Por JOHN ELVIS VERA SUAREZ
El derecho al voto y el ser elegidos es propio de una democracia. Quizás unas de las máximas manifestaciones de la participación política ciudadana, son las elecciones para ser representados o representar al conjunto de la sociedad en las llamadas corporaciones públicas.
Aunque este derecho ha quedado en la mayor de sus veces en una democracia representativa más no participativa, lo cual ha dejado en manos de unos pocos el devenir de localidades, regiones o países enteros.
La política que se puede definir como la “Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados” o como la “Actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país”, fue quedando bajo la tutela de los denominados “políticos”, que en realidad en su mayoría han sido individuos que maquinando para sus particulares intereses y en mucho los de su formación política o de quienes ostentan el poder económico, acaban fallando sobre todas las instancias de participación ciudadana y por ende decidiendo el devenir de su localidad o de una nación.
Hoy en día con múltiples conflictos en las sociedades del siglo XXI, en no pocos lugares, graves conflictos sin resolver durante los últimos centenares de años, aumenta la exigencia del movimiento social en su conjunto, para ejercer el pleno derecho de una participación amplia con democracias plenas y profundas, que conlleven a que el devenir de sus propios territorios sea consultado, discutido y definido por las mayorías y no por el grupúsculo que nos ha conducido a esta grave crisis planetaria con sus diferentes manifestaciones locales o regionales.
Y es que la participación ciudadana no la podemos circunscribir a las coyunturas electorales. La democracia debe ir más allá de los recintos parlamentarios. Los sectores que se manifiestan en el conjunto de la sociedad deben tener presencia activa en todos los escenarios deliberativos para que las decisiones tomadas en los espacios formales y legales sean benéficas para esas mayorías y en especial para los más vulnerables o desprotegidos.
En nuestro país como el aval para poder postularse y ser elegidos está en manos de organizaciones políticas; quienes están interesados o interesadas, terminan en las mayorías de las veces, negociando para aparecer en los tarjetones electorales. Tradicionalmente no ha sido el dialogo el que determine quién tiene el derecho a pretender ser el que representa a los posibles votantes.
Es más, en ocasiones en las elecciones con incidencia local o regional, terminan colocando nombres de relleno para copar el listado necesario.
En pocos meses se presentará de nuevo la oportunidad para que quienes lleguen a dichas instancias en representación del voto popular, representen de la mejor manera los intereses de las mayorías. Ante la repetida historia de que quienes han sido elegidos, por lo general terminan traicionando las ilusiones de sus electores y por la descomposición misma de la mayor parte de las organizaciones políticas, he venido insistiendo en que dichos candidatos y candidatas, deben salir de los mismos movimientos sociales.
Y con ello no es que quiera desconocer el papel primordial que puedan ejercer los partidos. Ni creer ilusamente que con dicha fórmula propuesta la corrupción y descomposición política termine por arte de magia. Pero si estoy convencido que se avanzara en la renovación positiva en este caso del parlamento y en el papel que este debe jugar para la creación de una sociedad más justa, democrática, diversidad y en armonía con la naturaleza.
En este momento histórico la participación ciudadana debe ser amplia, consciente y contundente para un cambio profundo en nuestro país.
Las esperanzas estan puestas en in nuevo cambio por un Pacto Historico son sueños del líder de la Colombia Humana doctor Gustavo Petro presidente 2022. 2026