- Fanatismo, negar la existencia del otro. Ser dueño de nada.
- Ninguna violencia siembra ni potencia vida digna. La maldición del poder depredador.
El sapiens va a desaparecer en un pestañeo, un despabile del tiempo cósmico sin haber sido capaz de entender que su fantasía mito de poder inventado resultó inútil por la plaga endemia de codicia, enfermedad espiritual, engaño y deformación con el relato falaz de ser dueño de lo que nunca fue su propiedad ni dominio. Aquello que llevó a su final cada poderoso que dañó vida y humanidad, lo que fue enterrado en su sepultura fue su propiedad, eso tuvo, nada más. Sólo sus átomos, ácaros, bacterias, que no pudo inmortalizar. Lo demás que creyó poseer fue su destrucción, maldición e infelicidad existencial. ¿Dueño de qué el sapiens en la banalidad de su invento maldito, el poder depredador de la vida?.
Sí, el relato triste de sentirse emperador de la creación, controlador de todo lo que hay, propietario de la vida por título notarial, actor de su violencia para arrasar, destruir, someter todo a su paso y cercar tierra hasta despojar el último centímetro posible a sangre y fuego para proclamarse imperio y civilización suprema desde su ombligo contra la vida de todos los otros distintos. Todo artificio sobre el planeta fue invento sapiens, hasta su propia destrucción y despojo de su autonomía, albedrío perdido en el vicio y adicción en la codicia mecanizada, automatizada.
El sapiens va de salida más temprano que tarde por autodestrucción, sin comprender su verdad de inquilino, pasajero temporal en el cosmos, esclavo del delirio de ser dueño de lo que no se pudo llevar a ninguna parte. Quiso ser dueño de la vida, de la libertad de los otros, acumulador de todo el dinero, otro artificio en cifras, papel. Padecimiento de no poder resolver lo esencial con tales posesiones. Triste celebridad por todo el daño causado con su voracidad insaciable.
La tierra o la vida. Comprar, acumular, despojar, invadir, desplazar, quitar tierra al precio que fuere, a sangre y fuego, desaparecer a los otros por su sed imperial sobre la tierra. Así como fue incapaz de entender la diversidad, igual el sapiens estuvo impedido para comprender el absurdo de ser dueño de nada. Parte de su estupidez infinita es seguir en el fratricidio de los buenos contra los malos que son los distintos. ¿Cuáles fieras son las buenas y cuáles las malas en sus peores instintos?.
La especie sapiens fue dotada de discernimiento para sembrar y proteger la vida, evitar la muerte hasta el punto máximo en el ciclo vital natural. Nacimos forcejeando, transcurrimos la vida en el forcejeo y la capacidad creativa posible, hasta morir en nuestra naturaleza finita en el último acto vital digno, así era la misión que correspondía a la especie. No pudo el sapiens coexistir con el ejemplo enseñado por quienes vivieron en la no violencia.
Vivir para sembrar odio, sed de venganza, destrucción, aniquilamiento del otro para despojarlo de su vida, es la peor expresión de terror, horror, oscuridad espiritual. ¿Será que si el vecino armado hasta los dientes aniquila en destrucción total a su vecino semejante va a vivir feliz sobre la presunción de haber conquistado la tierra prometida celestial?. ¿Qué hay en cada satrapía que aniquila seres humanos indefensos, vulnerados de manera indiscriminada en alarde de poderío bélico?. ¿En nombre de qué razón puede ser justificable tal destrucción, despojo, desplazamiento y destierro?. No puede existir tierra prometida como paraíso de odio, venganza y muerte sobre ningún pueblo.
Aterrizados en territorio propio ahora que es tiempo de decidir sobre a quienes entregar el voto de confianza para manejar lo público en cada población, ciudad, región, es necesario hacer acto de conciencia para tomar con responsabilidad el paso a seguir con total responsabilidad, cero odio, engaño, fanatismo ni daño a los derechos de los otros en ejercicio de democracia. Cada ciudadano autónomo debe asumir plenitud de conocimiento para no propagar ni una gota de odio, no más fanatismo, oscuridad de entendimiento que va desatando realidades como la que se vive en este tiempo en catástrofes humanitarias que hoy ensombrecen a la especie humana.
Los espíritus aún enfermos de odio, fanatismo, sectarismo, deben sanar en la conciencia de la no violencia y el pleno respeto por la diferencia, diversidad humana, única posibilidad de caminar en la misión sapiens sobre la tierra mientras dura la presencia de la especie.
Escrito por Hernando Ayala M. Mail disnnet@gmail.com
Opinión acto editorial Hernando Ayala M. Periodista disnnet@gmail.com