Por: Luis García Quiroga
Yo no meto las manos en el fuego ni por mi mismo, porque soy consciente de que, si se equivoca el Papa que en asuntos de fe es infalible, qué esperar de alguien que no tiene ese toque de distinción divina.
Runciman dice que “los seres humanos jamás perderán la capacidad de meter la pata”. Especialmente si se trata de asuntos públicos y de política en cuyo terreno no siempre se camina con pies de plomo.
El alcalde Maya confía en sus escuderos acusados por el Fiscal Barbosa. Está bien que así sea porque por algo están en su guardia pretoriana. Sin embargo, se requiere prudencia cuando se trata de proteger la investidura que le fue dada como un honor surgido del contrato social. Eso se aprende no siempre a tiempo.
Por algo la solidaridad de cuerpo es ajena a los directores de medios de comunicación respecto de los columnistas, porque nuestras opiniones son nuestra responsabilidad exclusiva y al asumirla no esperamos que el director nos defienda.
En eso consiste la fórmula volteriana de no estar de acuerdo con una opinión, pero se siente la obligación de respetarla y darlo todo para que sea respetada. Como la opinión del alcalde Maya. La respetamos, pero se le fue la mano al ponerlas en el fuego porque no son sus manos; son las de la ciudad cuyos destinos dirige.
Pero además de los prejuicios, hay más excesos. Se olvida que por la compra de mil millones de pesos en mercados para las comunidades desprotegidas, los dos funcionarios del Municipio apenas están sindicados. Como dice Vigía Cívica: solo hay indicios no concluyentes, lo que no implica que no puedan ser investigados, sin que mientras tanto gocen de la presunción de inocencia.
Hay que recibir con calma los anuncios de control fiscal, disciplinario y penal de las ías que para eso están, igual que los concejales de oposición para ejercer control político. (Alcalde: todos los políticos son carroñeros cuando no están en el poder. Es normal e incluso constitucional). En eso consisten los pesos y contrapesos de la democracia.
Solo para ser justos y sin que suene a defensa de oficio, he leído muchos comentarios, algunos con cuadros comparativos de precios, pero no hablan de los costos de los impuestos que todo contrato público (estampillas pro cultura; pro bienestar tercera edad; industria y comercio etc.) Nadie compra huevos para vender huevos.
Esperamos que por el bien de la ciudad no estemos en ese podio odioso, vergonzoso y aberrante de la corrupción con recursos públicos destinados a los más débiles de nuestra inicua sociedad. Ya vivimos en la pasada administración el abominable y probado saqueo a la platica de los ancianos pobres.
No prejuzguemos, pero sería trágico que ese drama se repitiera en esta crisis social y económica como ninguna otra que se recuerde en nuestros tiempos.