Ayudar, sin permanecer en los problemas, implica que en los procesos de guiar a los demás prestándoles ayuda cuando la necesiten no implica que uno, luego del evento, se aferre al problema de la otra persona como si fuera propio y lo lleve consigo en la mente incluso en las horas destinadas para descansar y dormir, pues de ser así, lo que se está desarrollando es una codependencia nada conveniente para ninguna de las partes.
Me trae lo anterior la historia de dos médicos siquiatras, el uno muy joven y recién salido de la Universidad, y el otro bastante mayor, que tenían oficinas contiguas con las puertas separadas por una pared. Al final del día el joven médico salía fatigado de sus terapias, con los pelos de punta, , hecho un mar de nervios, y lleno de ojeras.
Por su parte el doctor viejo se mostraba al final de la tarde tan fresco como había llegado en la mañana. Como ambos coincidían en varias ocasiones en la hora de salida, al joven le sorprendía lo fresco que salía el viejo y esto hasta le generaba envidia.
Nunca el joven se atrevió a preguntarle al viejo acerca que cómo lograba salir tan sereno después de tanto trajín emocional, hasta que un día se decidió y le preguntó al veterano: mire Doctor, me sorprende que Ud. luego de oír tantos problemas no salga, así como yo, cansado y despelucado. El siquiatra viejo lo miró con una sonrisa y le respondió mira hijo, y ¿quien oye?


