ESCAMPAVIA.
Quienes ya somos mayores recordamos a Dick Tracy, un policía que portaba un reloj de pulsera por medio del cual se comunicaba y recibía información, esa ficción de los comics de entonces, esa fantasía que nos deslumbraba, es algo que hoy posee todo el mundo; Aldous Huxley, el filósofo inglés, escribió en 1932, Un Mundo Feliz, una obra que mostraba cómo sería una sociedad en la cual el estado decidía qué y cómo comportarse, recordamos a 1.984 de George Orwell, novela política en la cual se narra la vida de una sociedad dominada por El Gran Hermano, quien está presente y vigilante de todos y de todo y finalmente, recordamos Masa y Poder, la obra del premiado Elías Canetti, en la cual identifica y describe la manera como los modernos titiriteros manipulan a la gente.
Lo que antes era mera ficción hoy es una realidad; en la China de hoy el estado conoce: qué compra, dónde viaja, cómo atiende sus compromisos, cuánto dinero posee, de qué manera camina o cuál vitrina miró, toda esa información la usa para controlar a la población, es más, a los niños les colocan sensores que muestran su grado de atención y la manera cómo se están comportando; lo que Wells, Huxley o Canetti previeron es una realidad en la China de hoy, mal que se propaga a la velocidad que se desarrolla la tecnología que permite conocer lo que hasta hoy era vida privada.
El saber cómo la gente se comporta, se manifiesta de una manera más sutil en otros lares, la big data recopila información sobre lo que nos interesa, basta que tome su teléfono y busque una camisa o un taladro o una partida de ajedrez para que al instante su celular sea inundado con propaganda de camisas, taladros o de partidas del juego ciencia.
La intromisión en la vida de la gente, ese dominio sobre qué hacer, donde vivir, quién posee o quién decide, se manifiesta con las ideas totalitaristas, en la fascismo, si lo entendemos como: “todo por dentro del estado, nada por fuera del estado”, lo que impulsaran: Hitler, Mussolini o Stalin, tesis que cayeran derrotadas, unas veces militarmente, otras por la rebelión de las masas, ahora reverdece en el tercer mundo, donde la gente es manipulada con la llamada post verdad, con la información y con las promesas de un mundo feliz: sin crimen, ni hambre, ni pobreza, ni de multimillonarios dueños de fortunas inalcanzables.
Cuando el estado se apropia de la educación puede producir una juventud como la islámica cuya máxima aspiración es mantener la yihad, que llega a aspirar el martirio que conduce directamente al nirvana, o a los grupos armados al servicio de los gobernantes de turno, los dueños de todo.
El totalitarismo ofrece un nuevo mundo, un nuevo hombre, adopta como meta lo que la Europa Oriental ha desechado masivamente y recuerda con fastidio, ese dinosaurio político está de moda, la nueva gente quiere cambio y lo que le ofrecen son fórmulas desuetas donde se aplicaron para la felicidad de élite gobernante que se perpetúa y la tragedia de una población empobrecida y amordazada.
El cambio se asoma: el control de la salud, de las pensiones, del aparato productivo, de los empleos, de la educación, del dinero, es evidente, el pueblo debe mantenerse adoctrinado, amansado y carente de toda libertad, así dicen ellos, tendremos esa sociedad sin violencia, sin hambre, sin desempleo, con escolaridad controlada y todo en poder de una élite que no solo se coloca en la posición de dominio sino que la comparte con toda su familia; no hace falta ser oráculo para predecir lo que viene.