Por ÁLVARO CAMACHO ANDRADE
Cuando la abuelita de mi esposa le decía a mi suegro – “Mijo el sábado venga a comer frijoles” – sabíamos que alrededor de ella se congregaría la familia.

Carmen Emilia Dávila era una hermosa matrona viuda y muy prolífica, tuvo 13 hijos aparte de algunas “novedades”, tres de su primera unión con Fabriciano Arredondo y el resto con Don Luis Ramírez el técnico electrónico que reparaba los fonógrafos, ortofónicos y vitrolas en el pasaje Pulgarín. Gran parte de la vida familiar donde crecieron sus hijos fue en El Balso a una cuadra del Puente de Mosquera y posteriormente en La capilla, “La Mona” cómo le decían era gran conversadora y tenía una memoria de elefante, por tal razón ese sábado preparé una grabadora y dos casetes vírgenes de 60 minutos y fui a la visita con el ánimo de, en el momento oportuno, “picarle la lengua” para registrar sus historias. Después de los frijoles con pezuña, unos diez familiares entre hijos, nietos y pegados (como yo), en medio de una taza de café con aguapanela prendí la grabadora y le pregunté: – ¿Señora Carmen cuando ustedes vivían en El Balso alguna vez los asustaron?
Le voy a decir, me contestó: “En el año que mataron a Jorge Eliecer Gaitán en el 48, en noviembre, vea, la cosa del tren fue ésta: era un tren mixto que salía desde Manizales hacia Cali en el día, a las cinco de la tarde. Salía a las cinco de la tarde de Manizales y dentraba a las once o doce de la noche a Cali, entonces el maquinista cuando salió de allá dijo –“ésta noche a Cali si Dios quiere y si no también”- entonces le dijo Don Jesús que era vecino de nosotros y era el carbonero, el que le echaba carbón al tren, como el tren funcionaba ahora años era a base de carbón de piedra, entonces don Jesús le dijo “ eh Ave María hombre, no sea bruto, que de tejas pa´rriba nada ¡eso no se dice!” y el maquinista respondió “no, es que si Dios quiere y si no también”, entonces cuando llegaron aquí a la quebrada La Víbora el tren se desbocó y empezó a pitar, a pitar y a pitar, y eran ya como las seis de la tarde, entonces yo le dije a Luís “hummm ¡ay, oiga mijo! se murió una persona muy importante del ferrocarril porque oiga cómo va el tren pitando” , entonces me dice “!pero tiene que ser muy importante porque hubiera sido un pobre no pita!”, cuando llegó aquí, que llega, aquí a La Popa, que ya voltea pues a coger aquí, entonces Don Jesús viendo que ya no había lance de nada, entonces él se tiró y cayó ahí al ladito del paso nivel, ahí cayó don Jesús y se quebró una pierna. Entonces el tren llegó al puente y en vez de llegar se metió aquí, el cabezote, aquí se clavó y la otra parte el tren de pasajeros, porque era un tren mixto y llevaba cuatro de carga y uno de pasajeros, el último era de pasajeros, entonces dos de carga y el de pasajeros quedaron acá al lado de la carrilera y los otros dos y el cabezote se clavaron debajo de aquella. En eso se largó una tempestad y se llevó a los otros, pero los alcanzaron a sacar abajo en el puente colgante ¡y fue tan horrible!, que nunca más lo volvieron a encontrar, se lo tragó la tierra, al maquinista se lo tragó la tierra…lo buscaron…ese está como el que hizo el barco y lo clavó y que quedó perdido y no lo encontraron.
Después, con el tiempo, como a los dos años, empezó…se sentía que viajaba un tren pitando y llegaba hasta el puente y no se sentía ni pasar, no se sentía nada. Y una noche le dije a Luis – ¡oí un tren que baja ¡- y me dijo – “qué va” – le dije -póngale cuidado y verá, ese es el tren que está asustando, el del maquinista que está asustando-. Cuando después un señor allá arriba, el escribano de Marina la que murió, me dijo que ella también lo había sentido, que llegaba el tren hasta pasar el puente y ahí no se volvía a sentir y el maquinista se perdió, no lo encontraron…pero eso fue ya tiempos”.
Aquel día durante dos horas grabamos las historias de la abuelita Carmen incluida esta blasfemia, quedó registrada para mucho tiempo su voz y el recuerdo perenne de los frijoles con pezuña rodeada de su familia.
Carmen Emilia Dávila falleció en 2003 de una afección pulmonar producto de una neumonía.
ALVARO CAMACHO ANDRADE