Por JOSE DANILO SALAZAR
¿Quiénes somos los colombianos? Esta pregunta no tiene respuesta fácil, porque desde siempre nos ha costado a aceptar la realidad de que somos un amasijo humano de tres etnias diferentes que se niegan y miran con desconfianza entre sí, frente a las comunidades tribales o indígenas, los habitantes del territorio que llamamos Colombia, nosotros, sus coterráneos, hemos mantenido una conducta ambivalente, adoramos los vestigios materiales de las “civilizaciones muertas”, hay orgullo por los objetos de oro, por los tesoros del dorado, hay admiración por algunos jefes indígenas que se mantuvieron firmes o pagaron con sus vidas su oposición al invasor español, pero no se admite una herencia intelectual y no se siente orgullo por los logros espirituales de los indios, a muchos hoy, les incomoda el habitante nativo de un territorio o resguardo, sobre todo cuando no podemos sacudirnos de su presencia con una limosna, o parar sus reclamos, luchas o participación política a punta de plomo. “Pueblos despreciados antes que comprendidos” dijo de América Latina, dijo el inca Garcilaso uno de los que recibió el impacto de la conquista y la colonia, el inicio de una larga lucha por formar la identidad latinoamericana.
Para entrar en materia, recordemos que no todas las tribus estaban en el mismo nivel de desarrollo a la llegada del invasor español, a las altas culturas americanas, que ya tenían una organización social de tipo imperial, las explotaron económicamente, sujetando por las armas o el terror a sus clases dominantes que debían pasarle a los nuevos amos, sus antiguas ganancias, igualmente expoliaron los españoles a las masas indígenas llevándolas casi a la extinción sobreexplotándolas en la mita y la encomienda, y al no tomar en cuenta los diferentes estamentos de las tribus, terminaron haciendo trabajar por igual y agotando hasta el desfallecimiento al agricultor, artesano, comerciante, guerrero o astrónomo, perdiéndose para nuestra sociedad verdaderos tesoros sabiduría de esas culturas.
Cuando las tribus tenían bajo nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas, carecían de rudimentos de agricultura y por tanto no podían ser explotados como trabajadores o como pagadores de impuestos, como el caso de los caribes, buscaron su exterminio, combatiéndolos militarmente, llegando hasta el colmo acusarlos de ser homosexuales o caníbales, casos estos, en que la ley española permitía su eliminación, la tardía colonización de nuestra región se explica porque estuvo habitada por bravos indígenas como los Quimbayas, que no fueron fáciles de dominar, aunque debido al proceso de invasión española, éstas sociedades estaban condenadas a ser derrotadas.
La falsedad sobre la inferioridad de los indígenas, no se debe a Colón, el primer europeo que escribió sobre ellos, pues en su carta los describe con palabras de admiración, y poco después, empiezan a oírse voces de teólogos y jurisprudentes, preocupados por la guerra, con la que España quería dominar a los indios. La difamación empezó cuando se declaró que los indios eran esclavos naturales por su “ inferioridad y rudeza natural”, porque se decía que todos los indígenas caribes eran caníbales, porque para los frailes, los indios hablaban del diablo en sus alucinaciones rituales, todas las falsedades anteriores, más la codicia por el oro y la obsesión por extirpar la idolatría, tuvieron como consecuencia que se persiguió a sacerdotes y chamanes indígenas, descritos como hechiceros que tenían pacto con el diablo, y así se inició una época de asesinar, y eliminar a la élite intelectual indígena.
Hubo excepciones notables sobre el trato que se merecían lo indígenas, que enaltecen el lado humanista de muchos españoles, como las de Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos, y otros hombres quienes reconocían el valor de las culturas indígenas, y dudaban del derecho de la supuesta superioridad española para destruir otras culturas, pero la falsedad se impuso y ha seguido propagándose hasta nuestros días.
Para el siglo XV, muchos indios de Suramérica y Centroamérica habían alcanzado niveles intelectuales y científicos más altos de los que los conquistadores estuvieron dispuestos a admitir, en algunos aspectos las culturas indígenas no eran muy inferiores a las de Europa, por ejemplo, sus conocimientos en astronomía dieron origen a calendarios como el Maya, de gran precisión, la arquitectura de los andes centrales y Mesoamérica era superior a la europea de esos mismos días, la metalurgia de tribus colombianas expertas en oro, cobre y otras tribus con saberes de metalurgia en plata y platino, que no se usaron para fines bélicos, la domesticación de plantas y animales, los sistemas de control hidráulicos etc. En Guatemala desarrollaron la escritura, los sacerdotes mayas sabían escribir de la misma manera que los monjes europeos en sus conventos, pero mientras en Europa, los monjes conservaron y transmitieron la cultura greco romana y judeo cristiana, aquí se dedicaron a quemar todos los libros mayas, con sabidurías milenarias tan antiguas como las europeas y que no debían ser conocidas, sino ocultadas o desaparecidas pues podrían representar un desafío para la imposición cultural de España.
Desde 1910, cuando se da la urbanización y el crecimiento económico del país y nos miramos en el espejo norteamericano, nos vimos estancados y reaparece la visión pesimista de lo colombiano, para 1919 pensadores como Miguel Jiménez López y Luis López de Mesa, dan una visión racista y opinan que el aporte de indios y negros es negativo, por lo que debe mejorarse nuestra raza, procurando el cruce de estos elementos con personas de raza blanca, según López de mesa “la mezcla del indígena con el elemento africano y aún con los mulatos que de él deriven, sería un error fatal para el espíritu y la riqueza del país; se sumarían, en lugar de eliminarse los vacíos y defectos de las dos razas”.
El componente africano de nuestra nacionalidad también ha sido repudiado, ocultándose maliciosamente que a costa de su sudor, sufrimientos, lágrimas, sangre y humillaciones se hicieron muchos de los grandes capitales que actualmente ostentan algunos potentados, no podemos dejar de mostrar que a los africanos, sometidos y vendidos como bestias y que hacen parte de nuestra sangre y cultura, también se les ha repudiado, según Laureano Gómez “el elemento negro constituye una tara: en los países donde ha desaparecido, como en Chile, Argentina y Uruguay, se ha podido establecer una organización económica y política con sólidas bases de estabilidad”.
Por su parte el filósofo antioqueño Fernando González, propone una mezcla racial, una buena mezcla racial de blanco y negro, que puede ser orientada por los gobiernos y producirá “el gran mulato”, según sus palabras “solo el hombre futuro de Suramérica, mezcla de todas las razas, puede tener la conciencia de todos los instintos humanos, la conciencia universal. El suramericano será el hombre completo. Suramérica será la cuna del gran mulato”
La polémica acerca de las razas llegó al congreso donde se convirtió en la ley de inmigración, que buscaba la llegada al país de individuos y familias, que por sus condiciones personales no fueran motivo de precauciones. Muchos colombianos en ese entonces, no estaban de acuerdo con esa perspectiva y hacen una defensa del mestizaje existente, diciendo que el retraso o la debilidad de los grupos existentes, son el resultado de procesos históricos y culturales, para ellos no son síntomas de degeneración, autores como Jorge Bejarano, Arturo Castro y Armando Solano, sostienen que si los indios se ven abatidos, miserables y desesperados, esto es el resultado de la colonización y la explotación, proponen restituir a los resguardos a los indios civilizados, rehabilitar el pasado indígena, proteger a los salvajes, los instrumentos de progreso deben ser la educación y la higiene, no los cambios raciales.
Solo después de las década de los sesenta y por la acción de algunas ciencias sociales como la antropología y la etnología se ha dado un cambio de paradigmas, la concepción que se tenía del indio es distinta, los viejos estereotipos del indio primitivo, el buen salvaje, el indiecito infantil o el troglodita embrutecido, se han derrumbado, hoy nos encontramos con un hombre como nosotros, tomando parte activa en la creación de nuestra sociedad, más de quinientos años después del encuentro entre dos mundos, apenas se empieza a dar el encuentro espiritual entre hombres en igualdad de condiciones y sueños .
En nuestros tiempos, tal vez no se trate de extirpar la idolatría, ni arrebatarles el oro, pero en la práctica se ha tratado de “integrar” a los indios a la sociedad dominante, es decir, de negarles sus culturas propias, tradicionales, de quitarles las pocas tierras que aún les quedan, se sigue hablando de la indolencia indígena, de una raza que agoniza, la misma palabra indio, se ha vuelto un insulto, un oprobio que da a entender que la persona a la que se designa así, pertenece al estrato más bajo de la sociedad.
Solo después de construir nuestra identidad latinoamericana, podríamos empezar a hacer realidad el deseo de la integración latinoamericana, despojada de las limitantes impuesta por los modelos foráneos; mantenernos en el desgaste de sustentar y defender teorías exógenas, es perder de vista las coordenadas de nuestra propia realidad y dejar de buscar nuestro propio destino. Debemos de colocar un espejo que refleje nuestro rostro con sus heridas e imperfecciones, sus fealdades y ver en ella su belleza diferente, la de un país y una región triétnica.
Para responder a la pregunta inicial ciertamente, no podemos ignorar nuestra realidad histórica, causada por la imposición de credos exógenos, con los que nos han manipulado y dirigido por un rumbo alejado de nuestra propia realidad, pero debemos recordar lo que dijo el gran Martí “América sale con su indio, o no sale” y añadiría yo, y con el descendiente del esclavo, que traído aquí violentamente ha dado su aporte fecundo para crear esta sociedad.
¿Quiénes somos los colombianos ?Ésta pregunta no tiene respuesta fácil, porque desde siempre nos a costado a aceptar la realidad de que somos un amasijo humano de tres etnias diferentes que se niegan y miran con desconfianza entre sí, frente a las comunidades tribales o indígenas, los habitantes del territorio que llamamos Colombia, nosotros, sus coterráneos, hemos mantenido una conducta ambivalente, adoramos los vestigios materiales de las “civilizaciones muertas”, hay orgullo por los objetos de oro, por los tesoros del dorado, hay admiración por algunos jefes indígenas que se mantuvieron firmes o pagaron con sus vidas su oposición al invasor español, pero no se admite una herencia intelectual y no se siente orgullo por los logros espirituales de los indios, a muchos hoy, les incomoda el habitante nativo de un territorio o resguardo, sobre todo cuando no podemos sacudirnos de su presencia con una limosna, o parar sus reclamos, luchas o participación política a punta de plomo. “Pueblos despreciados antes que comprendidos” dijo de América Latina, dijo el inca Garcilaso uno de los que recibió el impacto de la conquista y la colonia, el inicio de una larga lucha por formar la identidad latinoamericana.
Para entrar en materia, recordemos que no todas las tribus estaban en el mismo nivel de desarrollo a la llegada del invasor español, a las altas culturas americanas, que ya tenían una organización social de tipo imperial, las explotaron económicamente, sujetando por las armas o el terror a sus clases dominantes que debían pasarle a los nuevos amos, sus antiguas ganancias, igualmente expoliaron los españoles a las masas indígenas llevándolas casi a la extinción sobreexplotándolas en la mita y la encomienda, y al no tomar en cuenta los diferentes estamentos de las tribus, terminaron haciendo trabajar por igual y agotando hasta el desfallecimiento al agricultor, artesano, comerciante, guerrero o astrónomo, perdiéndose para nuestra sociedad verdaderos tesoros sabiduría de esas culturas.
Cuando las tribus tenían bajo nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas, carecían de rudimentos de agricultura y por tanto no podían ser explotados como trabajadores o como pagadores de impuestos, como el caso de los caribes, buscaron su exterminio, combatiéndolos militarmente, llegando hasta el colmo acusarlos de ser homosexuales o caníbales, casos estos, en que la ley española permitía su eliminación, la tardía colonización de nuestra región se explica porque estuvo habitada por bravos indígenas como los Quimbayas, que no fueron fáciles de dominar, aunque debido al proceso de invasión española, éstas sociedades estaban condenadas a ser derrotadas.
La falsedad sobre la inferioridad de los indígenas, no se debe a colón, el primer europeo que escribió sobre ellos, pues en su carta los describe con palabras de admiración, y poco después, empiezan a oírse voces de teólogos y jurisprudentes, preocupados por la guerra, con la que España quería dominar a los indios. La difamación empezó cuando se declaró que los indios eran esclavos naturales por su “ inferioridad y rudeza natural” ,porque se decía que todos los indígenas caribes eran caníbales, porque para los frailes, los indios hablaban del diablo en sus alucinaciones rituales, todas las falsedades anteriores, más la codicia por el oro y la obsesión por extirpar la idolatría, tuvieron como consecuencia que se persiguió a sacerdotes y chamanes indígenas, descritos como hechiceros que tenían pacto con el diablo, y así se inició una época de asesinar, y eliminar a la élite intelectual indígena.
Hubo excepciones notables sobre el trato que se merecían lo indígenas, que enaltecen el lado humanista de muchos españoles, como las de Bartolomé de las Casas y Antonio de Montesinos, y otros hombres quienes reconocían el valor de las culturas indígenas, y dudaban del derecho de la supuesta superioridad española para destruir otras culturas, pero la falsedad se impuso y ha seguido propagándose hasta nuestros días.
Para el siglo XV, muchos indios de Suramérica y centro américa habían alcanzado niveles intelectuales y científicos más altos de los que los conquistadores estuvieron dispuestos a admitir, en algunos aspectos las culturas indígenas no eran muy inferiores a las de Europa, por ejemplo, sus conocimientos en Astronomía dieron origen a calendarios como el Maya, de gran precisión, la arquitectura de los andes centrales y Mesoamérica era superior a la europea de esos mismos días, la metalurgia de tribus colombianas expertas en oro, cobre y otras tribus con saberes de metalurgia en plata y platino, que no se usaron para fines bélicos, la domesticación de plantas y animales, los sistemas de control hidráulicos etc. En Guatemala desarrollaron la escritura, los sacerdotes mayas sabían escribir de la misma manera que los monjes europeos en sus conventos, pero mientras en Europa, los monjes conservaron y transmitieron la cultura greco romana y judeo cristiana, aquí se dedicaron a quemar todos los libros mayas, con sabidurías milenarias tan antiguas como las europeas y que no debían ser conocidas, sino ocultadas o desaparecidas pues podrían representar un desafío para la imposición cultural de España.
Desde 1910uando se da la urbanización y el crecimiento económico del país y nos miramos en el espejo norteamericano, nos vimos estancados y reaparece la visión pesimista de lo colombiano, para 1919 pensadores como Miguel Jiménez López y Luis López de Mesa, dan una visión racista y opinan que el aporte de indios y negros es negativo, por lo que debe mejorarse nuestra raza, procurando el cruce de estos elementos con personas de raza blanca, según López de mesa “la mezcla del indígena con el elemento africano y aún con los mulatos que de él deriven, sería un error fatal para el espíritu y la riqueza del país; se sumarían, en lugar de eliminarse los vacíos y defectos de las dos razas”.
El componente africano de nuestra nacionalidad también ha sido repudiado, ocultándose maliciosamente que a costa de: su sudor, sufrimientos, lágrimas, sangre y humillaciones se hicieron muchos de los grandes capitales que actualmente ostentan algunos potentados, no podemos dejar de mostrar que a los africanos, sometidos y vendidos como bestias y que hacen parte de nuestra sangre y cultura, también se les ha repudiado, según Laureano Gómez “el elemento negro constituye una tara: en los países donde ha desaparecido, como en Chile, Argentina y Uruguay, se ha podido establecer una organización económica y política con sólidas bases de estabilidad”.
Por su parte el filósofo antioqueño Fernando González, propone una mezcla racial, una buena mezcla racial de blanco y negro, que puede ser orientada por los gobiernos y producirá “el gran mulato”, según sus palabras “solo el hombre futuro de Suramérica, mezcla de todas las razas, puede tener la conciencia de todos los instintos humanos, la conciencia universal. El suramericano será el hombre completo. Suramérica será la cuna del gran mulato”
La polémica acerca de las razas llegó al congreso donde se convirtió en la ley de inmigración, que buscaba la llegada al país de individuos y familias, que por sus condiciones personales no fueran motivo de precauciones. Muchos colombianos en ese entonces, no estaban de acuerdo con esa perspectiva y hacen una defensa del mestizaje existente, diciendo que el retraso o la debilidad de los grupos existentes, son el resultado de procesos históricos y culturales, para ellos no son síntomas de degeneración, autores como Jorge Bejarano, Arturo Castro y Armando Solano, sostienen que si los indios se ven abatidos, miserables y desesperados, esto es el resultado de la colonización y la explotación, proponen restituir a los resguardos a los indios civilizados, rehabilitar el pasado indígena, proteger a los salvajes, los instrumentos de progreso deben ser la educación y la higiene, no los cambios raciales.
Solo después de las década de los sesenta y por la acción de algunas ciencias sociales como la antropología y la etnología se ha dado un cambio de paradigmas, la concepción que se tenía del indio es distinta, los viejos estereotipos del indio primitivo, el buen salvaje, el indiecito infantil o el troglodita embrutecido, se han derrumbado, hoy nos encontramos con un hombre como nosotros, tomando parte activa en la creación de nuestra sociedad, más de quinientos años después del encuentro entre dos mundos, apenas se empieza a dar el encuentro espiritual entre hombres en igualdad de condiciones y sueños .
En nuestros tiempos, tal vez no se trate de extirpar la idolatría, ni arrebatarles el oro, pero en la práctica se ha tratado de “integrar” a los indios a la sociedad dominante, es decir, de negarles sus culturas propias, tradicionales, de quitarles las pocas tierras que aún les quedan, se sigue hablando de la indolencia indígena, de una raza que agoniza, la misma palabra indio, se ha vuelto un insulto, un oprobio que da a entender que la persona a la que se designa así, pertenece al estrato más bajo de la sociedad.
Solo después de construir nuestra identidad latinoamericana, podríamos empezar a hacer realidad el deseo de la integración latinoamericana, despojada de las limitantes impuesta por los modelos foráneos; mantenernos en el desgaste de sustentar y defender teorías exógenas, es perder de vista las coordenadas de nuestra propia realidad y dejar de buscar nuestro propio destino. Debemos de colocar un espejo que refleje nuestro rostro con sus heridas e imperfecciones, sus fealdades y ver en ella su belleza diferente, la de un país y una región triétnica.
Para responder a la pregunta inicial ciertamente, no podemos ignorar nuestra realidad histórica, causada por la imposición de credos exógenos, con los que nos han manipulado y dirigido por un rumbo alejado de nuestra propia realidad, pero debemos recordar lo que dijo el gran Martí “América sale con su indio, o no sale” y añadiría yo, y con el descendiente del esclavo, que traído aquí violentamente ha dado su aporte fecundo para crear esta sociedad.