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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

PolíticaLos maestros están ahí

Los maestros están ahí

Luis García Quiroga

Con frecuencia se acusa de mamerto al gremio de los educadores, que por ser magisterio una hermosa palabra, prefiero llamar profesores o maestros. De la casi totalidad de ellos, tengo los mejores recuerdos.

La mayor parte de ellos han sido y siguen siendo hombres y mujeres de enorme sencillez, sabiamente humildes y con auténtica vocación de predicadores del conocimiento. Tal vez se han alejado un poco de su hermoso rol de segundos padres, que en la etapa de formación de la infancia a la juventud, tiene un enorme valor enorme.

Lejos de mis padres, viví la fortuna de tenerlos cerca de mi corazón incluso en mis estudios de Derecho en la Universidad Libre, y guardo perenne gratitud por sus consejos, sin los cuales no me hubiera encontrado ni reconciliado conmigo mismo. Lo demás lo sigue haciendo la maestra vida.

No es un catálogo de remembranzas el que pretendo esgrimir para señalar que si bien es cierto algunos maestros exageran su radicalismo político y sindical (que es visto como una misma cosa) es también injusta la estigmatización que de ellos se hace por parte de ciertos sectores políticos que generalizan sus calificativos y descalificaciones, viralizando con esa violencia retórica, más violencia, más radicalismo, más división, más incertidumbre y más polarización social, económica, cultural y política.

Es un régimen de intolerancia que hemos visto crecer con mayor velocidad en la medida que aumenta la brecha entre ricos y pobres. Y como ser maestro es otra forma de empobrecimiento ilícito, son ellos, quienes, gracias a su falta de ignorancia y mayor grado de conciencia social, mejor entienden el mapa mental de lo que Gaitán llamaba el país nacional, tan diferente del país político.

De los años 60 no recuerdo a ninguno de mis maestros relacionando la cátedra académica con el discurso político. Pero el crecimiento descomunal de la injusticia social, de la concomitante corrupción pública y privada, de la impunidad, del abuso y de la codicia de la clase dirigente, los ha convertido en luchadores contra lo que, con conocimiento de causa, Álvaro Gómez Hurtado llamó “el régimen”. De Gómez a José Martí trascendió el mismo pensamiento: “Vengo del monstruo y conozco sus entrañas”. Y por trasgredir el juego sucio,  los mataron.

Ha sido el mismo régimen el que ha empujado al maestro a ser lo que el régimen dice que son y que me hace recordar la canción de Andi Paxion dedicada a los maestros que fueron sustantivos en la lucha contra la dictadura Franquista en España.

Nadie puede detener la rueda de la historia, pero si el camino es inequitativo e inicuo y se hace intransitable, es seguro que los que quieren seguir, crecer y avanzar, se juntarán y harán más liviana la carga, salvo que llegue el Estado y arregle la vía para que todos puedan pasar y avanzar en términos de justicia social y equidad humana.

Es factible que como las cosas cambian para que sigan igual o peor, los maestros tampoco cambiarán. Es lo que hay.

En todo caso, si hipotéticamente no hubiera maestros, que siempre han existido, no faltarán quienes quieran enseñar cuál es el camino correcto. Seguro.

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