Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLos robots y la reforma laboral 

Los robots y la reforma laboral 

Los robots son los trabajadores del futuro cercano en Colombia. Se están abriendo camino para alivianar la crisis motivada por la inestabilidad jurídica y la reforma al régimen laboral que impulsa el Gobierno Nacional, la cual es, más bien, un despiadado atentado económico contra las empresas privadas y las iniciativas de inversionistas extranjeros.

El presidente de la República, quien se muestra improvisador y repentista como los antiguos trovadores de Sábados Felices y está secundado por algunos ministros sordos ante las advertencias de los gremios, se ha empecinado por segunda vez en lograr que el Congreso le apruebe una sustancial modificación a la legislación para, entre otras medidas “populares” pero destructivas, incentivar la huelga en el sector privado y extremar la estabilidad hasta niveles absurdos. A título de ejemplo, los Departamentos de Recursos Humanos tendrían que desempeñar sus funciones como si fueran juzgados donde cualquier decisión disciplinaria o de despido, por justa que sea, terminaría siendo ilusoria o muy dilatada en el tiempo.

Como si fuera poco, se avecina un posible nuevo reajuste del salario mínimo legal mensual en dos dígitos, cercano al gigantesco salto del 16% del año pasado. Estos sucesivos incrementos en altas proporciones lucen atractivos para sus beneficiarios, aunque en realidad son demoledores desde la perspectiva macroeconómica y se suman al elevadísimo índice de precios al consumidor (IPC) que asfixia a los más perseverantes; por lo común y para citar solo uno de sus efectos, los cánones de arrendamiento suelen aumentar cada año en el equivalente al IPC más algunos puntos convenidos entre arrendadores y arrendatarios. Al mismo tiempo, la gasolina sin subsidio vale hoy como el oro y lo encarece todo: desde el transporte hasta el tinto callejero, la arepita con queso y el pan con chocolate en el desayuno. Los poderosos camioneros lucen tranquilos, por ahora; ya veremos cómo reaccionan después de elecciones, cuando el ACPM también iniciará su propia escalada alcista.

Es de tal magnitud la incertidumbre que muchas Compañías han congelado la nómina y tampoco reemplazan a quienes renuncian. Reina el temor. Nada peor que enfrentarse a un futuro incierto.

Los microempresarios, por su parte, sucumben ante la pesada carga que les generan dos o tres personas a su servicio y la creciente presión tributaria destinada en parte a arbitrar recursos a costa del sector productivo para regalar dinero a quienes por pereza, descuido, negligencia o falta de perseverancia evitan ganarlo con el sudor de la frente, y además, supuestamente, para motivar a algunos delincuentes a ver si finalmente se les antoja portarse bien.

Por suerte, en este país conducido a las patadas se ha empezado a generar la cultura de la robotización. El emprendedor Andrés Camilo Cruz estableció con su firma internacional INPROCAM un link o vínculo directo desde su sede en Pereira con su oficina en China para importar robots ajustados a las necesidades específicas de las industrias colombianas, generando así una alternativa para enfrentar tan sombrío presente y peor futuro.

Las máquinas trabajan juiciosas, nunca sufren accidentes laborales ni enfermedades, les tiene sin cuidado la duración de la jornada, no se quejan ni promueven ceses de actividades ni “operaciones tortuga” y son agradecidas. A cambio de mantenimiento periódico y aceite se dedican fielmente a retribuir a sus dueños con impecable y eficiente servicio durante años o lustros. Tampoco necesitan jefes ni supervisores; es posible dirigirlas y vigilarlas desde la comodidad del hogar con dispositivos remotos y cámaras, vía internet. Y jamás obligan a sus empleadores a subir escalas para comparecer en las Inspecciones del Trabajo ni radican demandas ante los jueces. Se retiran silenciosas e incluso brindan sus partes para crear nuevos equipos funcionales; como si, no conformes con su demostrada lealtad, quisieran seguir sirviendo a la humanidad después de cumplir su ciclo «vital».

Un robot “paletizador”, como se le denomina a un equipo dotado de poderosas extremidades metálicas, puede trabajar las 24 horas del día en los sectores farmacéutico, agrícola, alimentario, del cemento, de la construcción y de prefabricados, manufactura, etc., y en los aburridos quehaceres domésticos. El único límite es la imaginación de los usuarios y creadores de negocios.

Los visionarios juiciosos y precavidos han decidido madrugarle al riesgo implícito en los caprichos de los gobernantes y para ello adquieren equipos cada vez más sofisticados que les permitan seguir operando sin importar que el país se lance al abismo con actualizaciones normativas ajenas a la realidad socio-económica del tercer mundo.

El Gobierno vende en los medios de comunicación la idea de que está protegiendo a los asalariados contra los “abusos” de los “multimillonarios” cuando, en realidad, genera una pérdida silenciosa y progresiva de puestos en Compañías que, desesperadas, se enrutan hacia una fórmula salvadora: la robótica. La tecnología es capaz de salvarnos de una pésima administración pública. ¡Quién lo diría! La “inteligencia artificial” podría convertirse en la “luz al final del túnel”.

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