POR LUIS GARCÍA QUIROGA
En las afueras de Pereira, el 28 de octubre de 1980, un niño de apenas 17 meses de edad cayó al hueco donde solo cabía él. Luego de cuatro días de luchas e incertidumbres, lograron sacarlo, pero por primera vez los niños del mundo no celebraron la fiesta del Halloween.
Aquel nefasto día para la familia Gómez Rodríguez y Gómez Iza, comenzó en la mañana cuando a la vista de la mamá, Nicolasito cayó al hueco de 35 cms de diámetro y 75 mts de profundidad pero quedó atascado en un recodo a 22 mts. Poco después del medio día los periodistas conocimos la infausta noticia y la movilización fue inmediata hacia la finca Andalucía en Cerritos, vía a La Virginia.
El transmóvil de RCN con Faber Toro y el periodista Jhonson Ortiz en terreno y yo en la cabina del piso 12 de la antigua Cámara de Comercio, estuvimos en transmisión 24/7 con emisoras enlazadas de todo el mundo durante las 79 horas que duró el penoso rescate de Nicolasito, poco después de las 3:00 p.m. del 31 de octubre.
Jhonson vio cuando la Cruz Roja llevaba el cuerpo de Nicolasito en una camilla y de pronto el brazo se balanceó en el aire. Él inmediatamente exclamó frente al micrófono: ¡está vivo!
Fueron escenas conmovedoras de llanto al son del Himno Nacional…pero no. Por supuesto el bebé no tenía la rigidez de un adulto y pasamos del emocionado llanto de alegría a las lágrimas de dolor.
Todos pusimos el alma para que Nicolasito fuera rescatado con vida. La movilización humana, técnica y de cuanto recurso había, se puso a disposición. Aparecieron voluntarios jamás imaginados. Desde enanos hasta topos, bomberos y Defensa Civil. Mi amigo el periodista de Cartago, Ancízar Gómez Zuluaga se disfrazó de bombero y fue evacuado de la finca. Tres meses después fue asesinado en Cartago en hechos aislados.
Se intentó todo. El aeropuerto Matecaña estuvo siempre listo para recibir ayudas. Del Canal de Panamá llegó logística con tecnología de la época pero fue mediante un túnel paralelo verticalmente y luego un bypass, que se logró el rescate.
Cuarenta años después, todavía me estremece el recuerdo de aquellos cuatro días de tensión, sufrimiento, esfuerzos supremos y enormes solidaridades que nos reconcilian como género humano. Estuve en la cabina de radio todo el tiempo con el apoyo del médico Edgar Salazar Montoya (QEPD) quien además de chequear mi estado de salud, daba certeras opiniones sobre las capacidades de sobrevivencia de un niño, algunas de las cuales cruzan las fronteras del milagro de la vida.
Yo tenía 29 años de edad y hacía dos meses había sido nombrado director de noticias RCN. Solo salía de la cabina al baño de la oficina de la gerencia. Cuando terminó la transmisión, recibí las llamadas del Dr. Oscar Bayter Posada Presidente de RCN y del Director Nacional Darío Hoyos Hoyos. Me dieron 10 días de vacaciones. Al término de la jornada yo estaba tan agotado que cuando busqué el ascensor para irme a casa, aparecí en la puerta del baño. Me llevaron a casa y dormí dos días seguidos.
Mi madre vivía entonces en Florencia, Caquetá, y cuando llegué, confirmé la conmoción del suceso. Me decían que la gente rezaba y amanecía en las calles escuchando la emisora, con la llama de la esperanza viva e invocando el milagro que nunca llegó.
Pero el milagro sí llegó; y esa es la almendra de esta historia, pues a mediados de los años 2000 estando yo en la residencia de mi amigo Jairo Calle Esquivel en el barrio Modelo, me dijo una noche que su hija pronto cumpliría años y el novio le quería ofrecer una serenata. Que si yo tenía amigos en El Páramo, donde nacen los bambucos.
Me fui con el chico en mi carro. Era un muchacho de unos 17 años de edad, saludable, inteligente y atento. Conversadorcito como soy, le pregunté cómo se llamaba y me dijo: Nicolás Gómez Rodríguez. Medio frené el carro y le pregunté de nuevo: ¿Quién es tu papá? -Oscar Gómez Iza y mi mamá, Amparo Rodríguez- me dijo.
Quedé lelo. Recordé que semanas después de la tragedia, recibí una tarjeta de Oscar y Amparo agradeciendo lo que todos intentamos hacer. Guardé silencio, hice remembranzas y pensé entonces que la vida además de compensar, es como un péndulo que va y vuelve.
Si los títulos de las columnas se pusieran al final, a ésta la llamaría: El espíritu de Nicolasito. El mismo espíritu inocente y esperanzador que despertó la solidaridad del planeta y que de seguro 40 años después, acompañará a todos los niños del mundo que por causa de esta pandemia, no podrán, como aquel triste viernes 31 de octubre de 1980, celebrar con alegría y libertad, la tradicional noche de los brujitos.
Como no recordar a nicolasito como movió corazones Colombia y el mundo lo lloro, todavía lo recuerdo y no puedo contener mis lágrimas y recuerdo la canción q le compuso Fausto q gran dolor nunca lo olvidaré 😪
Yo tenia 6 años y me acuerdo de no despegarme del radio. Cuando anunciaron su muerte lloré sin consuelo. Hoy 43 años después todavía lo recuerdo y pienso en sus papás. Una historia que nos unió como país y nos mostró la solidaridad de nuestro pueblo
Precisamente me acorde de las tragedias que hemos tenido en Colombia y me acorde de Nicolasito, como olvidarlo, siempre lo llevaremos en nuestros corazones, nunca me olvidaré de ese hermoso niño. En el año 1980. tenia tan solo 12 años cuando sucedió la tragedia, sufrimos mucho. Gracias por compartir señor Luis.