#ElvotoesSecreto
Esta semana recibí en mi dispositivo móvil una llamada, era una voz femenina que en tono amable que invitaba a votar para el senado de la República por un candidato que, dicho sea de paso, me simpatiza en lo personal. Con una rutina similar a la que siguen los operadores de los call center, la dama me saludaba con el tradicional: -Muy buenos días, señor Fernando, ¿cómo se encuentra usted este día? -Me van a ofrecer otra tarjeta de crédito, pensé. Como quiera que me sobraba tiempo, decidí llevarle la corriente. -Gracias, le dije. ¿En qué puedo servirle? -Le habla fulana de tal, de parte del candidato tal y pascual, para invitarlo a votar al senado por el número tal en la lista del Partido X. Muchas gracias, le respondí. -Señor Fernando, ¿desea que le enviemos publicidad sobre nuestro candidato? No le veo problema, respondí. (Al fin y al cabo, soy periodista y un poco de información sobre el programa e ideario de un aspirante no están de más en esta contienda política). Regáleme su correo electrónico, por favor. -No hay problema, bien pueda envíemelo al WhatsApp. (Tampoco le veo misterio pues esta aplicación se ha convertido en la caneca de todo tipo de memes, fake news y cadenas, muchos de los cuales borro, sin apenas leerlos, una vez advierto su intención). La acuciosa mercaderista prosiguió en su interrogatorio: -Señor Fernando por favor me puede indicar en qué municipio reside? -En Dosquebradas, respondí. ¿Por favor, en qué barrio? También le di una respuesta satisfactoria, y luego mi dirección exacta. Pero finalmente vino la pregunta que me indignó: -Señor Fernando, es tan amable y me regala el número de su cédula? ¡Plop!. Casi no salgo de mi asombro. Desde que tengo cédula de ciudadanía, o tal vez desde cuando tuve uso de razón, me enseñaron que, en Colombia el voto es secreto. Pero aquí una operadora de un call center, una vez se entera que su interlocutor podría estar interesado en el contenido de la campaña de un candidato al Congreso ya quiere tener todos sus datos incluido el número de la cédula y el lugar preciso de su residencia. Es decir, solo le resta digitar su número de cédula y sabrá en qué mesa le corresponde votar. De ahí a controlar (inclusive a constreñir si el infortunado simpatizante tiene rabo de paja, entiéndase contrato de prestación de servicios con el estado) su voto, hay un solo paso y es de un centímetro de distancia. No estoy seguro si esta práctica será o no violatoria de la Ley Electoral, mucho más en un país donde la compra de votos, práctica confesada por la prófuga ex senadora Aída Merlano, en la Costa Altántica es considerada normal y los implicados todavía no están encartados jurídicamente porque la denunciante no les merece crédito. Pero a mí, personalmente, me parece al menos anti ético el procedimiento. Lástima por el candidato. Me cae bien, le tengo cariño y estuve contemplando la posibilidad de sufragar a su favor. Hay que ganar, pero no así. No todo vale.
LUIS FERNANDO CARDONA G