, hasta el punto que nuestros padres decidieron en 1970 mandarnos a estudiar durante un año a Puerto Leguizamo Putumayo a casa de mi tía Leo. Julio tenía 10 años y yo 11. La casa de mi tía quedaba frente al hospital y junto a la del pastuso José Dolores. El pastuso vivía solo con su hija Zoila de 8 años y tenía una tienda en la que vendía de todo un poco. Un día nos pillamos la manera de robarle bananos. Después de almorzar José Dolortes se sentaba en una mecedora y se quedaba dormido, esa vez lo pillé roncando y pasé por su lado muy en silencio, agachado, nervioso pero seguro, hasta lograr hacerme a cuatro bananos grandes y deliciosos, los metí bajo mi camisa y salí arrastrado. Julio me esperaba escondido al lado. Durante tres meses una vez por semana le robabamos bananos al pastuso, unas veces yo, otras mi hermano, hasta que…un día José Dolores se enfermó y la tienda se cerró. Duró unos días hospitalizado y murió.
Recuerdo que lo velaron en la casa, levantaron la tapa del ataud y vimos su rostro pálido (como el de un muerto). Quedamos aterrados. Una prima que sabía de nuestras andanzas nos dijo que el pastuso nos iba a asustar y nos iba a jalar los piés.
Ya en la noche en nuestra habitación, cuando se apagaron las luces y quedó todo en silencio, después de una hora Julio me llamó: – Álvaro – Qué ?- No puedo dormir- Yo tampoco – Será que viene a asustarnos ? – No sé – Qué hacemos ? – No sé – Tengo miedo – Yo también
Lloramos hasta que nos quedamos dormidos.Al otro día le contamos a mi tía y nos dijo que fuéramos a misa, pidiéramos perdón y listo.Eso hicimos. Cuando salimos de misa Julio me dijo – Lástima del pastuso, yo le respondí: lástima de los bananos.
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Jajajaja , no sabía que Alvaro fuera escritor costumbrista. Todas sus anécdotas muy simpáticas, graciosas. Lo que más me gusta de su estilo natural, es la forma como cierra su historia. Felicitaciones: María Elena Mejía M.