Por JUAN ANTONIO RUIZ ROMERO
Especial para El Opinadero
Con el fin de año llegan las rendiciones de cuentas de los gobiernos y la evaluación ciudadana. Mientras las administraciones se esfuerzan por destacar los logros y justificar las falencias, a los periodistas y medios de comunicación nos corresponde asumir con el mayor equilibrio posible, un análisis de la gestión de los mandatarios y sus equipos, reconociendo que, al igual que con algunas encuestas, lo que entregamos son percepciones, que de por sí son subjetivas.
La columna de hoy abordará el estilo que ha caracterizado al alcalde de Pereira Carlos Alberto Maya. La semana entrante se referirá al gobernador de Risaralda Víctor Manuel Tamayo.
En el primer caso, a pesar de ser del equipo del Cambio de Juan Pablo Gallo, un exalcalde con alta favorabilidad, pero que terminó separado del cargo por participación indebida en política, los esfuerzos de Maya han sido por darle identidad propia a su gobierno y por ello, la pandemia le ofreció la oportunidad de demostrar un liderazgo como gerente de la ciudad.
Un perfil adecuado para alguien como él, distante y calculador, poco dado a expresar sus afectos. Tanto es así que el 30 de agosto pasado, más que la inauguración en sí de la nueva terminal de pasajeros del Aeropuerto Matecaña, la noticia fue que al alcalde se le quebró la voz, al mencionar “a mi amigo, mi hermano, Juan Pablo Gallo”.
El gerente del gobierno de la ciudad es reconocido a nivel nacional como el alcalde aperturista y de la reactivación económica por las medidas adoptadas y la celeridad en las mismas, con lo cual se ganó las simpatías del esquivo sector empresarial, tan golpeado por el Covid.
Pero hoy la gran preocupación de Maya y los discípulos del Cambio, está en la decisión de segunda instancia del Consejo de Estado sobre la demanda de nulidad interpuesta por su elección. Si bien hay todo tipo de especulaciones, lo más seguro es que si el alcalde sale indemne, su mentor, su amigo, su hermano, será el que sufra las consecuencias legales por el presunto delito de “constreñimiento al elector” con la aplicación denominada Kontacto.
Si Maya supera ese obstáculo “de lo contencioso administrativo”, el gobierno de la ciudad podrá moverse sin dificultades en los tres años que le restan de mandato.
Pero si sucede lo contrario, y se anula la elección de Maya, empezaría una atípica campaña electoral en la que se vislumbran como fijos a tres de los candidatos a la alcaldía en 2019: Alejandro García, Adriana López y Mauricio Salazar. A ellos se sumaría el escogido por el equipo del Cambio: Sergio Trejos, Maicol Lopera, Jaime Esteban Duque o Pablo Giordanelli.
Hay algunos analistas e incluso prestigiosos dirigentes gremiales que consideran “inconveniente y riesgoso” para la ciudad que un alcalde sea suspendido en el ejercicio de sus funciones, como sucedió con Gallo, o que el mandatario sea relevado por carecer de legitimidad su elección.
Es cierto que las dolorosas experiencias de ciudades como Cali, Armenia y Cartagena, por mencionar solo algunas, demuestran el grave daño y la postración que causan en un territorio fenómenos combinados de corrupción, tráfico de influencias y politiquería.
Pero el reto que tenemos como sociedad va mucho más allá de que digan que tenemos un alcalde aperturista y reactivador de la economía. Mal haríamos en mirar para el otro lado y pensar que “si eso es lo que hace todo el mundo” podemos aceptarlo.
Creo que el estilo hace al hombre. Y en el caso de Maya, me gustaría que además de la capacidad y la competencia que ha demostrado como funcionario, despeje las dudas acerca de su integridad. Ojalá lo consiga ante el Consejo de Estado.