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Director Fundador

Columnista Invitado¿Nos vamos a dejar?

¿Nos vamos a dejar?

Por: Clemencia Gómez Sandoval

Me cuesta un esfuerzo diario y mayúsculo crecer como ser humano, no me lo exige la virtud, me lo exige la necesidad, los enfermos de las emociones no nos podemos dar el “lujo” de odiar, guardar resentimientos o ladrar de rabia; salir de mis pecados capitales me hace sentar al atardecer en soledad a repasar mi día y a obrar en consecuencia, así que quiero hacer un ejercicio de compasión y empatía frente a Uribe.

Comienzo por mirar al niño y al adolescente, siempre rodeado de fichas de baja estofa, que no es ni siquiera necesario nombrar por ser de público conocimiento, empezando por su propio padre, codicioso, ambicioso y sin ataduras morales, amigo de narcos y paras, ese fue el entorno del joven Uribe, al que en mala hora le llego el poder y quedó definitivamente atado a la megalomanía, mejor dicho, adquirió el kit completo: lo entiendo lo comprendo y lo lamento.

Es abogado, pero la inteligencia no le da el ancho para ser jurista; es sagaz, instintivo, zorro, mañoso, provocador, mandón, soberbio, marrullero, culebrero, pero no inteligente; lo dicho lo confirma un hecho de todos conocido: en su vida no se le conoce ni un acto de jurista que se traduzca en un concepto, una demanda, ejercicio de la función jurisdiccional, artículo periodístico, libro o discurso, ni nada análogo que haga pensar en ejercicio profesional. Como alcalde, gobernador, presidente y congresista siempre ha enfilado sus baterías en asuntos de negocios o micos de impunidad, dos ejemplos al canto, la ley que convirtió la salud en negocio o la doble instancia para AFORADOS CONDENADOS, vergüenza sin igual. Pasó por Oxford, pero Oxford no paso por el salvo para dejarle un inglés con acento de Titiribí que mueve a risas. Es un frustrado, lo entiendo, lo comprendo y lo lamento.

Lo “mejor” que hace por el mismo resultó lo peor para su país: es un encantador, no de serpientes, ya sería algo, de PENDEJOS y bajo su funesta sombra caen buenos muchachos y muchachas, se les tira la vida y le quedan agradecidos, indicativo que en mi platanal hay mucho flojo de neuronas que lo sigue porque los puso a hacerle el trabajo sucio o “porque los dejó volver a la finca”, sin tener ni un lote en el cementerio, es un fenómeno sociológico más grave y decadente que el de la aparición de Pablo Escobar en la sociedad colombiana. Está mentalmente enfermo y lo corroboran connotados diagnósticos psiquiátricos y la mera observación de sus psicopatías, desde “pecattas minutas” hasta el genocidio, requiere de tratamiento en clínica psiquiátrica. Lo entiendo, lo comprendo y lo lamento.

¿Entonces por qué sigue ahí? no es su culpa; el dolo, la culpa o la ignorancia hay que buscarla en sus seguidores, él es un niño víctima y un adulto enfermo, él se aferra a un pedazo de poder porque es síntoma de su enfermedad, los que nos mantienen en vilo frente a un desquiciado, son aquellos que por interés o ignorancia lo sostienen, ya es hora de que la justicia y el pueblo le pongan freno a este Idi Amín Dada criollo, a este Papa Doc colombiano, que si no se marcha nos acaba.

!Por Dios hagamos algo! el pueblo de Puerto Rico sacó al gobernador de la isla por unos meros mensajes prejuiciosos, homofóbicos, machistas, nosotros frente al desgarro total del estado, frente al desgobierno, la impunidad, la ilegitimidad de un payaso y su senador titiritero, las muertes y la guerra no hacemos nada, ya es hora de que Uribe-Duque se vayan, razones sobran.

3 COMENTARIOS

  1. Que buena enseñanza nos deja su artículo con esa apología del odio. Lo q sale de la boca es lo que tiene nuestro corazón.

  2. La descripción que Clemencia hace en este artículo es digna de aplauso.

    Creo que es así, sacando a relucir las verdades como vamos a cicatrizar todas las heridas.

    Gracias Clemencia por por hablar así.

    Un abrazo.

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