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DeportesObligados a reinventarnos y redescubrirnos

Obligados a reinventarnos y redescubrirnos

Por: Hugo Ocampo Villegas

Los escenarios están cerrados. No hay competencias, los micrófonos en los estadios están silenciados, las salas de redacción están vacías.

Y en este prolongado receso, nosotros los periodistas alejados de los campos deportivos y con el computador más que imprescindible buscando espacios en las nubes tecnológicas, escribiendo temas de reflexión y análisis –como casi nunca lo hacemos-, hurgando en los archivos para evocar el pasado glorioso o rememorar hechos anecdóticos en este incierto presente y profundizando en el rostro humano del deportista ante la escasez de información.

Un receso obligado, que ni en vacaciones tomamos torturándonos con que la noticia no tiene horario ni fecha en el calendario, y que nos obliga en tiempos de crisis a reinventarnos en el trabajo pero también a redescubrirnos en nuestra vida personal y el valor de la familia.

Uno, reinventarnos en el trabajo. Por allá en 1974 –llevaba ya un año de haberme iniciado como comentaristas de fútbol- quienes cubríamos los partidos del Deportivo Pereira entramos en huelga, con el respaldo de los medios para los cuales laborábamos, cuando el alcalde de turno pretendió cobrarnos el ingreso al estadio. Fue un mes de silencio informativo y en ese lapso se disputaron tres juegos en el Hernán Ramírez con asistencia de público que echaba de menos las narraciones ruidosas de los locutores y las sesudas opiniones de los comentaristas pues el aficionado se sentaba en la tribuna con el transistor pegado al oído para que otros le contaran lo que él estaba viendo.

Ahí entendí que no sólo de fútbol debía ocuparme y cambié mi rótulo de comentarista a letrero de periodista en ciernes, sintiéndome obligado a incursionar en otros deportes y explorar los otros géneros del periodismo. Tocó renovarme.

Hoy el término de moda es reinventar. Con la fortuna de tener al alcance de nuestra profesión –oficio, según el honorable Congreso que eliminó la tarjeta profesional de periodista- todos los avances de la tecnología que a la vez se han convertido en amenaza si los medios y nosotros no entendemos la necesidad de transformarnos. Pues bien… la pandemia llegó para obligarnos a ello.

El riesgo es que nos quedemos pegados a esa montaña informativa, la que es cierta y la que no lo es, que se desparramó por las redes sociales sólo para consumirla, sin hacer uso de nuestra capacidad de investigación y discernimiento. Porque no es sólo avanzar en la utilización de la tecnología digital sino en aprovecharla para producir un buen periodismo. ¡A reinventarnos se dijo…!. Llegó la hora y día del trabajo inteligente.

Dos, redescubrirnos en nuestra vida personal y el valor de la familia. Bien vale decir que el deporte con su multiplicidad de disciplinas y eventos, pero en esencia el fútbol, nos sacó -a quienes optamos por el periodismo deportivo- de nuestras casas todos los fines de semana y nos alejó de la esfera familiar por largas temporadas de días consecutivos.

Recuerdo que no pude asistir al grado de un hermano y al matrimonio de otro mas me demoré en llegar para comer un pedazo de torta que en salir a un cubrimiento deportivo.

Fueron muchos los encuentros familiares campestres en los que brillé por mi ausencia y ni que decir cuando al extinto Augusto Ramírez González le dio por inventarse la Copa Ciudad Pereira: la navidad la pasábamos en el Mora Mora y el feliz año nuevo lo celebrábamos primero en el estadio. Nuestra vida se resumía en: cerca de los estadios compartiendo con el deporte, lejos de nuestras casas abandonados de la familia.

Ahora, la forzosa cuarentena me ha permitido redescubrir –a pesar del narcotizante celular que acerca en la lejanía y aleja en la cercanía- el encanto del entretenimiento hogareño que viví en mi infancia y juventud, aún en medio de las dificultades económicas.

 Nunca le había invertido a fortalecer los lazos familiares con un parqués de seis puestos y sus más de dos horas tratando de llegar al cielo o en una película en primera fila con hermanos y sobrinos engordando aún más con crispetas, platanitos, papitas y gaseosas para darle gusto a Luciana, la ‘sobri’ que nos alegra los días de encierro. Reunidos hasta en la espiritualidad al asistir vía Internet pero con recogimiento al viacrucis de Cristo, como nunca antes lo hicimos.

Y más aún, en el solaz también de un momento personal, pude apreciar de cerca el maravilloso espectáculo de un ejército de hormigas cortadoras de hojas –cachonas las llamamos, también arrieras- que en un solo día deshojaron y dejaron desnudo el rosal del antejardín de la casa. Mi hermana decía que se estaban aprovisionando para la temporada de invierno y digo yo que no encontraron mejor supermercado que la espinosa planta heredada de nuestra madre. No menos interesante fue verlas replegarse a sus hormigueros consumado su trabajo invasivo.

¡A redescubrinos, se dijo entonces…!. La familia si tiene horario y tiempo en el calendario.

1 COMENTARIO

  1. Que bien, se redescubre en otros escenarios de la comunicación, y posibilita, otros cruces culturales y familiares, Esto hace del periodismo una profesión de narrativas, tan sensibles, como las que referencia de su familia.
    Que bien.

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