La herramienta más importante que tiene una nación para construir identidad y sentido de pertenencia es el deporte. Ejerce una poderosa influencia en la sociedad desde tiempos ancestrales y en el plano práctico tiene efectos enormes, tangibles y siempre positivos para los ámbitos educativo, económico y de salud pública. No existe otra actividad en todo el planeta, fuera de la guerra, que involucre más personas, mueva más dinero y ejerza más influencia en la conformación de las estructuras sociales.
Los Juegos Olímpicos son el máximo certamen deportivo del mundo en el que cada cuatro años todos los países se dan cita para emular y competir. Es el cenit del desempeño. En ellos se superan, justa a justa, casi todos los récords en todas las disciplinas. Los calendarios y los eventos —en todas las modalidades— están diseñados para obtener los mejores resultados y es innegable que el mayor sueño de cualquier deportista en el planeta está en lograr un triunfo en ellos.
Pero la verdad es que no existe una justa metodología de clasificación para medir el real desempeño de los diferentes grupos poblacionales. Las tablas de medallería de estos eventos muestran simplemente el total de preseas obtenido por cada país sin valorar el verdadero esfuerzo que significa cada logro. «No se puede comparar el número de medallas obtenidas por los Estados Unidos con sus casi 400 millones de habitantes y las logradas por Luxemburgo con escasos 620.000». Si atendemos la variable más importante, como es la población de cada territorio, los resultados son muy diferentes. En los anteriores juegos nacionales, celebrados aquí en Pereira, Risaralda fue el departamento campeón. Obtuvo el mayor número de medallas por cada 100.000 habitantes. Superó a Valle, a Antioquia, a Bolívar y a todos los demás.
La siguiente es la tabla de posiciones —medallas/habitante— de los pasados Juegos Olímpicos celebrados en París y que acaban de terminar el mes pasado:
1.Nueva Zelanda, 2. Jamaica, 3. Australia, 4. Hungría, 5. Holanda, 6. Georgia, 7. Dinamarca, 8. Irlanda, 9. Noruega, 10. Suecia, 11. Francia, 12. Reino Unido.
De lejos, el continente con mejor desempeño fue Oceanía; tiene tan solo dos países y ocuparon el primero y el tercer lugar en el mundo. Luego está Europa: nueve países se ubicaron entre los mejores doce del planeta. Después Asia, luego América y por último África. Parece fácil deducir que los niveles de desarrollo y de pobreza juegan un papel vital en el desempeño deportivo de cada sociedad.
Estados Unidos y China que en el papel se disputaron en estos juegos los dos primeros lugares en número total de medallas, no aparecen entre los primeros veinticinco países del mundo en medallas/habitante.
En el continente americano se obtuvieron únicamente 221 medallas. Si toda América fuese un solo país nuestro desempeño no nos alcanzaría para estar entre los primeros treinta del mundo. Oceanía obtuvo 72 medallas, Europa 434, Asia 271 y África 39.
En nuestro continente Jamaica ocupó el primer lugar seguido de Cuba y Canadá que son 15 y 17 en el mundo. Le siguieron en su orden Estados Unidos, Ecuador, Brasil, Colombia y México.
Nuestra patria en 2000 ganó una medalla, en 2004 dos, en 2008 tres y en 2012 nueve. Repetimos nueve medallas en Londres 2012 y vino la caída: en Río de Janeiro 2016 obtuvimos solo siete, en Tokio 2020 cinco y en Paris 2024 tan solo cuatro preseas. Si los resultados son directamente proporcionales al nivel de pobreza, como lo pudimos concluir, Colombia va en reversa hacia la pobreza absoluta.