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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadNADA ES POR AZAR

NADA ES POR AZAR

 

Muchas experiencias psíquicas y emocionales de una persona pueden presentarse de manera inesperada. Cuando esto sucede quien las experimenta comienza a cuestionarse el porqué de su ocurrencia. Por ejemplo, alguien está pensando recurrentemente en algún conocido de quien no tiene noticias hace muchos años; de pronto, suena el teléfono y es esa persona. También está el caso de la madre que duerme plácidamente y de improviso se despierta sobresaltada pensando en su bebé que está en una pieza contigua; al ir a verlo, lo encuentra en una situación de riesgo porque la almohada o la cobija están obstruyendo sus vías aéreas. O está el caso de quien siente el contacto de un ser querido que se encuentra a kilómetros de distancia y de inmediato recibe la noticia de que justo en ese momento acaba de fallecer. Para justificar dichos sucesos no ordinarios se me viene a la mente la canción Pedro Navaja del cantautor panameño Rubén Blades, que en uno de sus apartes dice: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, Dios!”. Los hechos descritos son un misterio no solo para las personas en general, sino para quienes se dedican a explicarlos desde la óptica de la ciencia. Muchos profesionales se limitan a decir que son casos fortuitos o simplemente niegan la coincidencia afirmando que son falsas interpretaciones de la realidad.

El filósofo alemán Friedrich Schiller (1759 – 1805) afirmó de manera categórica: “No existe la casualidad, lo que se nos presenta como azar surge de fuentes profundas”. La mecánica cuántica demostró desde la óptica de la ciencia que a nivel subatómico las partículas se comportan de manera probabilística a través de funciones de onda, lo que quiere decir que no se puede predecir con certeza la posición o el momento de ellas. Investigadores como Max Planck, Albert Einstein, Werner Heisemberg, Erwin Schrodinger, Paul Dirac, Wolfgang Pauli y David Bohm han demostrado experimentalmente, cada uno en su área, algo que ha cambiado el rumbo de la ciencia: si se afecta a alguna de las partículas, la otra se ve alterada de manera sincrónica. Todos los elementos que constituyen el universo, incluido el ser humano, mantienen un vínculo inseparable, desde el instante mismo de la gran explosión del punto de la singularidad, que es conocido como Big Bang, el origen unificado del todo existente.

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875 – 1961), apoyado en el trabajo colaborativo del nobel de Física Wolfgang Pauli (1900 – 1958), acuñó el término sincronicidad para hacer referencia  según sus palabras, “a la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante. Los eventos psicológicos internos están vinculados a los eventos del mundo externo por coincidencias significativas en lugar de cadenas causales”. Los principios básicos de la sincronicidad descrita por Jung se pueden resumir en: conexión de mente y materia, interconexión de eventos, coincidencias significativas, orden y armonía, intuición y conciencia y transformación y crecimiento. Somos parte del todo. Somos el todo.

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