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PolíticaMagistral y desgarradora

Magistral y desgarradora

Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ

En medio del calvario que ha padecido el proceso de paz en Colombia y de sus vicisitudes producto de los vaivenes políticos existen algunos escenarios intrínsecos que no admiten discusión sobre su importancia y validez. Uno de ellos es la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, como mecanismo —de carácter temporal y extrajudicial—para conocer la verdad de lo ocurrido en el marco del conflicto armado y contribuir al esclarecimiento de las violaciones e infracciones cometidas durante el mismo y ofrecer una explicación amplia de su complejidad a toda la sociedad. Presidida por el sacerdote Francisco de Roux adelanta en cumplimiento de sus funciones y entre muchas otras actividades una serie de encuentros entre las víctimas y los victimarios, entre reinsertados y secuestrados, entre familiares afectados y exguerrilleros.

Tuve la oportunidad de escuchar la valerosa intervención que hiciera Ingrid Betancourt, el pasado 23 de junio, en uno de estos encuentros denominado «Reconocimiento de responsabilidades de secuestro por parte de las Farc». Percibí una dolorosa y desgarradora expresión de los sentimientos que embargan a todos los afectados por el conflicto, pero especialmente un llamado genuino a la reconciliación. No guardo muchos afectos por la señora Betancourt a quien muchos colombianos condenamos por su impertinencia al ingresar desprotegida en el territorio de distención del Caguán, como candidata presidencial y molesta porque el entonces presidente de los colombianos —Andrés Pastrana— no accediera (como debía ser con uno de los actores electorales del momento) a llevarla en la comitiva que viajaba hacia allí en uno de los helicópteros de las fuerzas armadas. «Dio papaya». Pero claro está que su pecado no era óbice para que se despertara la solidaridad de los colombianos que sufrimos su penoso cautiverio, ni para que fuese acusada de dar origen al drama de la guerra.

Nuestros compatriotas tampoco encontraron justo y sensato que al ser rescatada por el ejercito nacional en una de las más audaces y exitosas operaciones de inteligencia militar Ingrid presentara un recurso ante el Estado colombiano, en el marco de la ley de protección a las víctimas del terrorismo, por ocho millones de dólares y por los perjuicios ocasionados durante su cautiverio. Su espectacular imagen de líder aupada por su condición de mártir se desplomó ante el malestar causado frente a la opinión pública, el gobierno y los militares. Betancourt declinó su demanda para no perjudicar a los demás ex secuestrados que tramitaban las suyas pero el daño estaba hecho. El autoexilio fue quizás su única alternativa.

Gracias a la Comisión de la Verdad la tenemos ahora entre nosotros para participar de ese ejercicio penoso pero imperativo de develar la verdad de lo acontecido y de encontrar las palabras justas para que los colombianos nos aproximemos con fidelidad a las aterradoras vivencias que sufrieron ambos actores del conflicto. Qué valentía, qué lúcido dolor, qué desgarradora expresión de sus padecimientos pero sobre todo que lucidez en la coyuntura. «Por qué mientras las víctimas lloramos no hay lágrimas en los ex militantes de las Farc?, ¿acaso la vergüenza que ustedes expresan es simplemente social y no espiritual?, ¿es éste un encuentro político o un encuentro de corazones?». «Gracias por reconocer el crimen del secuestro, pero necesito ver también sus ojos aguados». «El Estado no puede reparar a las víctimas, son ustedes los obligados y tenemos que buscar juntos la forma de hacerlo». «Que nunca más una idea valga más que una vida humana».

Estas son algunas de las dolorosas expresiones que Ingrid esbozó entre lágrimas y sollozos. Gracias Ingrid por sus lecciones y por enfrentarse a la verdad.

1 COMENTARIO

  1. Sí, creo que ella demandó ese «algo» del que queremos asirnos muchos colombianos para proteger la poca dignidad que nos dejó el acuerdo de la Habana. Muy valiente, me gustó esa claridad con la que se expresó.

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