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LUIS FERNANDO CARDONA
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Actualidad“LOS TOPES” EN PEREIRA: UNA TRADICIÓN QUE UNIÓ A LA CIUDAD

“LOS TOPES” EN PEREIRA: UNA TRADICIÓN QUE UNIÓ A LA CIUDAD

 

En la Pereira de antaño, cuando la ciudad apenas crecía entre montañas y cafetales, existía una tradición que, con el paso de los años, se ha convertido en un eco nostálgico para muchos de sus habitantes: los «topes».

Era una celebración espontánea que convertía las calles y caminos rurales en un escenario de júbilo, donde familias,  vecinos y amigos se reunían para recibir visitantes especiales, personajes importantes que llegaban a Pereira.

Los topes eran más que un simple recibimiento; eran una expresión de la identidad pereirana, una muestra de la hospitalidad de la gente.

La tradición consistía en montarse en los mejores caballos, adornarlos y ensillarlos con esmero, para acompañar al recién llegado en una cabalgata.

Desde lugares como Huertas, Condina, Boquerón o Cerritos, las cabalgatas avanzaban hacia el centro de la ciudad, recorriendo caminos polvorientos y vías empedradas que conectaban las veredas con la naciente urbe.

Un destacado escritor costumbrista de la región, Euclides Jaramillo Arango, describió con precisión en uno de sus escritos la esencia de estos encuentros:

«Venían los abrazos, los vivas, las libaciones a pico de botella y la alegría en los presentes», capturando la atmósfera de aquellos días. Sus palabras pintan una imagen vívida de la época, donde la comunidad se unía alrededor de un evento que, aunque sencillo en su forma, era rico en significado. La alegría de un tope, como la describe Jaramillo, se extendía como un eco entre las montañas y la ciudad, con la risa y la emoción de los presentes vibrando al ritmo de los cascos de los caballos.

Destaca en su escrito Jaramillo, por ejemplo, la visita del poeta Julio Flórez a Pereira que se constituyó  en uno de los episodios que se conectó  con esta tradición de celebrar en comunidad, pues alrededor de 1909, después de su regreso de Europa, el poeta llegó a la ciudad, desatando una «locura colectiva» entre los pereiranos. Su fama como el último romántico de Colombia y su capacidad de conmover con su poesía hicieron que su llegada se viviera como un gran evento.

La gente se movilizó para escuchar sus declamaciones en el pequeño Teatro Caldas, donde, como relata Jaramillo, Flórez «electrizaba a sus oyentes».

Al igual que los topes, la llegada del poeta fue un motivo para que la comunidad se reuniera, compartiera y celebrara en conjunto. Flórez, con su estilo emotivo y su poesía que hablaba de amores y nostalgias, encarnaba el sentir de una época en la que las emociones y la conexión con la tierra eran el centro de la vida cultural.

Hoy los topes han desaparecido del paisaje urbano de Pereira por la modernidad, las nuevas costumbres,  culturas y legislaciones.

La memoria de los encuentros persiste en los relatos de los mayores, en las historias que cuentan los abuelos a sus nietos, recordando aquellos días en que la ciudad se detenía para recibir a un amigo o un familiar con una cabalgata y un brindis, y en que los versos de poetas como Flórez hacían vibrar los corazones de una audiencia emocionada.

Quizá ya no se escuchen los cascos de los caballos por las calles del centro, ni las voces de júbilo de los vecinos, ni las declamaciones apasionadas de los poetas. Pero la esencia de los topes, esa capacidad de la gente de Pereira para celebrar la vida en comunidad, sigue siendo un testimonio de la riqueza cultural de una ciudad que, aunque cambiante, mantiene un fuerte arraigo a su historia y a su pasado. Los topes fueron una expresión de la Pereira rural y hospitalaria, una tradición que nos recuerda que, en tiempos más sencillos, el motivo más pequeño podía convertirse en una gran fiesta, y que las emociones, ya fueran en forma de un abrazo entre amigos o de un verso apasionado, tenían el poder de unir a toda una ciudad.

Tal vez por eso, cuando se habla de los «tiempos de antes», muchos aún dicen que eran mejores. Porque en esos tiempos, la vida se vivía en conjunto, y cada tope era una oportunidad para unir los corazones en un solo latido, al ritmo de una ciudad que sabía celebrar la llegada de los suyos y rendir homenaje a la belleza de lo cotidiano.

6 COMENTARIOS

  1. Felicitaciones Javier por traer esa bella historia de Los Topes, para que las nuevas generaciones,
    nunca olviden lo que ha sido el ancestro Pereirano.
    Un abrazo

  2. Mi apreciado Javier, cada vez te luces más con relatos costumbristas, que agradable leerte.
    Me preciadba de ser un «buen montañero» citadino-vaya cintradiccion-, pero nunca había escuchado el término Tope con esa connotación festiva montañera.
    Felicitaciones

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