Por: JOHNSON ORTIZ PARRA
Tal como lo escribió Jesús Martín Barbero, necesitamos jóvenes problemáticos, para referirse al espacio que los muchachos de hoy, exigen oportunidades que les ha arrebatado el Estado y el sistema.
Y así se demuestra con el paro nacional que está a punto de cumplir dos meses.
Este no es un problema de hoy. Es una cuestión de vieja data que también nos tocó a quienes no fuimos capaces de levantar la mano y de hacernos sacar un ojo o morir por defender nuestros sueños.
Es una situación que nació y se sostiene con el sistema educativo, un Instrumento retrógrado, que a pesar de más de sus 120 años, aún impone metodologías y estudios para un país que avanzó y que hoy ve como esa juventud reclama cambios profundos que ni siquiera la mision de los sabios fue capaz de descifrar.
Eso no lo ha entendido Iván Duque, a pesar de ser, en edad, el presidente más joven, pero encerrado en la mentalidad de otro. Duque, quién pasará a la historia por haberse convertido en el masacrador de una generación pensante, analítica y activa que reclama educación y oportunidades en igual de derechos, tendrá que recurrir a la sabiduría de otros para responder a estos muchachos.
No podemos olvidar que ellos hacen parte una población de 12 millones 672 mil 168 jóvenes quienes están entre los 14 a 28 años. Representan el 22,8% de la población total del pais. (5.552.703 son hombres y 5.437.565 mujeres) y sin embargo todos tenemos los ojos cerrados frente a estos colombianos de a pie y por eso el levantamiento de lo que los medios hemos llamado la primera línea. De esa cifra casi 6 millones de jóvenes ni estudian, ni trabajan. Y si hablamos de cifras de ocupación de esta masa, de 10 jóvenes, sólo 3 logran ingresar a la fuerza laboral.
Primera línea, referenciada con el sinónimo de vandalista, comunista o mamerta o terrorista como la llama el gobierno y las fuerzas armadas.
Esa posición no deja de ser simplista, errática y ciega. Se utiliza para tapar la incapacidad de un gobierno mentiroso y distractor y de un sistema perverso incapaz de preservar oportunidades a sus jóvenes para brindarles lo que hoy reclaman.
Para quienes hemos tenido la oportunidad de orientar, trabajar y enseñar a varias generaciones de jóvenes, desde lo privado y lo público, hacemos eco a estas protestas y las validamos, porque sabemos que el sistema y el Estado han sido inferiores a las necesidades de nuestros jóvenes.
Lo primero que se debe hacer, es modificar el obsoleto sistema educativo, repetitivo, represor y alejado de los cambios profundos. En lo que respecta a la educación básica esta se debe extender, en los primeros grados, hasta sexto de primaria y que finalice en noveno grado para que de paso a una técnica estructurada, afín a los problemas reales del país y del sector productivo.
Aquí el SENA, que gasta casi 4 billones de pesos cada año, tiene que dejar de ser esa entidad derrochadora de recursos en cursitos que no aportan nada y que sólo sirven para politiquiar o mostrar cifras que no concuerdan entre el número de capacitados y del número de colocados. Que por lo menos los 2. 1 billones que recibe del Estado, sean dedicados a una formación técnica profesional estructurada.
El segundo paso, es la reestructuracion del PAE para que niños y jóvenes de las instituciones educativas públicas reciban una alimentación adecuada, balanceada y diaria. Y no la galleta dura y vencida o la fruta podrida o el arroz mal preparado, como sucede hoy.
La violacion a este programa debe ser calificado como delito grave, pues quienes lo manejan, juegan con la vida de los niños y adolescentes y atentan contra el porvenir de una nación.
Igualmente debe recuperarse en las Universidades públicas. De nada vale la matrícula cero y ceros en el estómago de un estudiante que recorre a diario kilómetros para llegar a pie hasta el aula universitaria.
Esto ha pasado y sigue ocurriendo en el 2021. En lo que respecta a la alimentación en escuelas y colegios, esta llega, únicamente, al 20% de los estudiantes. Educación con hambre, es una fórmula que no cuadra.
Hay que volver a los restaurantes universitarios o a los comedores escolares, subsidiados por el Estado .
Finalmente, también hay que reestructurar el sistema de formación profesional, tema que deben abordar la academia, los jóvenes y el sector empresarial.
Lo primero es responder a las demandas de los muchachos, hoy representados por la Primera Línea. No olvidemos que los «vándalos» de hoy serán los gobernantes del mañana.
Entonces, el problema no son los jóvenes.