En medio del escenario político internacional, Colombia parece estar navegando por aguas cada vez más turbulentas, con el riesgo de quedar atrapada en un aislamiento diplomático. Los choques entre el presidente Gustavo Petro y diversas naciones, como Israel, Nicaragua, Venezuela y Argentina, han tejido una red de tensiones que amenazan con marginar al país de la comunidad global.
El reciente fallo a favor de Colombia en el pleito con Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre delimitaciones marítimas, debería haber sido motivo de celebración y un impulso para fortalecer los lazos diplomáticos, sin embargo, la relación entre los mandatarios de ambos países, Petro y Daniel Ortega, se ha vuelto cada vez más tirante, complicando la implementación de dicho fallo y generando un clima de desconfianza mutua.
Sin embargo, el caso de Nicaragua es solo la punta del iceberg en la serie de desencuentros que ha protagonizado el Gobierno de Petro. Las discrepancias con Israel han generado tensiones palpables, especialmente en el ámbito político y diplomático, porque su decisión de reconocer a Palestina como un estado independiente ha desencadenado una serie de reacciones adversas por parte del gobierno israelí, poniendo en riesgo años de cooperación y colaboración bilateral.
Por otro lado, las relaciones con Venezuela y Argentina tampoco están exentas de conflictos. Las posturas ideológicas contrarias y los intereses geopolíticos han llevado a choques frecuentes entre los líderes de estos países, sin mencionar la ligereza de Petro por reaccionar a múltiples temas en su cuenta de X. La polarización política en la región ha complejizado aún más estas tensiones, dejando a Colombia atrapada en un juego de intereses donde parece ser la ficha más débil.
Este patrón de confrontación y desencuentro no solo amenaza con debilitar los esfuerzos diplomáticos de Colombia, sino que también la coloca en una posición vulnerable en el escenario internacional. El aislamiento diplomático no solo debilita la capacidad del país para abordar desafíos globales, sino que también afecta su reputación y su capacidad para atraer inversiones y fortalecer las relaciones de cooperación.En un mundo cada vez más interconectado, el aislamiento no es una opción viable. Colombia debe reconocer la importancia de mantener relaciones constructivas con sus pares internacionales, independientemente de las diferencias ideológicas o políticas. La diplomacia, el diálogo y el respeto mutuo deben ser los pilares sobre los cuales se construyan las relaciones exteriores del país. Colombia debe dejar atrás los tropiezos del pasado, porque solo a través del entendimiento y la colaboración, se podrán enfrentar los desafíos del siglo XXI y aspirar a un futuro próspero y sostenible enlazados con la comunidad internacional
Natalia López Arboleda. Politóloga UAM. Especialista en Contratación Pública UM